Mons. Martínez, durante su conversación con los jóvenes.

Otro lugar, un mismo corazón

Diócesis de Granada
Paqui Pallarés

Los jóvenes de la Diócesis de Granada y algunos jóvenes de la Diócesis de Ceuta han participado este fin de semana en una catequesis impartida por Mons. Javier Martínez durante la Jornada de Pastoral Juvenil que, en comunión con Río de Janeiro, se ha celebrado en la Aldea de El Rocío, con el lema “Otro lugar, un mismo corazón”, para favorecer de algún modo la participación en la Jornada Mundial de la Juventud para los jóvenes que no han podido acudir a Río por dificultades económicas.
Mons. Martínez comenzó la catequesis recogiendo las palabras de un amigo sacerdote que señalaba que “no es padre sólo quien engendra, sino quien educa y quien da razones para vivir”. El Arzobispo se ha referido al lema de la JMJ –“Id y haced discípulos al mundo entero”- y ha hablado de lo que es ser discípulo y de lo que significa la fe. En este sentido, Martínez ha subrayado que no es discípulo quien intenta convencer para que nuestros hermanos tengan fe, sino que es discípulo quien expresa una fe vivida desde la experiencia de que Cristo responde a la vida. Asimismo, ha subrayado que “comunicar el cristianismo no es comunicar ideas o reglas de conducta, sino una experiencia de vida”, aunque en ella haya miseria y pecado; explicaba Mons. Martínez ser consciente de que hay miserias en todos los grupos humanos, pero no en todos los grupos humanos hay un pueblo de santos como en la Iglesia, porque son “vidas que han conocido al Señor y que resplandecen de humanidad”.
“Ser cristiano no es una idea, sino pertenecer a un pueblo de santos”, señaló. “La fe consiste en poder reconocer el bien que Cristo supone para mi vida a Quien reconozco presente en este pueblo que es en el que me ha puesto, que es la Iglesia”, explicó Mons. Martínez.
En su catequesis, el Arzobispo aludió a los dos caminos que su Santidad Benedicto XVI propuso para la nueva evangelización, durante su visita a Barcelona para la consagración del templo de la Sagrada Familia: la belleza y la caridad. Aludió a la belleza en nuestra vida, de la amistad… Esta belleza se muestra al mundo de tal forma que se convierte en atracción y deseo para otras personas que, sin saberlo, desean un Amor verdadero, que todo hombre anhela. “Es la belleza de una vida distinta a la que tiene el mundo, marcada por la gratuidad”, de quien hace las cosas sin esperar nada a cambio, porque con Cristo lo tenemos todo.
En este sentido, Mons. Martínez insistió en que “transmitir la fe no es vender nada”. “La caridad es gratuidad de un amor que se da sin esperar nada a cambio”, señaló. Es posible ser feliz no porque todo vaya bien –explicó- , sino porque hay una alegría “que sólo se da en torno a Dios y la Virgen, y que desde fuera la gente es capaz de percibir”.