La ocasión de ir al fondo de la propia tradición

Isabel Almería

Poca gente sabe dónde está el pueblo de Lishnja; ciertamente no es la capital de grandes concilios eclesiásticos. Pero el Espíritu Santo sopla donde quiere y en esta pequeña villa de Ucrania, a 50 kilómetros de Kiev, ha querido mostrar, una vez más, el milagro de la unidad entre aquellos que se dejan conquistar por Él.
Unas 30 personas, ortodoxas y católicas, de diferentes nacionalidades (Ucrania, Rusia, Italia, España, Francia) y pertenecientes a movimientos distintos (CL, Punto Corazón, Centro San Clemente) se reunieron durante dos días a primeros de junio para compartir y testimoniarse los unos a los otros su propia experiencia cristiana.

¿De dónde ha nacido este encuentro?
En el año 2003 tiene lugar el primer Instituto de verano teológico en Kiev en la Kievskaja Pecerskaja Lavra. Konstantin Sigov, director de la editorial Duj y litera, es el organizador; Alexandr Filonenko, profesor de Teología y Filosofía en la Universidad de Jarkov, participa como docente, mientras que el padre Filaret, proveniente de Lishnja, acude como estudiante.
Viendo los frutos de este primer Instituto, el padre Filaret pide a Sigov que organice un Instituto similar en Lishnja. Esta propuesta nace de un deseo de construir un Instituto teológico inexistente hasta entonces en Ucrania. La teología no debe estar separada de la Iglesia: la teología es la vida actuada de la Iglesia.
Desde el inicio se dieron cuenta de que la parroquia de Lishnja era una parroquia muy viva donde la teología estaba íntimamente vinculada a la vida de la Iglesia y no era sólo una teoría relegada a la esfera del saber académico. Eran estos unos buenos cimientos sobre los que se construiría, en el año 2004 (también físicamente, pues las condiciones del edificio donde debería realizase el Instituto eran deplorables) el Instituto de Teología y el Centro San Clemente (2007), que reúne a estudiantes católicos y ortodoxos y cuenta además con un programa educativo infantil.
Por otro lado, Alexandr Filonenko, que había oído hablar de la casa de Punto Corazón, viaja a Kiev con el objetivo exclusivo de conocer a Aude Guillet, de la casa de Lvov (Ucrania). Bastaran unos minutos de diálogo para que ambos comprendieran que ése era el inicio de una profunda y fructífera amistad.

El hombre propone y Dios dispone
A las 16:00 del sábado, una hora después del horario previsto, comienza este inusual encuentro de movimientos, con la presentación de CL, a través del video 50 años de historia del movimiento. Una pausa para tomar el té, y a continuación Aude, de Punto Corazón, nos muestra cómo ha nacido y se ha desarrollado este carisma: «Punto Corazón no es tan grande como CL, pero para nosotros esta amistad es la oportunidad de ir sobre los hombros de un gigante. (…) El padre Thierry sentía la oración como un eco del grito de Cristo en la cruz y comprendía que la respuesta era una presencia, la presencia de María a los pies de la cruz. Punto Corazón está formado por voluntarios que quieren ser esta presencia allí donde se oye este grito. (…) Ofrecemos nuestra amistad a todo aquel que la necesita, pero no se trata de generosidad, porque si no está arraigada en la comunión de Cristo, la generosidad se marchita. Empezamos dedicándonos a los pobres, pero poco a poco, este pequeño “punto del corazón” nos ha ido abriendo a toda la realidad».
La cena dura un instante, porque no se puede llegar tarde al concierto de canciones populares ucranianas que nos ofrece el coro de las “parroquianas del padre Filaret” que, ataviadas con sus trajes regionales, nos llevan al corazón del pueblo ucraniano. Como respuesta, un espontáneo concierto de canciones populares italianas, desde los Alpes a Nápoles que, lejos de cerrar la velada, la abre a una sucesión de cantos que culminarán en torno a una fogata a altas horas de la noche.

El domingo inicia con una pequeña liturgia ortodoxa (de las 8:00 a las 12:00), después la comida prepara el camino a otra serie de testimonios. Katia Brovko, de la casa de los Memores Domini de Moscú, nos cuenta cómo el encuentro con el Movimiento despertó su fe, acercándola a la Iglesia Ortodoxa y a la vocación de los Memores Domini, y cómo estos dos hechos no han supuesto una contradicción, a pesar de lo que podría parecer al inicio, sino que han sido la oportunidad de ir, como siempre ha dicho don Giussani, al fondo de la propia tradición para poder descubrir la grandeza de la respuesta de Cristo a la propia vida.
Alexandr Filonenko parte del cuadro de Caravaggio La cena de Emaús, escogido como bandera de estos días, para explicar lo que supuso para él el encuentro con Comunión y Liberación. Los discípulos de Emaús se habían encontrado con Cristo, pero esto no fue suficiente para ellos, que, tras la muerte de Jesús, caminaban en la confusión. Es el mismo Cristo quien, saliendo a su encuentro de nuevo, les permite conocerlo. Filonenko afirma que nosotros queremos no sólo encontrarnos con Cristo, sino conocerlo realmente y, para ello, es fundamental hacer un camino que, en su experiencia, se identifica también con el camino propuesto por el movimiento de Comunión y Liberación.
Cerrando la cadena de testimonios, Lida y el padre Filaret, a través de un video y fotografías, nos acercan a la experiencia del Centro San Clemente, lugar de «comunión y diálogo entre culturas», donde se respira una verdadera comunión entre la Iglesia de Oriente y Occidente. Así ha sido para nosotros durante estos dos días de convivencia, en los que, como reza la canción que más se ha repetido (En el mar de la vida) «en esta barca hay sitio para todos (...) no existe la duda y el miedo desaparece porque la barca la gobierna Aquel que camina sobre las aguas».