El patriarca caldeo Louis Sako.

«Necesitamos vuestra cercanía, venid a pasar la Navidad con nosotros»

Francesca Mortaro

Pequeñas tiendan que albergan a familias de cinco o seis personas. Gimnasios, escuelas e iglesias habilitadas como dormitorios y casas provisionales. Lugares de salvación para los que huyen de la masacre. Así es como viven en Erbil los miles de cristianos huidos desde el pasado mes de agosto de la llanura de Nínive, conquistada por las fuerzas armadas del Isis. «Para ellos la fe no es una idea sino una relación amorosa por la que vale la pena incluso morir»: son palabras del patriarca caldeo de Bagdad, Louis Raphael I Sako, que ha participado en un encuentro del Centro Cultural de Milán para narrar la situación de los cristianos en Iraq.

Un hombre vigoroso y decidido, conmovido por la cantidad de personas que se han dado cita para escucharlo: «Vuestra presencia me anima a mí y a todos los cristianos iraquíes a no dejar nuestra tierra. Necesitamos vuestro apoyo», dice dirigiéndose a la platea. Luego habla de las persecuciones, de la gente que ha llegado a pie desde Mosul y desde la llanura de Nínive hasta Erbil, pidiendo acogida en las parroquias. «Podían convertirse al islam y seguir en sus casas. En cambio, han decidido perderlo todo en nombre de Jesús. El suyo es un gran testimonio para todos. Para el mundo entero».

«No estábamos preparados para afrontar una emergencia así», continúa: «La gente esperaba que todo terminase en pocos días». Sin embargo, las milicias del Isis se han reforzado y sigue ocupando la zona. Destruyen y matan sin piedad, «sin tener en cuenta el valor de la persona». Su califato se extiende desde Alepo, al norte de Siria, hasta la región de Diyala, al este de Iraq, actualmente ocupa un territorio de casi 35.000 kilómetros cuadrados. Muchos de los cristianos que se encuentran ahora en Erbil y que han conseguido escapar de la amenaza del Isis, quieren emigrar a Occidente para salvar su vida y la de sus familias. Para asegurarse un futuro mejor. «Yo respeto su libertad», explica Sako, «pero nuestra historia habla de una larga presencia en estas tierras y de una gran fe. Desde el primer siglo después de Cristo hemos difundido la palabra del Evangelio. Nuestro puesto está aquí. Nosotros también somos ciudadanos iraquíes, igual que los musulmanes, y tenemos el mismo derecho a habitar en este lugar».

Según Sako, la oleada de violencia nace de una ideología musulmana extremista: «La guerra siempre es un error, matar es un crimen. Hace falta el esfuerzo de todos para iniciar un diálogo constructivo que frene esta masacre. Hay que revolucionar la cultura y el modo de pensar. Han cambiado los programas de educación religiosa: en las escuelas musulmanas enseñan que los cristianos son malos, son enemigos. Cuando la verdad es que somos hermanos, dentro de la diversidad, y debemos tratarnos con respeto».

Para poner fin a la persecución, en los últimos meses algunos grupos, formados también por cristianos, han decidido armarse y combatir, pero el Patriarca no está de acuerdo con esta solución: «Combatir contra el Isis equivale a un suicidio, puesto que son demasiado fuertes y están demasiado bien organizados. No estamos en condiciones de liberar estas zonas. Los que quieran colaborar, que lo hagan desde dentro del ejército del ejército iraquí o kurdo. Sin duda tenemos derecho a defendernos, pero la cultura de la guerra no nos es propia».

El Patriarca es optimista y está convencido de que el islam está atravesando «un periodo oscuro», del que pronto saldrá. Pero mientras tanto, ¿qué puede hacer Occidente, concretamente, para ayudar a los cristianos perseguidos? «Vivid intensamente vuestra fe allí donde estáis, y no permanezcáis indiferentes ante las injusticias. Vuestros hermanos están muriendo y eso no es justo, hay que solicitar la intervención de los gobiernos». Y añade: «Lo que más falta nos hace no es el dinero ni las cosas materiales, nos hace falta vuestra oración, vuestra solidaridad y vuestra cercanía. Venid a visitarnos, venid a pasar la Navidad con nosotros. Necesitamos una luz de esperanza, rostros y caras que nos sostengan».

¿Y si todos los cristianos abandonaran Iraq y huyeran a Occidente? «Yo me quedaría, aunque me quedara solo. Esta es la tierra donde he sido llamado a testimoniar mi fe».