Un momento de la mesa redonda.

«Llevemos a Cristo a las periferias de la existencia»

María Serrano

«La fe es el encuentro con Dios viviente, es el espacio que Dios abre en el mundo y en el corazón del hombre». Con estas palabras, Stefano Alberto, profesor de Teología en la Universidad Católica del Sacro Cuore de Milán, condensó el contenido doctrinal de la encíclica del Papa Francisco. Con él estuvieron Guzmán Carriquiry, secretario de la Comisión Pontificia de América Latina, y José María “Pepe” di Paola, párroco de Villa 21 en Buenos Aires.
La referencia a las periferias de la existencia recoge una de las expresiones más utilizadas por el Papa desde el inicio de su pontificado. «Era un pastor que vivía físicamente en nuestros barrios, invirtiendo la perspectiva de una mirada que no miraba ya al centro del poder político y económico de Buenos Aires, sino a la periferia pobre y abandonada. Así, la periferia se ha convertido en el centro de su misión pastoral», contó don Pepe, que fue mandado por Bergoglio como signo de su predilección por el servicio a los más pobres en un barrio olvidado por el Estado y privado de agua y luz. «El obispo Bergoglio invitaba a los sacerdotes de su diócesis a valorar la religiosidad de la gentes de las villas y a tener una mirada diferente hacia los pobres, considerándolos personas de las que se podía aprender. Es por esto por lo que se le sentía así de cercano. ¡Era un ‘villero’!».
Con estas palabras se puede comprender el profundo sentido de la misión apostólica que comenzó el Papa Francisco: una entrega y una cercanía mucho más atentas a las necesidades humanas y espirituales de la gente. Bergoglio sabe qué significa luchar cerca de los más desfavorecidos para volver a conquistar la dignidad pisoteada por los narcotraficantes y los poderosos de turno. «Bergoglio ha multiplicado el número de sacerdotes que ejercían su ministerio en las villas, porque deseaba que nosotros, los sacerdotes, trabajáramos en comunidad en cada uno de estos barrios con el fin de que los proyectos llevados a cabo dieran frutos. Nosotros no hemos utilizado análisis sociológicos, sino el Evangelio», continuó don Pepe.
Lo que se necesita no es la teorización de las necesidades ni de la pobreza, sino una llamada a la caridad y al diálogo con todos en la libertas Ecclesiae. Encuentro, discipulado y misión son, según Guzmán Carriquiry, las líneas maestras del ministerio de Bergoglio, primero como obispo y hoy como Pontífice: «La Providencia ya lo había preparado para el papado; la gracia lo ha rejuvenecido con una paz, una serenidad y una alegría que sólo puede venir de su familiaridad con Cristo». Sólo la belleza de Dios da sentido a la misión, y el afecto entre Benedicto XVI y Francisco parece “diseñado” por el amor que ambos han experimentado de Cristo. Citando a Carrón, afirmó: «La misión es una atracción que nace del estupor del encuentro. Es necesario comunicar el don del encuentro saliendo de la propia autosuficiencia y autorreferencia de las iglesias autocomplacientes. Y de hecho, el salir fuera es una de las expresiones más recurrentes en su predicación».
«Encuentro, mirada, camino, memoria» son, en efecto, los términos identificados por don Stefano Alberto como núcleo de la Lumen Fidei y de la misión apostólica del Papa Francisco. «La fe ve en la medida en que camina», afirma con fuerza el teólogo parafraseando las palabras de la encíclica del Pontífice. «La fe es el camino de la mirada, la aventura de un nuevo comienzo en el espacio abierto por Dios». El enfoque resulta evidente en la figura de Zaqueo, que desea ver a Jesús, que sólo consigue verlo de verdad cuando es mirado por el Maestro porque necesita su mirada de amor y de perdón, pues es Él quien abraza siempre primero.