Monseñor Paolo Pezzi.

Nosotros, la Pascua y los hermanos ortodoxos

Marta Allevato

Momento de «reflexión con los hermanos ortodoxos sobre el patrimonio de fe que podemos testimoniar juntos» en el mundo contemporáneo y ocasión para preparar una «nueva evangelización» de la comunidad, que necesita «nuevos impulsos» y «arraigo» en la sociedad. Así describe en Asia News la Pascua de la minoría católica en Rusia el arzobispo de la Madre de Dios en Moscú, monseñor Paolo Pezzi, que señala los objetivos del diálogo ecuménico y cuenta las dificultades y logros de la colaboración con el Patriarcado de Moscú. Por segundo año consecutivo, la festividad coincide en las dos Iglesias, que usan calendarios diferentes.
Aunque incluso cuando la Pascua difiere en ambas comunidades son posibles numerosos encuentros y contactos entre los líderes espirituales durante el periodo de la Semana Santa, la posiblidad de festejarla al mismo tiempo tiene grandes ventajas. «En primer lugar», explica monseñor Pezzi, «se hace más fácil, incluso en la diversidad, entender y vivir un mismo testimonio. Favorece, por tanto, la conciencia de que tenemos un tesoro de fe común y que las diferencias entre nosotros no son necesariamente una barrera, sino un posible enriquecimiento recíproco». Por eso, el arzobispo confía en que pueda llegar un día en que compartan un «calendario común» o en que se fije al menos la misma fecha para las principales fiestas religiosas en Rusia.
El periodo pascual lleva en sí mismo, por definición, el concepto de renacimiento, también si hablamos de un nuevo clima en las relaciones entre ambas Iglesias. Para los católicos de Rusia, «el cambio no residirá tanto en una serie de nuevas condiciones en la vida de la comunidad», sino en una renovación de la fe vinculada a la Resurrección misma, «memoria no de uno que ha vuelto a la vida para volver a morir, sino de uno que ha resucitado para entrar en una dimensión en la que es posible encontrarlo y tener con Él una relación capaz de cambiar la vida».
La llegada del nuevo nuncio ha sido una ocasión para señalar los objetivos futuros, «no quisiera hablar de desafíos, un término que no me gusta», de la Iglesia católica en este país. Monseñor Pezzi identifica tres ámbitos en los que se debe seguir trabajando, recogiendo la herencia de los anteriores “embajadores vaticanos”. «La atención y la organización, desde el punto de vista de las estructuras, de la Iglesia católica sobre el terreno; la relación indispensable con los ortodoxos, antes incluso que con otras confesiones religiosas, y por último la relación con la sociedad civil y el Estado. La comunidad católica», destaca el arzobispo, «necesita por una parte una nueva evangelización y por otra, un arraigo en la fe con una presencia constructiva de hombres de fe en la sociedad en la que vivimos». En este sentido, el nuevo nuncio «puede ser una gran ayuda». Igual que en las relaciones con el Patriarcado de Moscú, con el que es necesario «incrementar un testimonio común» en la sociedad. En esto, paradójicamente, «los católicos pueden hacer una contribución mayor»; justamente por ser una pequeña minoría «se hace más evidente que lo que nos mueve no puede ser otra cosa que el testimonio de un hecho». En una Rusia dominada durante décadas por el ateísmo de Estado y que sólo desde finales de los años noventa vive un renacimiento espiritual, las intervenciones de la Iglesia ortodoxa en cuestiones sociales son denunciadas como ingerencias y miradas con desconfianza por aquellos que la conciben como un mero instrumento de la propaganda del poder político. «Por ahora, existe una tolerancia general por parte de la opinión pública, pero cuando la Iglesia ortodoxa se convierta en una presencia real, no sólo superficial, en la sociedad, los ataques serán muy fuertes», advierte monseñor Pezzi.
También por esta razón, un testimonio común respondería a las exigencias de ambas iglesias. El obispo confirma un clima cada vez mejor en la colaboración con los ortodoxos, que «se concreta sobre todo en el ámbito cultural y de un modo creciente en el de la caridad y el de la familia. Hay intercambios de alumnos entre las Universidad Católica de Milán y la San Tikon de Moscú», relata el prelado. «Y una colaboración entre el seminario católico y la Academia ortodoxa de San Petersburgo». La pastoral de la familia es otro campo de acción común bien coordinada entre parroquias católicas y ortodoxas. «Nos confrontamos sobre cómo ayudar a las familias con problemas de drogas o alcoholismo, y se lleva a cabo un programa de ayuda material a través de centros familiares, como los de Moscú y Kaliningrado. Iniciativas de caridad en favor de los que están solos, de los niños de la calle, de los enfermos de SIDA o de las personas sin hogar son otro ámbito en el que podemos potenciar proyectos comunes».
Más delicado es el sector de la educación. «Aquí», explica monseñor Pezzi, «nos encontramos aún con dificultades debidas a la incomprensión y a un conocimiento común que hay que profundizar». Pero el tiempo de las acusaciones de proselitismo «ya han quedado atrás y en Rusia hay ejemplos de escuelas elementales y guarderías católicas reconocidas, como las de Novosibirsk y Tomsk», cuenta monseñor Pezzi. Que va más allá, sin excluir siquiera la posibilidad de que algún día en los pupitres de las escuelas rusas se pueda enseñar también la religión católica. «Dada nuestra exigua presencia en el país, la religión católica no aparece directamente en los proyectos (aún experimentales) de enseñanza de los fundamentos de la cultura religiosa, pero si se presentara un número razonable de alumnos que hiciera pensar en la hipótesis de una enseñanza alternativa a la prevista hoy, sería una posible petición que podríamos plantear».
Publicado en Asia News