Primo Soldi con un grupo de niños indios.

Descubrir a un pueblo feliz

Primo Soldi

El pasado mes de enero, Primo Soldi visitó la India durante una semana. «La razón de este viaje fue la invitación del párroco, Thana Sekar, que el año pasado pasó en Turín una parte de su ministerio pastoral». Thana Sekar es un joven sacerdote de la diócesis de Tuticorin, en el estado de Tamilnadu, al sur de la India. Su parroquia comprende nueve pueblos, con tres iglesias de ladrillo y tres escuelas que él visita regularmente con su moto. Todos los domingos, después de la Misa, hace catequesis con los niños, y por la noche con las familias.

El 17 de enero celebramos la fiesta de Pongal, para dar gracias por la cosecha, con los fieles de Pthiamputhur. Después de la misa, visitamos la primera escuela de la parroquia, St. Anthony Middle School, que celebraba su School Day.
Durante todo el día se alternaron las actividades culturales, bailes y premios, pero no todos los días son así. Los niños llegan por la mañana a pie, desde sus casas, todos de uniforme, y pasan la jornada en esta escuela y en otras, financiadas por la caridad y por las contribuciones de la diócesis de Tuticorin. Hay que darles todo, desde los maestros hasta el director, cuadernos, lápices, ropa, alimento… porque las familias son extremadamente pobres. Para comer, los niños se sientan en el suelo ordenadamente. Comen en platos hechos con hoja de plátano: arroz y, según el día, huevo. De postre, cada uno tiene un palo de caña de azúcar, luego todos se lavan las manos.

Al día siguiente visitamos la segunda escuela, en Pudupacherry. La inauguramos nosotros, después de una misa solemne celebrada por el vicario general. Está dedicada a san Francisco Saverio. Durante la ceremonia se bendijo una lápida que lleva los nombres de los benefactores, el mío y el de Luigi Giussani. Por la noche nos quedamos en el pueblo, donde casi toda la gente es hindú, y todos pedían al padre Thana que las estatuas de la Virgen y de San Francisco Saverio pasaran de casa en casa. Es un barrio muy pobre, la gente vive en cabañas y en una misma estera duermen cinco o seis personas. No hay alcantarillas y la luz eléctrica ha llegado este año solo a la escuela vieja. Me ha impresionado mucho el hecho de que la Iglesia de la India haya invertido tanto en la escuela y en la educación. Solo en la diócesis de Tuticorin hay 257 escuelas católicas. En la ciudad también hay escuelas católicas muy bonitas, sostenidas por diversas congregaciones religiosas y frecuentadas por hindúes, musulmanes y cristianos.
Al lado de cada parroquia hay casi siempre una escuela y son muchos los sacerdotes que dan clase.
Al terminar el viaje, celebramos la misa al aire libre en Thattaparai, donde se va a construir una nueva iglesia, porque la antigua está en peligro. Luego fuimos a la última escuela de la parroquia, dedicada a san Antonio, situada en Vadakkusilukkanpatti, que todavía carece de cocina y servicios.

Hacía mucho tiempo que no veía comunidades cristianas tan unidas y felices. Aquí la familia es muy importante y hay un gran respeto por la autoridad. No estoy capacitado para describir la vida social y política por lo que he visto estos días, solo puedo decir que en todas partes he encontrado gente feliz. Para ellos no es problema que las vacas sagradas caminen por las calles, sagradas porque dan el alimento más necesario, la leche. No son un problema los cuervos que de la mañana a la noche graznan haciendo un ruido ensordecedor, ni las calles en mal estado ni el continuo sonar de los claxon. Es un pueblo de gente joven, con un sentido religioso muy fuerte, incluso entre los hindúes. A pesar de la precariedad en que viven, tengo la impresión de que la persona aquí tiene una gran dignidad y que la humanidad crece sin reducciones. El porcentaje de católicos en la India es del 2%, pero en Tuticorin llegan al 50%.
Nos impresionó la misa de las seis de la mañana en la parroquia dedicada a Cristo Rey, en Vettukadu. A esa hora de la mañana, la iglesia estaba llena de gente y, como todas las misas, no duraba menos de hora y media.
En conclusión, creo que la nueva evangelización de la que tanto se habla en Europa también necesitará recuperar tradiciones, valores e instituciones que el secularismo ha destruido por completo.