Un lugar donde el bien y el amor son para todos

Ines Maggiolini

Llegan los últimos días del curso, que para los que tienen hijos son los peores del año. Hay mucho que hacer y llegan con el peso de todo el año a las espaldas. Si uno no se detiene un momento, también el séptimo Encuentro Mundial de las Familias parecerá, más que un regalo, un compromiso al que uno llega agotado y distraído. El antídoto podrían ser las palabras de Benedicto XVI, que se han recogido en un libro editado en italiano y que lleva por título el lema del encuentro en Milán: Unita e aperta. La famiglia: il lavoro e la festa (Unida y abierta. La familia: el trabajo y la fiesta).

La primera evidencia que se desprende de las palabras del Santo Padre es que familia, trabajo y fiesta están intrínsecamente unidas. El Papa lo explica también teológicamente, pero sin dejar de hacer referencias a la experiencia cotidiana, marcada por los ritmos de las rutinas diarias y el deseo de descansar. Él parte de una pregunta: «¿Cómo comunicar a la gente de hoy la belleza del matrimonio?». Son palabras que dirigía a los sacerdotes de la diócesis de Albano (Italia), describiendo la realidad de los jóvenes: «…su primer deseo es la libertad. Tienen miedo de fallar al final. Ven muchos matrimonios fracasados». Palabras en las que domina la ternura de un padre: «La presencia, el testimonio de estas familias (en referencia al V Encuentro Mundial de las Familias, ndr) fue realmente mucho más fuerte que todas las palabras». El testimonio, por tanto, de una riqueza cultural, de la capacidad educativa, de un lugar de bien y de amor para todos, pero – añade Benedicto XVI – también fue importante el testimonio de los que han sufrido la crisis… «Precisamente al superar el momento de la crisis, del deseo de separarse, creció una nueva dimensión del amor y se abrió una puerta hacia una nueva dimensión de la vida, que sólo podía abrirse soportando el sufrimiento de la crisis».

Recorre todas las etapas y todos los aspectos de la vida familiar: el noviazgo, los hijos, su papel en la Iglesia y en la sociedad. Sin dar por descontado el valor indisoluble del matrimonio y la sacralidad de la vida desde la concepción hasta la muerte.
Momentos conmovedores, como cuando el Papa explica que la oración se aprende sólo si la madre y el padre rezan juntos y con sus hijos (un reclamo que ha repetido en varias ocasiones) o cuando habla de la Sagrada Familia de Nazaret, con una atención especial hacia san José, «presencia silenciosa, pero fiel, constante y activa». O cuando parece que está rememorando experiencias personales: «El afecto con que nuestros padres nos acogieron y acompañaron en los primeros pasos que dimos en este mundo es como un signo y una prolongación sacramental del amor de Dios, del que venimos».

A veces, los modelos propuestos o el horizonte indicado parecen arduos en medio de nuestras jornadas, pero Benedicto XVI sabe a quién se dirige: aprender, educar, enseñar... So los verbos que más se repiten en sus palabras, indicando un camino posible para todos. Incluso para los que llevan muchos años casados.