Padre Pierbattista Pizzaballa.

Pizzaballa: «Sólo apoyándose en Cristo se puede vencer el miedo»

Luca Fiore

El Custodio de Tierra Santa habla del viaje del Papa al Líbano: «Es de agradecer aunque sólo sea por el hecho de que se haya producido». El impacto que ha tenido en Oriente Medio, la fuente de la verdadera paz y cómo distinguir a los «buenos maestros» de los malos.

«Ha sido una visita importante en un momento importante». Para el padre Pierbattista Pizzaballa, Custodio de Tierra Santa, el viaje de Benedicto XVI al Líbano tiene un gran significado aunque sólo sea por el hecho de que se haya producido.

Padre Pizzaballa, como cristiano que vive en Oriente Medio, ¿qué ha significado para usted esta visita?
Creo que, más allá de los discursos, el gesto en sí mismo ha tenido un gran significado y un gran impacto. Sobre todo para los cristianos, que han vuelto a sentirse cuidados por el Santo Padre. Y también porque el mundo musulmán ha visto al jefe de la Iglesia venir y hablar de reconciliación y de relaciones positivas. El hecho de que haya estado aquí en persona, a pesar de las dificultades, es lo que más me ha impresionado.

El Papa ha vuelto a decir «no tengáis miedo». ¿Qué es lo que más temen los cristianos?
Los miedos, por desgracia, son siempre los mismos. Miedo a que la presencia cristiana se vaya disolviendo hasta hacerse insignificante. Miedo a ser aplastados, en los respectivos países, por formas de fundamentalismo religioso. Miedo a empezar a ser tratados como ciudadanos de segunda. Por mi parte, más que miedo, yo lo llamaría preocupación, porque no tengo miedo. Sin embargo, me preocupa que estos miedos nos hagan cerrarnos como una almeja, que hagan que dejemos de ser una presencia propositiva que entra en la vida y en las dinámicas de estos países para convertirnos en una minoría que se encierra para defender su propia identidad.

¿Qué anima al Papa a pedir no tener miedo?
La historia nos dice que no es la primera vez que nos encontramos en momentos de transición tan importantes. Los cristianos siempre han sido una presencia activa en esos momentos de cambio. Además, toda la Iglesia está aquí, con nosotros, sosteniendo esta pequeña pero importante presencia como testimonia de hecho esta visita del Santo Padre. Es posible vencer el miedo porque, al fin y al cabo, Oriente Medio y Tierra Santa son el lugar de nuestras raíces. Nos mantiene algo que desde el punto de vista del mundo puede parecer insignificante, pero que para los que tienen fe es fundamental. La presencia de Cristo, la presencia de Jesús.

Benedicto XVI ha hecho un fuerte llamamiento a la paz. ¿Qué diferencia hay entre su llamamiento y tentos otros que se han hecho últimamente?
Es verdad, lo de los llamamientos a la paz parece que se ha convertido casi en una moda. Algunos lo llaman “el business de la paz”. Pero el Papa se sitúa en otro nivel. Benedicto XVI vincula la presencia cristiana a la adhesión a la Palabra de Dios y a la figura de Jesús, que es central para todos, pero en Oriente Medio aún más. La paz, para el Papa, nace de esta experiencia. No es una paz genérica: nace de nuestra experiencia de la fe.

El Papa ha continuado el discurso al mundo musulmán que inició en Ratisbona en 2006. ¿Qué ha permanecido de aquel discurso y qué ha cambiado a la luz de los acontecimientos de los últimos años?
Lo que permanece es que no puede existir un diálogo abstracto entre las religiones. Sin embargo, es posible entre los que pertenecen a diferentes credos. No hay diálogo entre credos, sino entre creyentes. Es un diálogo que no puede convertir la fe en un tema a tratar, sino que debe partir de la fe y realizarse entre hombres razonables, que usan la razón. Esto estaba y permanece en el mensaje de Benedicto XVI al mundo musulmán. Aquí radica la fuerza de su mensaje. Si tematizamos la fe, el diálogo sólo dará lugar a conflictos. Un encuentro sólo es posible si la fe, entendida como experiencia, es el punto de partida.

Mientras las protestas de los fundamentalistas llenaban las plazas de Oriente Medio, Benedicto XVI volvió a hablar positivamente de la Primavera árabe.
Lo sucedido el año pasado es decididamente positivo y sería de ingenuos pensar que de un día para otro todo iban a ser “rosas y flores”. Los cambios no son nunca sencillos ni lineales. Siempre hay evoluciones e involuciones, eso es inevitable. La Primavera árabe llega después de cuarenta años de status quo, cuarenta años durante los cuales los dictadores gobernaban sin oposición. Pasar de una situación políticamente bloqueada a dinámicas sociales normales es algo positivo en sí mismo. Es evidente que estos países tendrán que atravesar también periodos difíciles de discusiones internas sobre la naturaleza del Estado, el sentido de la democracia, la relación entre religión y política. Discusiones que no siempre serán fáciles, que ciertamente causarán contratiempos, pero que son necesarias para hacer madurar y crecer la conciencia democrática en los respectivos países. En este sentido, la Primavera árabe es positiva. Las dificultades que vemos hoy no deben asustar. Al mismo tiempo, no hay que ser ingenuos. Hay que mantener una barrera de contención.

Durante el encuentro con los jóvenes, el Papa les invitó a buscar «buenos maestros». ¿Quiénes son hoy los buenos maestros en Oriente Medio?
Aquellos que no dan las respuestas fáciles y simples. En todas partes, y en Oriente Medio aún más, los malos maestros son aquellos para los que todo es blanco o negro. Los buenos maestros son aquellos que enseñan a los jóvenes a pensar, a reflexionar, a no dar nada por descontado, a no contentarse con lo que hay, a buscar siempre no las soluciones más simples sino las más justas.