Monseñor Raphael Minassian.

La reconciliación posible, después del Gran Mal

Marina Seregni

Esta semana ha pasado por Italia para participar en un encuentro organizado por dos centros culturales (C.C. Talamoni y C.C. Benedicto XVI). Monseñor Raphael Minassian, arzobispo titular ad personam en Cesarea de Cappadocia, es desde 2011 Ordinario de los armenios católicos en Europa oriental, Georgia y Rusia incluidas. Monseñor Minassian, que no conoció a sus abuelos porque fueron víctimas, como tantos armenios, del "Metz Yeghern" (el gran Mal), fue uno de los concelebrantes de la misa dominical de San Pedro donde el Papa Francisco proclamó doctor de la Iglesia a san Gregorio de Narek, venerado tanto por la Iglesia católica como la apostólica armenia, donde fueron recordados los mártires armenios y los actuales, suscitando así reacciones encontradas en Turquía y un silencio un tanto embarazoso en el Gobierno italiano, que ha preferido no posicionarse al respecto. Publicamos la entrevista que le hizo el periódico Il Cittadino.

El Papa ha definido la masacre de 1915 contra el pueblo armenio, «primera nación cristiana», como el «primer genocidio del siglo XX». ¿Qué repercusiones tendrá esto para el pueblo armenio y para la Iglesia? Estas declaraciones de Su Santidad el Papa Francisco no se dirigían a los armenios sino al mundo entero, que ignora o finge no conocer la historia. La historia habla de los armenios y de su conversión al cristianismo en el año 301, y habla también del cristianismo aceptado como religión de Estado. Por tanto, estos puntos están recogidos por la historia. Los armenios se reconocen como cristianos y las palabras del Papa no les han sorprendido. Respecto al genocidio armenio de 1915, el primero del siglo XX, una vez más estamos ante un hecho histórico. Los armenios, durante cien años, siempre han pedido pacíficamente justicia y derecho. En cambio, el mundo político les escuchaba con oídos sordos. Finalmente, con motivo de su centenario, la Divina Providencia, mediante el Vicario de Nuestro Salvador Jesucristo, el Papa, inspirado y coronado por la fuerza espiritual, con coraje y con gran sinceridad y certeza ha pronunciado el hecho criminal de la masacre, defendiendo el derecho de los inocentes masacrados. Usted me pregunta por la repercusión para el pueblo armenio: ante todo, una satisfacción, y una profunda paz del alma, coronadas por un sentimiento de gratitud espiritual y social hacia Dios, que no ha olvidado a su siervo, y hacia la Santa Iglesia, con su servidor en la tierra, en la persona del Santo Padre Francisco.

El Papa pide que se retome el camino de la reconciliación entre el pueblo armenio y el pueblo turco, que en el pasado vivieron periodos de pacífica convivencia y casi de solidaridad y ayuda en épocas de violencia. Pero el Ejecutivo de Ankara -que no reconoce el genocidio- ha reclamado a su embajador ante la Santa Sede y ha manifestado su irritación al nuncio apostólico en Turquía. ¿Qué perspectivas se abren de cara a la situación internacional? Espero que la satisfacción y paz interior de las que hablaba para el pueblo armenio, que ha sufrido el genocidio, no deriven en venganza, sino más bien en la dirección de una reconciliación pacífica. El símbolo del centenario debe ser una expresión positiva, y el pueblo armenio solo tiene que recordar y pedir justicia. Nadie desea ni debe desear revancha alguna: durante estos cien años, con una iniciativa tomada por parte armenia, se ha propuesto más de una vez una reconciliación y una apertura de la frontera armenia-turca, cosa que ha sido rechazada sistemáticamente. Nuestro presidente armenio -si el mundo lo recuerda- fue a Turquía, a pesar de que cerrar totalmente la herida nunca ha sido posible. Por tanto, sin duda el Santo Padre no se ha equivocado al ofrecer un nuevo y gran empuje a la reconciliación.

Entrevista publicada en Il cittadino di Monza e Brianza