Una forma preciosa de evangelizar

Entrevista a JAVIER FERNÁNDEZ ROS, director de AIN en España
Carmen Giussani

En la Navidad de 1947, el P. Werenfried, un monje premonstratense holandés, escribió el artículo “No hay lugar en la posada”, en el que denunciaba la miseria en la que vivían millones de refugiados alemanes tras la II Guerra Mundial, y concluía invitando a la reconciliación entre los pueblos enfrentados durante el conflicto bélico.
Su lema fue “el hombre es mucho mejor de lo que pensamos”. Con ese optimismo, se lanzó a pedir a los belgas una loncha de tocino para dársela a los refugiados alemanes, “sus enemigos de ayer”. La respuesta no se hizo esperar y consiguió llenar de lonchas de tocino varios camiones. Esta acción le valió el cariñoso sobrenombre de “Padre Tocino”, con el que se le conoce en todo el mundo. Había comenzado, sin saberlo, la obra Ayuda a la Iglesia Necesitada.
Mucha agua ha corrido desde entonces. Hoy AIN es una fundación internacional de la Santa Sede, cuenta con oficinas en 17 países y desarrolla proyectos en 140. JAVIER FERNÁNDEZ ROS es el director de esta fundación en España y nos recibe en la sede de Madrid.

¿Cómo conociste Ayuda a la Iglesia Necesitada?
La conocí en los años ’90. No sé de qué manera me empezaron a llegar cartas de AIN. Me pareció muy bonito todo lo que hacían y de hecho seguí recibiendo durante años este tipo de información. Luego, en el año 2000, me cambié de domicilio porque, por trabajo, tuve que ir a vivir a Holanda. Entonces dejé de tener contacto con AIN. En 2006, cuando vivía en Barcelona y trabajaba para la misma multinacional, surgió la oportunidad de un puesto de trabajo en AIN. Yo quería dejar de trabajar en la empresa, tenía el sueño de poder trabajar en algo que me permitiera mantener a mi familia y a la vez, sobre todo, servir a la Iglesia. Era un sueño difícil, en particular cuando tienes una familia numerosa detrás, como es mi caso. Y, entonces, un compañero me señaló un anuncio en el que AIN pedía un director para España. Me presenté, hice unas pruebas de selección, y al final – no sé si cometieron una imprudencia – llevo aquí desde hace casi 6 años.

Dejas tu trabajo en una multinacional y te presentas a la entrevista. Acabas de aludir a lo que te movió a este cambio…
Yo llevaba 20 años trabajando para empresas multinacionales. Había conocido lo que era “el éxito”, había conocido el tipo de vida que llevan los ejecutivos, había viajado mucho por toda Europa, Inglaterra, Holanda, Francia, Italia. Conocía ese mundo en que se mueven los ejecutivos y no me llenaba. Trabajaba por un salario, por mantener a mi familia. En ese sentido, estaba contento y me consideraba un privilegiado. Pero por dentro notaba un vacío muy grande, que me hacía pensar: «Estoy desperdiciando mis talentos, estoy dando mi tiempo y energía a algo que no es el verdadero bien de los hombres…», y me faltaba algo. Cuando surgió la oportunidad de trabajar para una realidad de la Iglesia, la verdad es que no me lo creía. Recuerdo todavía el anuncio que pusieron en una escuela de negocios. Buscaban un perfil con una serie de características para dirigir esta institución en España: una persona católica, comprometida, fiel al Papa. Pensé que este era el puesto de mi vida, y si salía, cumpliría mi gran sueño. Y así fue.

Cuando empezaste a trabajar aquí, ¿qué es lo que más valoraste de esta obra? ¿Qué te pareció más significativo?
Vi que era una forma de implicarte tanto con la gente a la que ayudamos, como con la que cree que está ayudando a otros. Me explico. Mira nuestro anagrama. Representa el globo terráqueo surcado por la sangre, el sufrimiento y el dolor, derramada por muchos cristianos en el mundo. Además, como durante muchos años la ayuda se destinaba sobre todo a las iglesias de la Europa del este, seguimos pensando que los de esta mitad del hemisferio, Occidente, somos los que ayudamos al otro, a Oriente. Hoy se podrían también marcar estos regueros de norte a sur, pero el logo refleja un poco nuestros orígenes.
La realidad es que podemos extraer muchísimas lecciones de la gente a la que ayudamos: su fe, su compromiso, su fuerza, su testimonio, su valor, su perdón, nos inundan de dones. Es una fuerza que estamos perdiendo en Occidente. Por ello valoro mucho no sólo ayudar a los cristianos que sufren, sino también evangelizar a nuestros propios países. Ayudamos ciertamente a los países pobres, a los que lo necesitan muchísimo, pero también colaboramos con lo que Benedicto XVI llama “la nueva evangelización” de Europa.
La implicación entre AIN y CL, con ocasión de la exposición para la JMJ en Madrid, sobre los cristinos perseguidos en el mundo, es un ejemplo más de los que tenemos constantemente. Hay mucha gente que realmente redescubre su fe al conocernos y esta me parece una forma preciosa de evangelizar.

¿Que relación hay entre AIN y la Iglesia?
Antes éramos una asociación dependiente de la Santa Sede. Hace unos meses, hemos sido elevados a Fundación Pontificia. Ahora somos una fundación del Papa. Algo parecido a las OMP (Obras Misionarias Pontificias) que son también fundaciones del Papa, pero no hay muchas. Por eso, hablamos y obramos en nombre de la Iglesia, y, en este sentido, dependemos también de la Congregación para el clero. En nuestros orígenes, empezamos ayudando a sacerdotes de la Europa del Este. Ahora, tenemos nuestra sede oficial en el Vaticano, pero la sede ejecutiva es en Alemania. Nuestro fundador, el padre Werenfried puso el centro operativo cerca de Frankfurt, y allí sigue. Tenemos 17 oficinas operativas en el mundo, donde trabajamos, difundimos, promovemos, recaudamos dinero y también oraciones. Un poco de todo eso, el dinero, se manda a Alemania y desde allí se distribuye.

Como director de AIN en España, ¿en qué se centra actualmente tu trabajo?
En hacer llegar a toda España los tres pilares de nuestra obra, que son la oración, la información y el promover la caridad. Nosotros queremos empezar por la oración, que es lo más importante. Como primer objetivo, de los tres que nos pide directamente el Papa, los nuevos estatutos de la Fundación marcan el de promover el espíritu de oración. Promoverlo en los países que ayudamos, como decía antes, y promoverlo en nuestros países europeos. No tengo simplemente un trabajo por el que recibo una nómina y me dedico a recaudar dinero, como cualquier ONG, y lo mando a los países pobres. No. Es que AIN tiene algo que no se valora con dinero, ni con nada. Yo me gasto muy a gusto para promover el espíritu de oración, para evangelizar mi país, hacer que la gente conozca a sus hermanos que sufren, rece por ellos y establezca un puente de oración que nos una a ellos. La promoción del espíritu de oración nos implica a todos los empleados y a los voluntarios que vamos teniendo, y que cada vez son más.

¿Cuántos son actualmente?
Actualmente tenemos cerca de 45 voluntarios. Cuando llegué, hace 6 años, teníamos una señora ayudándonos a pasar datos un día a la semana. Ahora tenemos 45, dentro y fuera de la oficina. Y gracias a Dios, cada vez hay más gente que se acerca a colaborar con un poco de tiempo libre, esporádicamente o con más regularidad, cada uno en la medida de sus posibilidades. Que son uno de los regalos que Dios nos está haciendo.

Volvamos a lo anterior…
Decía que fomentamos el espíritu de oración a través de campañas de oración, celebraciones litúrgicas y eucarísticas, vía crucis y rosarios.
Luego, nuestra segunda obligación es informar. Lo hacemos a través de libros, publicaciones, y de nuestra página web. Las redes sociales están jugando un papel cada vez más importante – Facebook, Twitter, –, como formas de llegar a gente nueva y con una rapidez y una difusión impresionante. A través de conferencias, encuentros en las parroquias, contactos con religiosas de conventos de clausura que rezan por nosotros, damos a conocer que hay una realidad de sufrimiento en la Iglesia, que hay una Iglesia que sufre la pobreza o la persecución. Al conocer estas realidades los corazones se abren a la caridad y muchos comparten sus bienes con aquellos que no los tienen. Si no evangelizamos, ¿quién saciará el hambre y la sed de Dios? Por eso, ayudamos a los misioneros, sobre todo en el tercer mundo. Oración, información y mover a la caridad.

PARA SABER MÁS
Entra en la página web de Ayuda a la Iglesia Necesitada.

Mira el vídeo sobre la Campaña de AIN de mayo a agosto 2012:

Venezuela. El Evangelio no se rinde
Venezuela en imágenes. Descubre el país y algunas de las necesidades que la Iglesia Católica tiene en este país; uno de los grandes productores de petróleo en el que, a la vez, conviven demasiadas pobrezas. Ayuda a la Iglesia Necesitada desarrolla una campaña de ayuda a las comunidades católicas de mayo a agosto de 2012.