La iglesia católica de Santa Catalina.

Por las calles de la ciudad, casi un siglo después

Fabrizio Rossi

Lo sucedido el domingo en San Petersburgo representa un acontecimiento histórico para su pequeña comunidad católica. El centro de la “Venecia del Norte”, atravesado por una procesión que no se veía desde hace casi un siglo. A la una de la tarde, cientos de fieles festejaban la solemnidad del Corpus recorriendo la célebre avenida Nevskij, desde la parroquia católica de Santa Catalina al Canal Griboedov.
Guiando la procesión, monseñor Paolo Pezzi, arzobispo de la Madre de Dios en Moscú, quien ha afirmado en declaraciones a Radio Vaticana: «Nosotros mismos hemos quedado sorprendidos de que se nos dé esta posibilidad, siendo ésta una de las principales, si no la principal, arteria de la ciudad». En otras palabras, se trata de un reconocimiento por parte de la ciudad de la importancia que este gesto tiene para la Iglesia católica. Es algo que no sucedía desde el 30 de mayo de 1918; la vida de la comunidad católica nunca ha sido fácil. «Bajo el régimen del zar, ni siquiera podían sonar las campanas», explica el historiador Aleksandr Shiker. «Y la única procesión permitida para el Corpus era la que tenía lugar entre los muros del cementerio católico».
¿Qué valor tiene, por tanto, este acontecimiento? «Implica por nuestra parte una responsabilidad», afirma monseñor Pezzi: «La de mostrar cómo un gesto de fe es capaz de dar un testimonio de belleza y positividad para la vida en medio de la ciudad».