«El día comienza cuando miras a la cara a quien tienes delante»

Su Beatitud Antonios Naguib

El espacio del diálogo, desde el Meeting Cairo a la “primavera árabe”, en el testimonio del Patriarca de Alejandría para los coptos

Con gran alegría, participo por primera vez en el importantísimo Meeting de Rimini. De todo corazón, agradezco a Comunión y Liberación su cordial y generosa invitación, que me permite compartir este gran evento con tantas ilustres y muy queridas personalidades.
Sobre el lema del Meeting (“Y la existencia se llena de una inmensa certeza”), se nos ha pedido a los ponentes egipcios hablar de la extraordinaria experiencia vivida en el Meeting Cairo, celebrado los días 28 y 29 de octubre de 2010 sobre el tema “La belleza, el espacio del diálogo”, y sobre los acontecimientos sucesivos. Fue un evento histórico, podría decir una revolución en el ámbito del diálogo interreligioso en Egipto, precursor de otra revolución mucho más grande y general que implicó radicalmente a nuestra sociedad y a nuestro país, y que está lejos de llegar a su término.
En primer lugar, ¿cuál ha sido el significado del Meeting Cairo 2010? Esta inimaginable iniciativa ha sido una chispa vibrante nacida del gran sol que es el Meeting de Rimini. Un joven, profundamente musulmán, instruido y sincero, que año tras año os ha visitado, estaba tan convencido del beneficioso impacto cultural, social y espiritual de estos encuentros, que se sintió obligado a enriquecer a su amado país con una experiencia como ésta. Hablo de nuestro querido profesor Wael Farouk. El Meeting Cairo fue fruto de una firme convicción, de un valor invencible y de una esperanza ilimitada. Estamos seguros de que dará sus frutos, particularmente en el ámbito del clima primaveral de la revolución del 25 de enero de 2011 (...).
No puedo hablar de la situación y de la visión de los cristianos en Egipto durante el último periodo sin mencionar un hecho histórico importantísimo como es el Sínodo de Oriente Medio, en el que participaron todos los obispos de nuestra región y que tuvo lugar en el Vaticano del 10 al 24 de octubre de 2010, es decir, pocos días antes del Meeting Cairo. Allí reflexionamos sobre la situación de los cristianos, sobre la urgencia de una comunión más sólida y sobre nuestra tarea de testimonio. Éstas eran precisamente las tres partes principales de los documentos y de los trabajos del Sínodo. No podíamos imaginar entonces hasta qué punto nuestras intervenciones y declaraciones resultaban proféticas y llegaban en el momento justo. De hecho, pocos meses después estallaron las revoluciones, primero en Túnez, luego en Egipto, Libia, Yemen, Bahrein y Siria. Las exigencias de cambio de regimen también surgieron en Líbano, Sudán, Arabia Saudí y Marruecos.
La “Relación después de las discusiones” del Síndono define con claridad la presencia de los cristianos en nuestra región. Afirma: «Los cristianos de Oriente Medio son ciudadanos. Pertenecen de pleno derecho al tejido social y a la identidad misma de sus respectivos países». Los obipos piden con insistencia un “estado civil”, lejos de la identidad atea o libertina. Así lo describen: «Un sistema socio-político basado en el respeto del hombre y de su libertad, sobre derechos que le son inherentes por su naturaleza humana, sobre la igualdad y sobre la ciudadanía plena, así como sobre el reconocimiento del papel de la religión en la vida pública y sus valores morales. Este sistema reconoce y garantiza la libertad religiosa, tanto libertad de culto como libertad de conciencia. Distingue entre orden civil y religioso, sin predominio de uno sobre otro, con respeto hacia la autonomía de cada uno. La religión no debe ser politizada, ni el Estado prevalecer sobre la religión».
Al leer estas palabras, vuelvo a ver ante mis ojos a las decenas de miles de jóvenes reunidos en la plaza Tahrir (de la liberación) y en cientos de plazas en Egipto, desde el 25 de enero de 2010 hasta la abdicación del ex presidente Mubarak el 11 de febrero, e incluso después, y siento todavía en mis oídos los gritos de sus eslóganes: «Ni policial, ni religioso. Civil. Civil». Algo que sigue siendo el programa de estos jóvenes y de cuantos se han adherido a ellos.
Antes de tal visión, el Sínodo reconoce y menciona los desafíos que afrontan los cristianos en Oriente Medio, y que me limito a citar sin entrar en detalles:
1.- Las situaciones político-religiosas de nuestros países, especialmente el conflicto palestino-israelí.
2.- La libertad religiosa y de conciencia.
3.- El avance del islam político desde 1970.
4.- La emigración.
(...) El Sínodo define así la actitud de los cristianos en su vida cotidiana. «El testimonio cristiano a todos los niveles es la principal respuesta en las circunstancias que los cristianos viven». Interpela a todos los fieles a participar positivamente en la construcción de una ciudad de comunión. «Todos los ciudadanos de nuestros países deben afrontar juntos dos desafíos fundamentales: la paz y la violencia. Las situaciones de guerras y conflictos que vivimos generan violencia y son aprovechados por el terrorismo mundial y las corrientes y movimientos extremistas de la región... La vocación de la Iglesia es el servicio... Debemos en todo momento dar testimonio con la vida, sin sincretismo ni relativismo, con humildad, respeto, sinceridad y amor»… Un auténtico programa de vida y de acción (...).
En Egipto, con la explosión del “movimiento por el cambio” llamado “revolución del 25 de enero”, mirábamos lo que sucedía con entusiasmo y optimismo. Era el inicio de una nueva etapa, marcada por la fraternidad, la cohesión social, la eliminación de barreras y discriminaciones religiosas. Hubo mil muertos y más de cinco mil heridos, un “precio” considerable, pero el objetivo se alcanzó en sólo dieciocho días. Objetivos sencillos, pero fundamentales: libertad, dignidad y justicia.
Lo mismo podemos decir de la manifestación de los coptos ante la sede de la televisión egipcia en el barrio de Maspero, en el centro de El Cairo. ¿Qué es lo que pedían? Nada más que derechos fundamentales: libertad de culto para la construcción de las iglesias necesarias, liberación de los detenidos cristianos durante la revolución y en varios episodios de ataques y violencia contra las iglesias y propiedades de los cristianos, y un Estado de derecho basado en la ciudadanía y la igualdad de derechos y deberes. Por desgracia, después de dos o tres semanas de revolución, llegaron los atentados contra los cristianos.
Ante todos estos hechos positivos y negativos, querría citar la conclusión de la “Relación”, donde los obispos declaran: «Debemos asumir nuestra vocación y nuestra misión de testimonio al servicio del hombre, de la sociedad y de nuestro país. Debemos trabajar todos juntos para preparar un nuevo amanecer en Oriente Medio». Éste es por tanto el acento final: construir juntos una “ciudad de la comunión”, preparar un nuevo amanecer en Oriente Medio, con confianza, esperanza y compromiso positivo, seguros de que Dios actúa para ayudar a todos los hombres de buena voluntad.
Se cuenta que un maestro de espiritualidad preguntó a su discípulo: ¿cuándo termina la noche y empieza el día? Con la aurora de la mañana, respondió éste. No, dijo el maestro. Entonces, ¿cómo es posible saberlo?, preguntó el discípulo. Delante de un hombre. Si ves en él a un hermano, ha llegado el día para ti, la noche ha terminado. Pero si ves en él a un extraño, es de noche en tu corazón y en ti el alba aún no se levanta.
Este amanecer necesita una revolución de amor en el corazón de cada uno de nosotros: en nuestros patriarcados, en nuestras iglesias y en todas nuestras instituciones cristianas, en nuestras mezquitas y en todas nuestras instituciones musulmanas. Ha sido fácil cambiar el régimen. Ahora somos nosotros los que debemos cambiar, desde dentro, en nuestras ideas, sentimientos y voluntad. De aquí podrá nacer un diálogo de corazón a corazón, que acerque a las personas y a los grupos, y que nos lleve a todos hacia una meta común: construir nuestro querido país sobre valores humanos, culturales y espirituales. Así podremos superar las diferencias, para trabajar mano con mano, en un nuevo espacio de belleza: el diálogo de la vida y de la comunión por la construcción de un Egipto moderno, decidido a continuar su historia de civilización con una nueva etapa de desarrollo científico, iluminada por la fe, la moral y la fraternidad.
Este amanecer llegará cuando sigamos el camino del diálogo sencillo y objetivo, en el reconocimiento, el respeto y la escucha del otro, sin voluntad de dominación, de imposición de una sola visión, ni de eliminación del que es diferente. Así viviremos nuestra verdadera identidad, la de ser todos hijos de Dios, hermanos en la humanidad, creados para conocernos, ayudarnos y amarnos unos a otros, creando una sociedad de paz, serenidad y fraternidad, afrontando lo que sucede sin miedo ni ansiedad, sino con confianza y coraje. Así el diálogo será el jardín de la belleza y la existencia, una inmensa certeza.