Benedicto XVI con el arzobispo Angelo Scola.

Cardenal Scola: «Ahora nos toca a nosotros»

Marco Deriu

El VII Encuentro Mundial ha reafirmado la centralidad de la familia para la sociedad y para la Iglesia, ha sido un evento extraordinario que ha dado un nuevo impulso a la vida ordinaria y sus frutos están llamados a manifestarse con el tiempo. Para el cardenal Angelo Scola, arzobispo de Milán, entrevistado por Marco Deriu, es hora de hacer balance y, sobre todo, de recuperar el significado de este evento.

Eminencia, ¿cuál es el legado que deja el VII Encuentro Mundial de las Familias a la Iglesia y a la sociedad?
Las primeras palabras que me vienen a la mente, además de la gratitud, son compromiso y responsabilidad. Un evento extraordinario como este es muy conveniente, pues toma la forma de lo ordinario y le devuelve todo su mérito. Por los temas elegidos y por el Magisterio del Papa, el VII Encuentro Mundial de las Familias ha superado todas las expectativas. Ahora nos toca a nosotros valorarlo al máximo como un puente que nos sitúa al inicio del Año de la Fe, por eso hemos decidido realizar inmediatamente un instant book con los discursos del Santo Padre, para difundirlo por toda la diócesis, porque este trabajo comienza en las parroquias y prosigue en los diversos ámbitos de las comunidades eclesiales.

¿Qué ha supuesto el encuentro del Santo Padre con las familias de todo el mundo?
Ha favorecido una mejor comprensión de la convivencia – en el sentido etimológico del término, de con-vivir –, también por la humanidad actual de la familia, que los sociólogos definen como normalizada, formada por un hombre y una mujer con hijos. El gran impacto que esta cita ha tenido en todo el mundo a través de los medios de comunicación y de las televisiones ha situado a la familia en el centro de atención. Lo cual no significa que no se deban discutir todos los problemas relacionados con ella, pero es necesario mantener una jerarquía de valores y esto ha supuesto una contribución extraordinaria precisamente en esta dirección.

¿Qué ha significado la visita de Benedicto XVI para Milán y para la diócesis ambrosiana?
Me ha impresionado la extraordinaria vitalidad del pueblo ambrosiano. Es como si hubiera sido la ocasión privilegiada para hacer emerger por una parte la sólida tradición sin la cual un evento similar no habría sido posible, y por otra parte la disponibilidad de este pueblo para ponerse en juego para una nueva evangelización. Las iniciativas puestas en marcha por mis predecesores en la acción pastoral de Milán encontrarán en este encuentro un factor guía.

¿Qué imágenes o palabras permanecen en el corazón del arzobispo de Milán?
El momento que más me impresionó fue la intervención del Santo Padre en la Scala, porque su crítica al texto del Himno de la alegría de Schiller – no a la música de Beethoven – puso el acento en lo que más necesitamos: un Dios cercano, un Dios encarnado, no un Dios abstracto o empíreo, sino un Dios que comparte nuestra fatiga, el gran sufrimiento de las personas (pensemos en este momento en el terremoto de Emilia Romagna), y que nos enseña a compartir. Necesitamos una nueva relación con este Dios.

¿Qué significa la familia hoy, aquí y ahora?
La familia es la gran condición para que el deseo de infinito, que es inextirpable en el corazón del hombre, encuentre un camino para cumplirse. Cuando voy a las parroquias, a menudo me sucede que personas ancianas se me acercan, sonrientes, para hablarme de sus 50 ó sesenta años de matrimonio; en experiencias como ésta encuentro la confirmación de que la familia encauza este deseo de infinito, ayudándole a superar las contradicciones, las fatigas, las dificultades, y permitiendo a las personas encontrarse con una vida cumplida.

¿Cuál es el valor único del matrimonio, qué lo distingue de cualquier otra forma de convivencia?
El matrimonio es la unión estable, fiel y abierta a la vida entre un hombre y una mujer, y representa un cauce para el curso de la vida de marido y mujer. Se podría hacer una comparación con la situación de los torrentes de montaña en los años sesenta y los que hay ahora: los de antes se desbordaban a la primera, hoy la misma agua, si está bien encauzada, no sólo no se desborda sino que se hace fecunda, es decir, se convierte en un beneficio para todos. El matrimonio, para la vida de pareja, tiene esta misma función.

¿Qué nos puede enseñar hoy la Familia de Nazaret?
Haría falta que todos pudiésemos tener siempre a nuestra disposición la extraordinaria intervención de Pablo VI en Nazaret en 1964, cuando el Papa anticipó a muy largo plazo el tema de este VII Encuentro Mundial de las Familias: una meditación sobre el amor entre María, José y Jesús, y sobre la educación que deriva de ahí, el trabajo de Jesús, la modalidad para vivir la fiesta. La Sagrada Familia es un lugar en el que se ve cómo el amor gratuito entre un hombre y una mujer es un factor de construcción de la persona y que el hombre no puede vivir sin construir.

¿Cómo ha visto al Papa?
En estos días en Milán, he visto a Benedicto XVI movido por una gran serenidad, una interioridad de intensa oración y la conciencia de ser llevado verdaderamente por el Espíritu y la providencia. Al despedirme de él, le pregunté si estaba cansado y me respondió que no, porque en ocasiones como éstas sabe que recibe siempre una gracia especial. Creo que este Papa tendrá ocasión para volver a sorprendernos y no por poco tiempo.

¿Qué mensaje quiere lanzar a las familias de todo el mundo?
Que se quieran bien, hasta el fondo, siendo capaces de llegar hasta el perdón recíproco. Debemos reproducir entre nosotros, en la familia, ese abrazo con el que Dios nos permite volver a empezar cada mañana. Y esto vale sobre todo para los que viven una situación de prueba, para las familias que sufren incomprensiones o divisiones. Como Iglesia, debemos hacerles sentir a ellos nuestro abrazo de un modo particular, para que, como ha recordado el Santo Padre, puedan llegar a esa comunión espiritual que santo Tomás definía como un deseo ardiente de recibir a Jesús mediante la Eucaristía en un abrazo amoroso, como si ya lo hubiera recibido. También aquí, por la situación en que se encuentran, al no poder acceder a la comunión corporal, deben entender que la dimensión de la comunión espiritual es más potente.

¿Cómo juzga la cobertura mediática que ha tenido el Encuentro?
Estoy muy agradecido a los medios de comunicación. La difusión del evento ha sido excepcional y extraordinaria a nivel mundial, las grandes cabeceras italianas han hecho mucho. Es evidente que las exigencias de los mass media no siempre permiten la reflexión y profundización que serían adecuadas, pero en general estamos muy satisfechos.

¿Tiene agradecimientos particulares que hacer?
Doy las gracias a toda la diócesis, a los voluntarios, a los sacerdotes y a los fieles que han comprendido que la invitación a suspender la misa del domingo por la mañana quería señalar la excepcionalidad de la presencia del Papa, y también a la Fundación Milano Famiglie, que se ha encargado de la organización. Un agradecimiento particular es para el cardenal Dionigi Tettamanzi, que tuvo la profética intuición de desear para Milán un encuentro como éste.