La fe que «amplía el horizonte»

Tres días de encuentro para abordar «qué puede ofrecer hoy la Iglesia». Una ocasión de unidad entre los participantes, católicos y ortodoxos. Por ejemplo, en un canto ante de las reliquias de San Ambrosio...
Fabrizio Rossi

Todo surgió por la provocación de la masacre de enero en el aeropuerto de Domodedovo. Por el desconcierto y la angustia de la gente: «Parecía que no había nada que esperar», explicó Adriano Dell' Asta, director del Instituto italiano de cultura de Moscú y coordinador del congreso de la Fundación Rusia Cristiana que tuvo lugar del 28 al 30 de octubre en la sede de la misma, en Seriate (Bérgamo). «Cada vez con más frecuencia nuestras sociedades se muestran incapaces de responder a la pregunta sobre el sentido de la existencia». En esta situación ¿qué pueden aportar los cristianos? El evento, en su XV edición, ha afrontado este año el tema: «crisis de lo humano y deseo de felicidad. ¿Qué puede ofrecer hoy la Iglesia?». El viernes 28 se celebró el encuentro inaugural en la Universidad católica de Milán en el que intervinieron Sergej Capnin, director de la revista del patriarcado de Moscú, la poetisa rusa Olga Sedakova y John Waters, editorialista del The Irish Times. Es muy significativo lo que sucedió pocos minutos antes del inicio visitando la cercana iglesia de San Ambrosio: delante de las reliquias sobre las que se apoya la basílica, los participantes ortodoxos quisieron entonar un canto junto a los amigos católicos. Una oración que expresaba el corazón de lo que sucedería durante esos días.
Acto seguido la cita en un aula magna abarrotada: «Uno de los frutos principales de los últimos veinte años es la vuelta de la Iglesia a su dimensión pública desde el gueto en el que estaba confinada», dijo Capnin describiendo las persecuciones durante el régimen. Hoy los cristianos han vuelto a conquistar la libertad pero no pueden evitar responder a esta cuestión: «¿La fe nos ofrece la verdadera libertad o nos convierte en unos inadaptados?». Sedakova habló del «retorno clandestino a Dios después de decenios de ateísmo obligado». Un período que la poetisa, nacida en 1949, recuerda bien: «De repente el horizonte se amplió a nuestro alrededor». Pero también subrayó la dificultad de la Iglesia para hablar al mundo de hoy, por ejemplo al arte: «Desde hace bastante tiempo no se generan grandes obras como en la época del Beato Angélico o de Andrei Rublev». Efecto también del «agotamiento» de la cultura contemporánea: «La protesta social, las farsas, las diferentes neurosis. Son los únicos temas del arte actual. No encuentro hoy día otro lugar en el cual el don creativo pueda encontrarse con la inspiración cristiana sino es el corazón del hombre». De reducción de la cultura y, aún antes de la persona, habló también Waters: «Un ejemplo entre muchos es lo que los medios de comunicación han dicho sobre la muerte de Amy Winehouse: nadie escuchó la voz de su deseo infinito y se hacía la ilusión de encontrar la respuesta en el alcohol».
Durante el fin de semana en Seriate, las sesiones del congreso profundizaron en el origen de la conciencia de los cristianos. Del riesgo de ver en la Iglesia «la meta de un recorrido en vez del punto de partida», como explicó el sacerdote ortodoxo Aleksej Uminskij («Nos contentamos con observar una serie de preceptos cuando deberíamos preguntarnos qué significa seguir a Cristo»), al ejemplo de los Padres de la Iglesia presentados por Francesco Braschi, profesor de Patrística en el seminario arzobispal de Milán. Del testimonio de los muchos perseguidos en el siglo XX que para el padre Georgij Mitrofanov «han reconstruido en el siglo XXI la unidad pérdida de la Iglesia rusa ochenta años después», a los modelos de santidad en occidente: «No superhombres, sino hombres verdaderos», explicó el periodista Pigi Colognesi citando a don Giussani. Y Stefano Alberto releyó el tema del congreso a la luz de los discursos de Benedicto XVI en Alemania: «Ofrecen sugerencias decisivas para la experiencia del cristiano en el mundo de hoy. La situación de crisis de la fe y como consecuencia, la crisis de lo humano, se afronta como una posibilidad, dolorosa y paradójica ciertamente, de reflexionar nuevamente sobre la condición del hombre y de volver a proponer la novedad del cristianismo».
La educación fue el centro de las intervenciones del periodista Aleksandr Archangel'skij, del padre Michele Pirotta, responsable de los fieles de rito greco bizantino de la Archidiócesis de Milán y de Alberto Peratoner, profesor de Teología en el Studium Generale Marcianum: «No podemos vivir la fe como algo accesorio», dijo Archangel'skij, «sino pedir lo imposible: si queremos gozar de lo finito, tenemos que buscar al infinito».
Sobre el valor de la presencia de los cristianos en el mundo se centraron, en cambio, Konstatin Eggert, corresponsal de la BBC en Moscú y la periodista Ksenija Lucenko. Hablando de la nueva etapa que se abre en Rusia, tanto en la vida política como en la eclesial, Lucenko dijo: «Un cristiano no debería preguntarse cómo reconstruir la Iglesia, sino ¿cómo puede mí fe reconstruir mi persona?».
Mariella Carlotti sirviéndose del ciclo escultórico de la Torre-Campanario de Giotto en Florencia ejemplificó cómo del cristianismo nace una antropología nueva y una concepción original del trabajo. El congreso concluyó con la intervención de Giorgio Vittadini, presidente de la Fundación para Subsidiariedad, que subrayó que el compromiso de los cristianos en la sociedad no puede limitarse a un estéril “estar en guardia” frente a los potenciales peligros, por ejemplo, frente a la actividad política, sino que «debe siempre preguntarse ¿qué es lo mejor?». Como han hecho numerosos cristianos en muchos momentos difíciles para el país: «Gente que no se dedicaba a lamentarse sino que se remangaba y trabajaba. Y el Estado tuvo que reconocer esa iniciativa y apoyarla». Es el caso de San Juan Bosco y del Beato Carlo Gnocchi, citados por Vittadini: «Hombres vivos, que permitieron superar la crisis».