Monseñor Ignatius Kaigama.

Kaigama: «Nigeria os necesita»

Lorenzo Margiotta

Vivir la fe se ha convertido en algo muy arriesgado para los cristianos en Nigeria. Incluso un gesto ordinario como la misa dominical puede costarles la vida: hasta en diez ocasiones, desde enero hasta hoy, las misas se han visto interrumpidas por ataques islamistas que han causado masacres entre los fieles. La última vez fue en el estado de Kogi, al norte del país: una decena de hombres armados entraron en una iglesia evangélica durante la lectura de la Biblia del lunes por la noche, cerraron la puerta, apagaron las luces y abrieron fuego. Diecinueve cristianos fueron asesinados.
Nigeria, el país más poblado de África, con 160 millones de habitantes, sufre intensas luchas internas entre sus 250 etnias, repartidas entre el norte musulmán y el sur cristiano, además de los conflictos entre las facciones políticas y aquellas que buscan hacerse con el control de los recursos petrolíferos del sur.
¿Cómo viven los cristianos en este país, donde la libertad religiosa es, de hecho, inexistente? ¿En qué fundamentan su esperanza? Con estas cuestiones arrancó el Meeting con la presencia de monseñor Ignatius Kaigama, arzobispo de Jos y presidente de la Conferencia Episcopal de Nigeria.

Monseñor, desde que comenzó el año los enfrentamientos en Nigeria han causado más de 600 víctimas mortales. ¿Qué razones explican lo que está sucediendo?
Estas masacres han sido causadas en gran parte por el grupo islámico fundamentalista Boko Haram (nombre que significa literalmente “prohibida la educación occidental”). Actúa en el norte de Nigeria, donde de hecho se concentran los actos violentos. Es un grupo que quiere que la ley islámica sustituya a la Constitución y que pretende imponer la conversión forzosa al islam. Comenzaron atacando al gobierno, a las instituciones y a las agencias de seguridad, y luego empezaron a actuar contra las iglesias. Quieren eliminarlas porque educan y crean cultura.

¿Qué está haciendo el gobierno para garantizar la seguridad y proteger a la población? El presidente Goodluck Jonathan, al que Boko Haram ha pedido que dimita y se convierta el islam, es cristiano.
La violencia de estos grupos se nutre también de la incapacidad del gobierno para reprimir la situación. La policía y los soldados están ahí, pero aún no han puesto fin a esta masacre. Las iglesias son atacadas continuamente, en Kaduna, en Kano, en Jos, y nosotros empezamos a sentirnos solos, desamparados. Los ataques llegan cuando menos te lo esperas y muchos cristianos tienen miedo de ir a misa y de ejercer su derecho de ser cristianos.

Pero también los musulmanes son atacados. ¿Sería justo decir entonces que se está produciendo un guerra de religiones?
La razón del conflicto es principalmente económica: ha sido provocado por la pobreza y la corrupción. Los fundamentalistas de Boko Haram lo han dejado bien claro en sus actos: quieren matar a los funcionarios del gobierno, a los agentes de seguridad y a los cristianos. Por eso no tienen ningún escrúpulo para asesinar también a los musulmanes que colaboran con el gobierno y trabajan en los servicios de seguridad. Los terroristas no respetan la vida, matan a los demás y por tanto se matan también a sí mismos. El objetivo de esta gente es crear confusión. Nosotros siempre tratamos de distinguir entre los grupos fanáticos fundamentalistas y los musulmanes de a pie, porque estos últimos, en Nigeria, quieren vivir en paz con sus vecinos.

¿Cómo se puede salir de esta situación? ¿Podemos esperar el fin de la violencia
Acabar con la violencia es responsabilidad del gobierno. Nosotros, como guías religiosos, sólo podemos enseñar a las personas a no responder a la violencia con violencia, pero no podemos obligar al estado a detener a esta gente diabólica que ataca a nigerianos inocentes. El gobierno federal, sin embargo, no parece capaz de hacer frente al terrorismo. Los atentados se producen desde 2009 y aún no hemos visto respuestas adecuadas. La gente, vista la situación, cada vez tiene más miedo. Necesitamos una acción definitiva contra Boko Haram, que dispone de grandes garantías de dinero y de armas sofisticadas, y que sigue teniendo visibilidad en internet y hablando con los periodistas. Si el gobierno no puede hacerlo solo, debe buscar ayuda externa para derrotar a los fundamentalistas de Boko Haram. Me preocupa el hecho de que nadie, hasta ahora, haya sido capaz de abrir un diálogo.

¿Qué podemos hacer desde Europa para ayudar a los cristianos de Nigeria?
En primer lugar, rezar para que mejores las condiciones de seguridad, para que las personas reconozcan el valor de la vida humana y aprendan a utilizar el diálogo en lugar de la violencia. En segundo lugar, es importante presionar a los gobiernos europeos para que intervengan en este asunto. Deben actuar para evitar que lo que ha empezado en Nigeria se extienda a otras partes de África. Boko Haram dice estar en contra de la educación, los valores y la cultura. Eso significa que gradualmente podrían suceder episodios similares en Europa, aunque con firmas de distinto nombre. La comunidad internacional debe expresar de forma concreta su solidaridad y hacer todo lo posible para que el gobierno nigeriano use correctamente sus estrategias de seguridad e inteligencia. Los cristianos europeos deberían convencer a sus gobiernos y ayudar a los cristianos de Nigeria para que no haya más víctimas de Boko Haram. Hermanos y hermanas que vivís lejos de aquí, necesitamos vuestra solidaridad, necesitamos vuestra amistad, para devolver la libertad religiosa no sólo a los cristianos, sino a todos los seres humanos que viven en Nigeria, para que sean protegidos y tengan libertad.

¿Qué implica ser el pastor de un rebaño constantemente amenazado?
La situación es muy difícil, porque la gente tiene miedo. Yo les animo a vivir su propia responsabilidad religiosa, a seguir teniendo fe. Hay personas que querrían apoyar también económicamente a la iglesia, pero que no están en condiciones de poderlo hacer. Yo le digo a mi gente que sean fuertes, y me alegra ver que muchos están respondiendo. Algunos tienen miedo y huyen, pero un buen número está respondiendo positivamente. Uno nunca sabe cuándo puede sufrir un atentado. Pueden explotar las bombas y puedes morir cuando menos te lo esperes. Cada vez que entro en el coche para ir a la catedral o visitar algún pueblo, sé que podría no volver, pero estoy convencido de que podemos superar esta terrible situación.