Un momento del encuentro, en el Aula Magna <br>de la Universidad Católica de Milán.

«La fe es una fuerza para construir la paz»

Giovanni Ferrari

«Nuestras sociedades son plurales y, al afirmarse esa pluralidad, concurre la pluralidad de religiones». Con estas palabras, el cardenal Angelo Scola dio comienzo a su intervención en uno de los encuentros enmarcados en el congreso filosófico-teológico organizado en Milán por el Comité diocesano con motivo del Año Constantiniano. Una conferencia titulada “La libertad religiosa hoy”, en la que participó también el cardenal Jean-Louis Tauran, presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso.

Tomando como punto de partida el título del congreso, “Religiones, libertad, poder”, el arzobispo de Milán quiso profundizar sobre los puntos esenciales que nos pueden ayudar a comprender la situación actual. «El término “religión” es plural (religione en italiano tiene la misma acepción para singular que para plural, ndt), y esa es una de las características más evidentes de nuestras sociedades post-modernas». De hecho, cada uno de nosotros ha podido ver con sus propios ojos este fenómeno, que «de cuantitativo pasa a ser cualitativo».
“Libertad y poder” eran los otros dos términos “tomados en préstamo” para el título del congreso: «Con ellos se expresa que las religiones implican tanto la acepción personal del hombre como la pública». Dos ámbitos que si se consideran separados (o incluso opuestos) pueden llevar a una relación peligrosa: «El desarrollo de la libertad de conciencia (es decir, la distinción entre la esfera religiosa y la política) se ha pagado, con los hechos, al precio de poner a la sombra, en la esfera pública y en la sociedad civil, las religiones».

Haciendo referencia a algunos eventos históricos importantes, el arzobispo llegó a dos conclusiones principales: «Se ha caído en un uso político de la religión (por ejemplo, la religión entendida como factor de utilidad social) y se ha llegado a reducir la religión a un factor privado (y por tanto, carente de cualquier licitud pública)». Una vez que nos damos cuenta del alcance de este grave ataque a la libertad religiosa («que no sucede sólo en los países donde existen en acto conflictos muy fuertes, sucede también aquí en Europa»), ¿dónde encontrar las fuerzas necesarias para una mayor toma de conciencia de la importancia de las religiones en nuestra sociedad? El cardenal Angelo Scola no tiene ninguna duda: «El reconocimiento de la relevancia pública de las religiones es el camino imprescindible para tener un futuro en paz en nuestra sociedad». Todo ello, demostrando con los hechos que «el seguimiento de Cristo exalta lo humano».

Sobre esta huella continuó el presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, Jean-Louis Tauran, que citó de repente un dato muy duro: «Hoy son más de 300 millones los cristianos que son objeto de persecución o discriminación». En nuestros días, «la persecución no es forzosamente cruenta, es tortuosa»; la libertad religiosa es un derecho civil justamente porque «es un derecho natural, vinculado a la persona». «Cualquier culto que no lesione el bien común (como puede suceder con el proselitismo violento) tiene el derecho de existir», continúa Tauran, también en un lugar en el que no es compartido por la mayoría de la población.

Es por esto que la persecución se ha hecho tortuosa: «La religión se considera un problema, y por tanto se intenta que quede relegada a lo privado». Pero entonces, ¿qué hace falta para que sea reconocido este derecho (no que los gobernantes tengan que comprometerse a concederlo, puesto que «es anterior al Estado mismo»)? «Es necesario un diálogo serio», explica el cardenal Jean-Louis Tauran. En efecto, «la fe es una fuerza para construir la paz» y el conjunto de creyentes constituye un verdadero «capital para la reconstrucción de un mundo pacificado y pacífico». Un valor añadido y, sobre todo, necesario.