El Papa Francisco durante la misa de inicio <br>de Pontificado.

Para cuidar del rebaño, hay que amar la Verdad

Avvenire
Andrea Avveduto

Siguió con atención la homilía de inicio del pontificado desde Jerusalén. El padre Pierbattista Pizzaballa se sintió inmediatamente provocado por las palabras del papa Francisco. Su profunda reflexión sobre la figura de san José como custodio de la Iglesia interpelan en cierto modo al franciscano que desde hace años es custodio de los lugares santos donde vivió Jesucristo.

El su homilía el Papa ha insistido mucho en la figura de san José como custodio de su mujer María y de su hijo Jesús. ¿Qué significa para usted ser custodio de los lugares de la redención?
Ante todo es necesario permanecer en la Verdad, amar a los tuyos, cuidar del rebaño, y hace falta amar a la Iglesia en la verdad, que es Jesús. Ser custodio significa en primer lugar ser fiel y permanecer firmes en este punto, porque si el custodio se aleja del rebaño, o el rebaño se aleja del custodio y va por un camino equivocado, es tarea del custodio llamar al rebaño. No es sólo quererse sin más, es también – y especialmente – permanecer firmes en el camino que el rebaño debe recorrer. Pero fijar la mirada en Cristo es tarea de la Iglesia entera.

Custodiar, ha dicho el Papa, requiere bondad, ternura. ¿Pero cómo es posible vivir esa ternura de la que habla Francisco dentro del conflicto que vive Tierra Santa desde hace tantos años?
El custodio del rebaño no es sólo el que va detrás de las ovejas, también debe amarlas, cuidarlas, atenderlas. Porque custodiar no significa sólo conservar. Para tener ternura en esta tierra de conflicto, debemos custodiar ante todo el testimonio que nos dio Jesús, un testimonio de perdón, de libertad en las relaciones. Y luego debemos custodiar también la Palabra que hemos recibido aquí, los rasgos propios del Señor. Como ha dicho el papa, no sólo ternura, también caridad y amor. Para mí significa que necesitamos de alguien que sepa amar más allá de cualquier división posible.

Francisco ha dicho que para poder “custodiar” a otros debemos cuidar también de nosotros mismos…
Me recuerda lo que se dice en la Sagrada Escritura: «Ama al prójimo como a ti mismo». Para amar y cuidar a otros, es necesario cuidar de uno mismo. Las dos cosas van juntas, es una relación inseparable, pero debe estar iluminada por la relación fundamental, la relación con Dios. Sin Dios no vamos a ninguna parte.

Al terminar – con una frase que ha repetido varias veces en estos primeros días de pontificado – el Papa ha pedido a los fieles que rezaran con él, como si él también quisiera ser custodiado en cierto modo. ¿Hay un aspecto de reciprocidad entre el custodio y el custodiado?
Naturalmente, el Custodio por excelencia es Dios, nosotros somos custodios a su imagen y semejanza, y debemos custodiarnos unos a otros. El sucesor de Pedro, el Papa, es el custodio del rebaño que es la Iglesia de Dios, pero también nosotros, como rebaño, debemos llevar en el corazón a nuestro pastor, y amarle.

La figura de san José, a la que el papa Francisco ha dedicado su homilía en el día de su festividad, ¿cómo le provoca en esta tarea cotidiana que le ha encomendado la Iglesia?
Es uno de los santos menos conocidos y sin embargo es de los más importantes. Sabemos poco o nada, no sabemos ninguna palabra que él pronunciara, sólo unos pocos gestos. Y creo que es la expresión de un modo de vivir de muchas personas en la Iglesia, que en el silencio, custodiando la palabra que han recibido sin comprenderla del todo, como san José, la traducen en acciones concretas para el bien de muchos. Sin hacer ruido, muchos santos han cambiado el rostro de la Iglesia. Yo tengo un gran afecto a san José por su silencio, por el papel que desempeña en la vida familiar. El día de san José es la fiesta del padre, y en realidad es un modo nuevo de expresar la paternidad, una presencia importante y no invasiva, una figura que acompaña, que sabe guiar y construir.

En este sentido, el papa Bergoglio ha subrayado que José vivía en atención constante a Dios, abierto a sus signos, disponible a su proyecto, más que al suyo propio. ¿Es este el secreto que hace posible a un padre ser también custodio?
Ese es un pasaje precioso que dice una gran verdad: un padre no debe custodiar su propio proyecto, sino tratar de comprender el proyecto del hijo y hacerlo crecer, desapareciendo él mismo en cierta medida. Así el padre, también en la Iglesia, es aquel que debe ver cómo el proyecto de Dios crece en el rebaño. Y colaborar para que crezca cada vez más.