Si el Papa en Alemania juega fuera de casa...

El próximo 22 de septiembre, el Pontífice llegará a Berlín en su primera visita oficial de Estado a su tierra natal. Una cita nada “fácil”. Así lo esperan los alemanes.
Christoph Scholz

«El Papa provoca», afirma Peter Seewald. «¡Y eso es grandioso!», añade el autor del libro-entrevista con Benedicto XVI. «No sería bueno que no siguiera provocándonos, ¡entonces sí habría que asustarse!». El inminente viaje e Benedicto XVI a Alemania resulta efectivamente provocador. Por un lado, la fe sale del ámbito privado para volver a proponerse públicamente en una sociedad plural como la alemana.
Después de dos visitas pastorales –a Colonia con ocasión de la JMJ y a Baviera, su tierra natal–, el Pontífice llegará a Berlín el 22 de septiembre para su primera visita oficial de Estado. Los momentos más destacados del viaje serán el discurso en el Bundestag y la misa en el Estadio Olímpico. También visitará Erfurt, capital de Turingia, de modo que cruzará así la frontera de la ex República Democrática Alemana. Finalmente, tendrá una vigilia de oración con los jóvenes en Friburgo.
Pero el viaje apostólico de cuatro días en su patria no será precisamente para el Papa como jugar en casa. Benedicto XVI se encontrará ante una sociedad cada vez más secularizada y una Iglesia cuya división interna ha salido a la luz con la inminencia de su visita.
Berlín es un claro ejemplo de sociedad postmoderna y multicultural. Acoge a la mayor comunidad musulmana de Alemania, pero también a la mayor comunidad homosexual, a la que provocadoramente ha declarado pertenecer incluso el propio alcalde, Klaus Wowereit (SPD, partido social-demócrata). El land de Berlín está gobernado desde 2001 por una coalición formada por el SPD y el partido de izquierda, heredero del comunista SED, que cuenta con un gran apoyo electoral en la parte oriental de la ciudad.
Cuando el muro aún separaba a muchas comunidades, Juan Pablo II la definió como la «diócesis más difícil del mundo». En la antigua capital prusiana, los católicos representan una minoría, pero su número supera los trescientos mil. Tras la caída del muro, con el cambio de gobierno, llegaron muchos católicos procedentes de Renania, de varias órdenes y comunidades, porque para ellos Berlín representaba un lugar privilegiado para la nueva evangelización. CL también está presente allí con una pequeña comunidad desde hace casi diez años.

Las etapas del viaje
Pocos meses después de la muerte inesperada del arzobispo de Berlín, el cardenal Georg Sterzinsky, será su sucesor, el arzobispo Rainer-Maria Woelki, quien reciba al Papa ante setenta mil fieles en el Estadio olímpico. Inicialmente, los organizadores habían previsto celebrar la misa pontificia en un espacio mucho más pequeño, ante el castillo de Charlottenburg, pero las solicitudes de acceso y las protestas de la gente hicieron que la administración diocesana decidiera llevar el evento al estadio, donde ya celebró la misa Juan Pablo II.
La intervención del Papa en el Parlamento también ha sido objeto de controversia. Los diputados de izquierda y los Verdes ha anunciado que boicoteará su discurso. Pero el presidente del Bundestag, Norbert Lammert, (Unión Demócrata Cristiana, CDU) ya había invitado al Papa en 2009, con motivo del 20º aniversario de la caída del muro, para que diera un discurso programático sobre el papel de Europa. Hoy, dada la precaria condición de la Unión Europea, su discurso debería tener un peso aún mayor. Benedicto XVI se reunirá también con el ex canciller Helmut Kohl, que sufre las secuelas de un ictus, como reconocimiento a sus méritos en la construcción de la unidad europea.
La visita a Erfurt llevará el sello de la reunificación, pero sobre todo del ecumenismo. Esta diócesis fue fundada por San Bonifacio, “apóstol de los alemanes”. Entre 1505 y 1511 vivió allí el reformador Martin Lutero, en el monasterio agustino donde celebró su primera misa en 1507, siendo aún católico. En este mismo lugar, el Papa Benedicto se reunirá con las autoridades de la Iglesia evangélica, en un encuentro importante y muy querido por el Papa personalmente. Ratzinger conoce Erfurt de la época en que dio clase como “profesor visitante”. En los años 60 y 70 impartió algunas clases en el Seminario católico central de la Alemania del Este.
En la misa solemne de la plaza del Duomo, participarán muchos fieles de etnia sorbia –tradicionalmente católicos– así como católicos de Eichsfeld. Durante la dictadura comunista, los católicos de ambos territorios permanecieron fieles a su credo a pesar de las persecuciones, y constituyen aún hoy una presencia eclesial tangible en un ambiente cada vez más alejado de la religión. Por este motivo, la Conferencia Episcopal, erigió el año pasado en Erfurt su nueva «base católica para la pastoral misionera».
En las dos últimas jornadas, el Pontífice se dirigirá en Friburgo a toda la Iglesia local. El nacimiento de la segunda diócesis más grande de Alemania data de 1821, fruto de la unión de la diócesis de Constanza y parte de otras diócesis. Su catedral gótica, con una larga tradición cristiana, muestra el «campanario más bello de toda la cristiandad», según palabras del escritor católico Reinhold Schneider. El arzobispo de Friburgo, Robert Zollitsch, preside actualmente la Conferencia Episcopal. La situación de la Iglesia en la Alemania sur-oriental representa de un modo ejemplar la condición de la mayor parte de las diócesis católicas: gracias al impuesto eclesial (Kirchensteuer), está entre las iglesias más ricas del mundo y cuenta con numerosas estructuras, pero en su seno está cada vez más debilitada.
Junto a la rápida disminución de los fieles practicantes, se registra también una caída drástica de las vocaciones sacerdotales. En 1960, los sacerdotes activos en la pastoral parroquial eran cerca de quince mil. Hoy son sólo ocho mil quinientos. En 2010, en Alemania, hubo tan sólo 150 nuevas ordenaciones, lo que les obliga a agrupar a numerosas parroquias.

Los ataques a la Iglesia
Los católicos alemanes de los años pasados atravesaron también numerosas crisis: el escándalo en torno al obispo tradicionalista Williamson, que negó el Holocausto, causó fuertes críticas sober la responsabilidad histórica de los alemanes. Incluso la canciller federal Angela Merkel (CDU) se sintió obligada a pedir oficialmente una aclaración al Papa. Más tarde se publicó un estudio sobre el maltrato infantil en los orfanatos después de la guerra, muchos de ellos gestionados por entidades religiosas. Y finalmente los casos de abusos a menores por parte de sacerdotes. En realidad se trataba de casos muy lejanos en el tiempo, y en un número relativamente reducido respecto, por ejemplo, a países como Estados Unidos o Irlanda, pero la Iglesia aún sigue siendo objeto de duros ataques por parte de la opinión pública debido a este tema.
Por su parte, la Iglesia reaccionó con un sinfín de medidas, más allá de las liturgias penitenciales, con un endurecimiento de las normas y el resarcimiento a las víctimas. Pero de todas formas se produjeron oleadas de alejamientos de la Iglesia respecto a años anteriores: en 2009, 123.681 católicos abandonaron la Iglesia en 27 diócesis; en 2010 se sumaron 181.200.
El rebaño tan duramente probado puede sin embargo encontrar un gran consuelo, conforto y ánimo en la visita del Santo Padre. Aunque, paradójicamente, la visita a Friburgo será la parte más difícil para Benedicto XVI. La parte más organizada del catolicismo laico alemán, además de casi trescientos profesores alemanes de teología, jubilados y también en activo, se preparan para recibir al Pontífice no con alegría sino con reivindicaciones. Para afrontar la crisis de confianza de la opinión pública, éstos piden reformas radicales. «El catolicismo alemán vive estancado en un conflicto interno entre facciones enfrentadas, justo en vísperas de la visita del Pontífice a Alemania», ha titulado el periódico Die Welt. Las posiciones más conservadoras ven además tendencias separatistas respecto de la Iglesia de Roma.
Para empezar, en primavera ocho destacados líderes políticos de la CDU, pertenecientes al Comité Central de los Católicos Alemanes, organismo oficial laico, “preocupados” por la creciente falta de vocaciones sacerdotales, pidieron en una carta abierta la admisión para el sacerdocio de vir probati casados. Menos de una semana después, 144 profesores de teología publicaron un documento que solicitaba una reforma estructural de la Iglesia, que pronto encontró nuevos apoyos, y muchas asociaciones católicas manifestaron su solidaridad con los firmantes del documento. Junto a la abolición de la obligación del celibato, reivindicaban el sacerdocio para las mujeres, una mayor libertad de interpretación de la liturgia, estructuras sinodales a todos los niveles, la participación de los licos en las ordenaciones de sacerdotes y obispos, y el reconocimiento de las parejas homosexuales.
Muchas de estas reivindicaciones no suponen ninguna novedad. Ya aparecían en documentos análogos del pasado, y se repitieron en el llamado Sínodo de Würzburg de los católicos alemanes, celebrado en 1975. Los más críticos destacaban que las reivindicaciones fundamentales habían sido aceptadas por las comunidades religiosas protestantes, las cuales registran un éxodo de fieles aún más rápido. Obviamente, el documento fue rechazado por muchos obispos, que denunciaron especialmente la creciente pérdida de la concepción católica de la Iglesia. El cardenal Walter Kasper denunció un «replegarse sobre sí mismos», con el que se descuidaba totalmente el problema real, es decir, la «crisis de lo divino» o, dicho en otras palabras, la crisis del sentido religioso. De hecho, el debate interno en la Iglesia suscita escaso interés en la opinión pública. La gente busca sobre todo respuestas a sus preguntas existenciales y se siente cada vez más insegura frente a la crisis.

Interés por la fe
En este contexto general, la comunidad de Comunión y Liberación en Alemania ha hecho público un manifiesto para invitar a sus amigos a la visita del Papa. «Frente a la difícil situación de las iglesias, que no puede dejarnos indiferentes, no ha sido fácil llegar a un juicio claro», afirma Hubert Kessler, profesor de religión. Como dice Martin Groos, responsable de la Fraternidad en Alemania, «existe el peligro de caer en pura apología o en una actitud defensiva. Pero esto es demasiado poco ante la novedad del cristianismo que hemos encontrado».
El manifiesto ha sido fruto de una dura lucha, en la que ha tenido un papel decisivo la confrontación con la Escuela de Comunidad. «Si yo parto realmente de mi experiencia, de mi deseo de cumplimiento, entonces el punto de partida para una respuesta sólo puede ser algo que remita al lugar en el que yo he encontrado la respuesta», continúa Groos: «Precisamente por eso, insistimos en que la solución no está ante todo en un análisis inteligente o en las reformas, sino sobre todo en el mantener fija la mirada en aquellas personas y lugares que hacen visible una novedad de vida. De otro modo, todos los análisis y propuestas de reforma se quedan en utopías que no producen nada más que frustración».
Las distintas comunidades juveniles del movimiento, sobre todo las de Mónaco y Colonia, participarán en la vigilia de oración en Friburgo. Desde Colonia está prevista la llegada de Gianluca Carlin, sacerdote de la Fraternidad San Carlos, con casi 150 chavales de su escuela. Cuando el encuentro con Cristo vuelve a suceder de una forma auténtica, encuentra una respuesta positiva: así lo demuestra, por ejemplo, el creciente número de nuevos bautizados o personas que regresan a la Iglesia. Precisamente en éstos se puede percibir esa fascinación original que testimoniaban ya los primeros cristianos de la antigüedad. Eso también forma parte de la realidad que el Papa se encontrará en Alemania: un interés nuevo y genuino por la fe.