La belleza que salva el mundo

Lo conoció a través de sus escritos y descubrió que tenían la misma pasión por la música. Por eso fray Armando decidió escribir una "misa" dedicada a don Giussani para cantarla la Noche Santa en Belén
Andrea Avveduto

«Nunca había visto a otro hombre expresarse sobre el canto con la misma profundidad que el Papa». Fray Armando Pierucci pensó esto después de haber "conocido" a don Giussani. Nacido en 1935, franciscano, vive en Jerusalén desde hace unos treinta años, es maestro organista del Santo Sepulcro y director del Instituto Magníficat de Jerusalén. Enseña música a los chicos árabes del barrio cristiano y ha compuesto recientemente una misa dedicada a don Luigi Giussani. «Se cantará por primera vez durante la celebración de medianoche, el 24 de diciembre, en Belén». Un poco nervioso, admite bromeando sobre el coro que dirige: "¡No se la saben demasiado bien!". ¿Qué ha empujado a un fraile franciscano de la región de las Marcas (Italia) a dedicar una misa al fundador de CL? «Hace algún tiempo me regalaron un CD de la colección Spirito Gentil, una selección de cantos rusos. Descubrí entonces la percepción que Giussani tenía sobre un determinado tipo de música». Quedó impresionado: «Don Giussani confirmaba claramente lo que decía San Agustín ("Quien canta, reza dos veces"): el canto es verdaderamente una forma de pertenencia a la Iglesia. Estoy muy agradecido a aquellas palabras». De ahí partió la idea de componer la misa: «He reflexionado mucho sobre la composición y sobre cada voz», dice mostrando las partituras que se cantarán en la iglesia de Santa Catalina. «He procurado cuidar todos los detalles para no dejar ninguna nota a la improvisación». Y saca de su cajón un pequeño cuaderno que custodia celosamente: «Éstos son todos los apuntes que tomé de las meditaciones de Giussani sobre la música». Hay introducciones a piezas de Chopin, están las reflexiones que compartía con los jóvenes del CLU y las indicaciones que daba a los primeros chavales de Giuventù Studentesca. «En todo esto se ve la concepción que la Iglesia ha tenido siempre sobre el canto y que Giussani recuperó: no sólo se canta sino que se reza mientras se canta». Algo que últimamente hacen pocos, según el padre Pierucci: «Los cristianos ya no tenemos identidad, no nos concebimos juntos. Mientras que para don Giussani era diferente: es el pueblo el que canta su liberación». Palabras pronunciadas con la nostalgia de quién sabe que mira a tiempos ya lejanos: «Hoy día están de moda las cancioncillas y también se cantan en las misas. De esta manera no nos participamos completamente de la Iglesia. La Iglesia ha tenido siempre una regla muy precisa sobre el canto. Y se ha expresado de una determinada manera». Para fray Armando la cuestión es muy sencilla: «Si uno piensa en Nápoles canta O sole mio, si piensa en Milán entona O mia bela Madunina: el canto es la impronta de un lugar, de un acontecimiento. Piensa en los novios: ¡cuántos tienen un motivo que les una para toda la vida! Corremos el riesgo de que en la Iglesia esto ya no suceda».
Por eso fray Armando vuelve a dar las gracias por don Giussani antes de salir corriendo al ensayo del coro. Tiene prisa porque tiene que preparar bien los cantos para la misa de Navidad. Y después de saludarme, me lanza su última recomendación: «Por favor, dile a los de CL que sigan cantando, porque verdaderamente la Belleza salvará el mundo».