Una presencia que construye la paz
Los cristianos de Tierra Santa “nos recuerdan el vínculo concreto, visible y tangible con lo que sucedió hace 2000 años”. Esta afirmación del padre Pierbattista Pizzaballa, Custodio de Tierra Santa, sintetiza el contenido de un acto celebrado en Roma en el Campidoglio, bajo el título “El testimonio cristiano al servicio de la paz”. Una iniciativa conjunta con ocasión del Sínodo de los obispos de Oriente Medio, en la que han colaborado el Ayuntamiento de Roma, Radio Vaticana, el Ministerio Italiano de Exteriores y el Centro Internacional de Comunión y Liberación.
La andadura del cristianismo sigue un recorrido insólito. Nacido en Oriente Medio, alcanza en Roma su dimensión universal y, desde aquí, puede volver de nuevo a Oriente Medio. Lo observa el padre Federico Lombardi, director de la oficina de prensa vaticana: “Esta vocación histórica que tiene Roma”, ya que aquí los cristianos tuvieron por primera vez la libertad para vivir su fe, dirige nuestra mirada de nuevo hacia Oriente para entender el “verdadero significado del ejercicio pleno de la libertad religiosa, de la libertad de conciencia y de una auténtica ciudadanía”.
En la mesa, Franco Frattini, ministro de Exteriores, muy aplaudido por sus menciones a la libertad religiosa, que no atañe a una mera “cuestión colectiva, sino personal”. Ante los patriarcas orientales, sentados en primera fila, el ministro denuncia la “cristianofobia” y exhorta a los cristianos a “ser conscientes del valor esencial que tiene su presencia en Oriente Medio”. Un “valor” que sólo se puede comprender a fondo a la luz una fe vivida “sin rebajas”. En este punto se ha centrado la intervención de Julián Carrón, presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación, ante un auditorio variopinto: muchos amigos, varios periodistas y algún curioso. Entre los ponentes, moderados por Roberto Fontolán, también se encuentra el alcalde, Gianni Alemanno, que invita a la ciudad de Roma a “no ignorar el mensaje del Sínodo”, ilustrado brevemente por su secretario general, mons. Nikola Eterovic.
“Cada vez es más urgente”, subraya Carrón, “una educación en la fe que muestre la pertinencia de la fe con las exigencias de la vida y su capacidad de responder a los retos de nuestro tiempo”. Retos que para Frattini son “el ateísmo, el materialismo y el relativismo”, que “junto al fundamentalismo, amenazan a la sociedad”. Y que según los patriarcas, que al final toman la palabra para describir la situación de sus respectivos países, tienen consecuencias económicas, políticas, culturales y también en ámbito de la libertad religiosa. En esta situación concreta, con todas sus dificultades, “el cristianismo está llamado a mostrar su verdad”, afirma Carrón, “es decir, su capacidad para despertar a la persona y salvar el alcance de su humanidad. Nuestro desafío a la hora de llevar el anuncio cristiano es vivir el contenido de la fe de tal forma que pueda mostrar su relevancia antropológica”.
Pero, ¿por dónde empezar? “La persona se descubre a sí misma en un encuentro vivo” en el que halla “los motivos que hoy hacen razonable y conveniente su adhesión a Cristo”. Y sólo una realidad viviente puede sostener “las razones adecuadas para quedarse a vivir en un clima extremadamente difícil y ofrecer una contribución decisiva a la causa de la paz”.
Esta contribución, observa Pizzaballa, es lo que hace “vital y creativa” a la minoría cristiana que vive en esta tierra y que es protagonista de tantas obras que prestan un servicio a la sociedad. Esto hace de los cristianos no tanto una fuerza para la paz “política”, sino una “presencia” que “testimonia que ya se puede vivir en paz incluso en Oriente Medio”.
“¡No nos dejéis solos!”, es el ruego que ha dirigido a todos el patriarca de Jerusalén, Fouad Twal.