El Papa Francisco entrevistado por Asia Times.

Francisco a China: «su sabiduría sirve al mundo»

Vatican Insider
Gianni Valente

Papa Francisco manda un mensaje a la China de Xi Jinping. Un mensaje fuerte y claro. Un mensaje de amistad. Recomienda a los chinos estar tranquilos, tener confianza en su gran historia, sin auto fustigarse por las tragedias del pasado. Les repite que el mundo espera su aporte de sabiduría y civilización. El obispo de Roma apuesta por la posibilidad de que las relaciones entre la República Popular China y el resto de la comunidad internacional contribuyan a crear un futuro de paz. Pero sin repetir lo que sucedió en Yalta, fuera de las lógicas de los que conciben el mundo como un «pastel» que debe ser repartido solo entre los poderosos.

El «mensaje» de Papa Francisco al líder y al pueblo chino aparece en una entrevista publicada en Asia Times, periódico digital en lengua inglesa, con sede en Hong Kong y que pertenece a israelíes estadounidenses; un medio muy seguido por todas las cancillerías y por las diplomacias asiáticas. El analista y estudioso Francesco Sisci fue el que hizo las preguntas al Sucesor de Pedro. El entrevistador, pequinés de adopción, declara en la introducción el objetivo específico de la entrevista. Advierte de que no quiso interrogar intencionadamente al Papa sobre la cuestión crucial de las relaciones entre la China popular, la Iglesia católica y la Santa Sede, así como tampoco hacer preguntas sobre cuestiones estrictamente políticas. Le interesaba, por el contrario, hablar con el Papa sobre las «cuestiones de fondo» que afectan a los chinos en su vida cotidiana: la ruptura de las relaciones familiares tradicionales, las dificultades para entender y hacer que el resto del mundo los entienda, los sentimientos de culpa por el pasado (como la Revolución Cultural) y las decisiones más recientes, como «la política del hijo único», que ha sido liquidada.

Desde el principio de la entrevista, el Obispo de Roma declara su gran «admiración» por China, su pueblo y su civilización: «Para mí», revela al entrevistador, «China siempre ha sido punto de referencia de grandeza. Un gran país, pero más que un país, una gran cultura, con una sabiduría inextinguible». Una admiración que Bergoglio percibió desde joven, como la que sintió Matteo Ricci, el jesuita acogido por los chinos como un sabio difusor de la ciencia y de la sabiduría a principios del siglo XVII: «Ricci», explica el Papa, «nos enseña que es necesario entrar en diálogo con China, porque ella es una acumulación de sabiduría y de historia. Es una tierra bendecida por muchas cosas. Y la Iglesia católica, que tiene entre sus deberes respetar a todas las civilizaciones, ante esta civilización me gustaría decir que tiene el deber de reservarle un respeto con la ‘R’ mayúscula», añade el Papa en la única y breve alusión a las relaciones entre China y las comunidades eclesiales. Bergoglio también cita al otro jesuita-artista, Giuseppe Castiglione, amigo de China, y recuerda la conmoción que sintió cuanto iba a sobrevolar el espacio aéreo chino durante el vuelo de Roma a Seúl en agosto de 2014. Después, al ir respondiendo las preguntas, afronta la delicada cuestión de los miedos que ha provocado el crecimiento económico y geopolítico de la China popular: «El miedo nunca es buen consejero», aclaró Bergoglio, como queriendo exorcizar los presagios devastadores de futuros conflictos entre China y otras superpotencias globales. Según el Papa jesuita, la sabiduría, la cultura y las competencias técnicas chinas «no pueden quedarse encerradas en un país: tienden a expandirse, a difundirse, a comunicar». Pero esto debe ser considerado como un aporte que debe ser acogido y no como un peligro...