Los recién ordenados con monseñor Massimo <br>Camisasca  ©Giuseppe M. Codazzi.

La alegría de una nueva vida

Davide Ori

«¿Y vosotros quién decís que soy yo?». La pregunta de Cristo a sus discípulos en el Evangelio llena la iglesia de Santa María la Mayor. Es sábado, 22 de junio, durante la misa de ordenación de ocho sacerdotes y un diácono. «Detengámonos un momento», dice monseñor Massimo Camisasca, obispo de Reggio Emilia-Guastalla, fundador y ex superior general de la Fraternidad de San Carlos, que preside la celebración. «Esta noche este diálogo es con vosotros. Es a vosotros a quien Jesús pregunta, a cada uno de vosotros: “Y tú, ¿quién dices que soy yo?”. Esta pregunta nos interpela en los más profundo, y se dirige ahora sobre todo a vosotros, queridos hermanos que vais a ser ordenados».

Desde primera hora de la tarde, la basílica está llena de gente. Los ochocientos asientos están ocupados ya desde media hora antes del inicio de la ceremonia. Un pueblo: entre familiares, amigos, sacerdotes y coro, hay más de mil personas. Todos están allí por ellos, por esos ocho seminaristas que vienen de toda Italia. Milán, Forlì… Y Lecce, como Daniele Scorrano, que nunca ha salido de la “bota”, siempre detrás de don Massimo, como su secretario. Lorenzo Locatelli, nacido y criado en Roma, sin embargo, está llamado a partir hacia Santiago de Chile, de donde ha regresado Francesco Ferrari, que, como Nicolò Ceccolini, se ha convertido en vicerrector del Seminario. También está Paolo Paganini, que se quedará en Roma, pero sólo provisionalmente, para luego partir hacia Rusia. Al otro lado del mundo, en Taipei, continuará su misión Donato Contuzzi, mientras que Stefano Lavelli se quedará en la recién nacida casa de Nápoles. Matteo Dall’Agata, originario de Forlì, retomará la misión en Viena.
Pero no sólo se ordenan sacerdotes: Michele Benetti se ordena como diácono, para luego volver a su casa de Washington.

«Veni, creátor Spíritus, mentes tuórum visita». Con el canto gregoriano sube al altar la larga fila de sacerdotes, un centenar, no sólo miembros de la San Carlos, que cierra monseñor Camisasca. Tras el saludo del nuevo superior general, Paolo Sottopietra, al obispo que por primera vez tiene el «singular privilegio» de poder ordenar «a los hermanos a los que he acogido y acompañado en la Fraternidad de San Carlos», se da lectura al mensaje de Julián Carrón. «A través de vuestro “sí” definitivo, ponéis delante de nuestros ojos la inaudita grandeza y la misteriosa sencillez del método mediante el cual Dios está presente en Jesucristo en cada instante de la historia, en cualquier lugar y para cualquier hombre, aferrando y transformando radicalmente a aquellos a los que prefiere y elige».
Un acontecimiento que cambia completamente la existencia y que supera cualquier proyecto y previsión humanos, continúa el obispo en la misma línea. Y son precisamente los rostros de los nuevos sacerdotes los que muestran este cambio. Están alegres y contentos, y de un modo sorprendente la platea se hace partícipe de esta alegría, que estalla en un aplauso al final de la misa.

La fiesta continúa después de la misa en el Colegio de los Pasionistas. Con un escenario y algunos instrumentos, dan comienzo los bailes y cantos. Un aperitivo para mantenerse en pie. Y así dos horas, para luego ir todos al “Centro”, donde desde años algunos sacerdotes de la San Carlos acompañan a los chavales de enseñanzas media y superior. Son ellos, los bachilleres, los que están en primera línea para que no falte nada, cortando salami para los panini, que juego al queso y el lambrusco vuelven a prender el ambiente festivo. Los “ordenados”, guitarra y micrófono en mano, hacen cantar a los mayores, a las familias y a los jóvenes. La alegría que estos nuevos sacerdotes han encontrado y testimoniado llega hasta todos los presentes, todos aferrados por ellos.

Y con ellos volverán a encontrarse al día siguiente, el domingo, en la primera misa en Santa María in Domnica, una parroquia que la diócesis ha confiado a sacerdotes de la Fraternidad. Preside Lorenzo Locatelli, primer sacerdote romano de la San Carlos. En el Evangelio vuelve a oírse esa pregunta de Jesús que resonó el día anterior. Y luego la homilía, a cargo de Paolo Sottopietra, que vuelve a desafiar a los nuevos sacerdotes: «El que desea participar de la misión de Cristo sólo puede descubrir la verdadera dignidad de su llamada imitándole a Él, que es el Siervo». Como Cristo se hizo siervo de Su Padre, así cada sacerdote «está llamado a servir a la vida de los demás, a dar su vida por ellos. ¿Acaso podríamos buscar una dignidad más alta que esta?».