El Papa Bergoglio acaricia al perro guía <br>de un periodista ciego.

«Buscad la verdad, la bondad y la belleza»

Luca Fiore

Esta vez los detalles entre bastidores los ha revelado el propio Papa. En el encuentro con los trabajadores de la prensa y sus familiares en el aula Pablo VI, el Papa Francisco contó por sorpresa los momentos que llevaron a su elección durante el cónclave. Después de las muchas hipótesis planteadas en la prensa, llega la versión del protagonista, Bergoglio. No habla de número de votos ni de rivales, pero explica el porqué de la elección de su nombre, una decisión programática y simbólica. Levanta la mirada, sonríe y comienza su relato: «Durante las elecciones, tenía al lado al arzobispo emérito de San Pablo, y también prefecto emérito de la Congregación para el clero, el cardenal Claudio Hummes: un gran amigo, un gran amigo. Cuando la cosa se ponía un poco peligrosa, él me confortaba». Contó que cuando su nombre alcanzó la fatídica cifra de los 77 votos, estalló un aplauso entre los cardenales. Su amigo Hummes le abrazó, le besó y le susurró: «No te olvides de los pobres».

«De inmediato, en relación con los pobres, pensé en Francisco de Asís», continuó Bergogio: «Después pensé en las guerras, mientras proseguía el escrutinio hasta terminar todos los votos. Y Francisco es el hombre de la paz. Y así, el nombre ha entrado en mi corazón: Francisco de Asís. Para mí es el hombre de la pobreza, el hombre de la paz, el hombre que ama y custodia la creación; en este momento, también nosotros mantenemos con la creación una relación no tan buena, ¿no? Es el hombre que nos da este espíritu de paz, el hombre pobre... ¡Ah, cómo quisiera una Iglesia pobre y para los pobres!».

Los periodistas aplauden y se ríen cuando, con gran ironía, cuenta que un cardenal se le acercó sugiriéndole el nombre de Adriano, «porque Adriano VI fue el reformador». Otro le propuso el nombre de Clemente, «así te vengas de Clemente XIV, que suprimió la Compañía de Jesús». El Papa también sonríe.

Justo antes, el Pontífice había dado las gracias a las más de cinco mil personas que, desde la renuncia de Benedicto XVI el pasado 11 de marzo, han trabajado para informar sobre la Iglesia en este intenso periodo: «habéis trabajado ¡eh!, habéis trabajado». El tono es amistoso, pero lo que sigue es toda una lección de eclesiología y periodismo. «Expreso, pues, un agradecimiento especial a vosotros por vuestro competente servicio durante los días pasados en los que el mundo católico, y no sólo el católico, ha puesto sus ojos en la Ciudad Eterna, y particularmente en este territorio cuyo “centro de gravedad” es la tumba de San Pedro». El Papa Francisco agradece sobre todo a los que han conseguido observar y contar los hechos de los últimos días desde la justa perspectiva en la que deben ser leídos, «la perspectiva de la fe».
«Los acontecimientos de la historia requieren casi siempre una lectura compleja, que a veces puede incluir también la dimensión de la fe», explica el Papa: «Los acontecimientos eclesiales no son ciertamente más complejos que los políticos o económicos. Pero tienen una característica de fondo peculiar: responden a una lógica que no es principalmente la de las categorías, por así decirlo, mundanas; y precisamente por eso, no son fáciles de interpretar y comunicar a un público amplio y diversificado. En efecto, aunque es ciertamente una institución también humana, histórica, con todo lo que ello comporta, la Iglesia no es de naturaleza política, sino esencialmente espiritual: es el Pueblo de Dios. El santo Pueblo de Dios que camina hacia el encuentro con Jesucristo».

Francisco prosigue subrayando que Cristo mismo es el Pastor de la Iglesia, y que se sirve de la libertad de los hombres para elegir a su Vicario, sucesor de Pedro. «Cristo es el centro. Cristo es la referencia fundamental, el corazón de la Iglesia. Sin él, ni Pedro ni la Iglesia existirían ni tendrían razón de ser». A continuación aborda la profesión periodística en el ámbito de la Iglesia: «Vuestro trabajo requiere estudio, sensibilidad y experiencia, como en tantas otras profesiones, pero implica una atención especial respecto a la verdad, la bondad y la belleza; y esto nos hace particularmente cercanos, porque la Iglesia existe precisamente para comunicar esto: la Verdad, la Bondad y la Belleza “en persona”. Debería quedar muy claro que todos estamos llamados, no a mostrarnos a nosotros mismos, sino a comunicar esta tríada existencial que conforman la verdad, la bondad y la belleza».

El momento del saludo de despedida con ciertos representantes de la prensa es informal, el Papa se pone en pie y habla con cada uno de ellos. Algunos, los que ya le conocían como cardenal, no dudan en abrazarle y besarle como se abraza y se besa a un amigo. El padre Lombardi, de la Sala de pernsa vaticana, Giovanni Maria Vian, del Osservatore romano, Tarquinio de Avvenire y Dino Boffo de Tv2000. Pero también hay representantes de la prensa “laica” de todo el mundo que se acercan a despedirse con un simple apretón de manos. Una periodista argentina le regala una botella de mate, típica bebida de su país. Un periodista ciego sube con su perro guía y el papa Francisco acaricia al animal.

Y al final llega una nueva sorpresa. El silencio invade el aula y Bergoglio empieza a hablar en español. Con una voz dulce pero firme dice: «Les dije que les daba de corazón la bendición. Como muchos de ustedes no pertenecen a la Iglesia católica, otros no son creyentes, de corazón doy esta bendición en silencio a cada uno de ustedes, respetando la conciencia de cada uno, pero sabiendo que cada uno de ustedes es hijo de Dios. Que Dios los bendiga». De nuevo, silencio. Y el respeto a la conciencia de cada uno. Es el Papa del silencio, Francisco, de la pobreza, de la paz. En resumen, un verdadero cristiano.