El primado de la gracia

Algunos pasajes de la tercera conferencia de monseñor Dominique Rey en el I Congreso de Nueva Evangelización, celebrado en Manresa (Barcelona) los días 7 y 8 de Enero
Dominique Rey

“Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los albañiles” (Sal 127,1)
1 La disponibilidad al Espíritu Santo
“Las técnicas de evangelización son buenas, pero las mas perfeccionadas no sabrían reemplazar la acción discreta del Espíritu. La preparación más refinada del evangelizador no opera nada sin él. Sin él, la dialéctica más convincente es impotente sobre el espíritu de los hombres. Sin él, los esquemas sociológicos o psicológicos más elaborados, se revelan rápidamente desprovistos de valor” (Pablo VI, Evangelii Nuntiandi n° 75, 1975)
No es por azar que el gran punto de partida de la evangelización haya tenido lugar la mañana de Pentecostés, bajo el soplo del Espíritu. Podemos decir que el Espíritu Santo es el agente principal de la evangelización.
La misión comienza en el Cenáculo con una experiencia pentecostal. Sin el Espíritu, que es el alma de todo apostolado, la evangelización se convierte en proselitismo, en propaganda o bien… en una campaña de promoción. Toda acción misionera comienza por la evangelización de sí mismo y de la comunidad cristiana.
“Cada misionero, lo es auténticamente si se esfuerza en el camino de la santidad” (R.M. 90). La nueva evangelización será una nueva santificación por la radicalización de la relación personal con Cristo.

2 La liturgia y la vida eucarística
En la audiencia general del 21 de junio del 2000, Juan Pablo II subrayaba con fuerza la dimensión misionera de la eucaristía: “La celebración del sacrificio eucarístico es el acto misionero más eficaz que la comunidad eclesial puede realizar en la historia del mundo.”
« Una Iglesia auténticamente eucarística es una Iglesia misionera ». También nosotros podemos decir a nuestros hermanos con convicción: «Lo que hemos visto y oído os lo anunciamos para que estéis unidos con nosotros» (1 Jn 1,3). (Benedicto XVI, Sacramentum Caritatis n° 84)
La nueva evangelización deberá pues arraigarse en una verdadera renovación eucarística. Hay que velar a promover la catequesis eucarística, a respectar la dignidad de la celebración, iniciar al “ars celebrandi”, al cual son sensibles las nuevas generaciones, en búsqueda de sacralidad y de ritualización. Hoy día asistimos a una renovación de la adoración eucarística. Benedicto XVI, decía a la Curia romana el 22 de diciembre del 2005: “Antes que cualquier actividad y que cualquier cambio del mundo, debe estar la adoración”.

3 La acogida de los nuevos carismas
“No existe contraste o contraposición en la Iglesia entre la dimensión institucional y la dimensión carismática, de la que los movimientos son una expresión significativa. Ambas son igualmente esenciales para la constitución divina de la Iglesia fundada por Jesús, porque contribuyen a hacer presente el misterio de Cristo y su obra salvífica en el mundo.” (Juan Pablo II, Mensaje a los participante en el congreso de movimientos eclesiales, 27 de mayo de 1998). Los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades responden a la búsqueda de afinidad, característica hoy en día de los creyentes o de los que recomienzan. Ellos mismos constituyen redes de identificación y de validación de la fe, de expresión fraterna más flexible, de itinerarios de fe que dejan de lado la subjetivización de creer, de nuevos métodos catequéticos y de compromiso, estructurados alrededor de la personalización de la fe.
Acoger la eclosión de estas nuevas realidades eclesiales en el seno de estructuras tradicionales reclama una verdadera disponibilidad espiritual y eclesial, una pedagogía pastoral para acompañarlos y animarlos a ocupar su parte en la revitalización del terreno eclesial.