Las piedras vivas de Oriente Medio
Rostros oscuros con los ojos cerrados, decenas de manos alzadas con rosarios. Son indios que han emigrado a Arabia Saudí, la “iglesia” en la que rezan es un garaje en una ciudad dormitorio. Poco más allá, una multitud de creyentes alrededor de un crucifijo en una parroquia de Gaza. Y, al lado, un hombre de rodillas en un cementerio de la estepa de Azerbaiyán.
Son sólo algunas de las imágenes de la exposición Abana - Padre Nostro, que se puede ver en Roma durante este mes, promovida por la Custodia de Tierra Santa y Ediciones Tierra Santa con motivo del Sínodo sobre Oriente Medio. Una serie de vídeos y reportajes sobre las comunidades cristianas de Israel y los territorios palestinos, la Península Arábiga, Irán, con datos y testimonios sobre la presencia de los fieles en estos países y sus condiciones de vida.
La exposición, inaugurada por el padre Pierbattista Pizzaballa, custodio de Tierra Santa, es sólo una parte de un evento cultural más amplio, titulado “Miradas a los cristianos de Oriente Medio”, en el que participan obispos, escritores, religiosos y periodistas. Dos semanas de iniciativas, entre ellas presentaciones de libros, documentales sobre testimonios, como el de Monseños Luigi Padovese, el vicario apostólico de Anatolia asesinado el pasado mes de junio, y encuentros sobre obras cristianas en el ámbito de la educación y de la sanidad.
“En la fase organizativa hemos notado que hay un gran deseo de conocer Oriente Medio, pero también Oriente Medio desea darse a conocer”, declara Carlo Giorgi, redactor de Ediciones Tierra Santa.
En el origen de esta iniciativa, y del Síndono, está la peregrinación de Benedicto XVI a Tierra Santa en mayo de 2009. Durante aquellos cinco días en Jerusalén, Nazaret y Belén, el Papa habló con líderes políticos y religiosos, pero sobre todo se encontró con las comunidades cristianas. “Su situación en Oriente Medio es problemática”, explica Giuseppe Caffulli, director del bimestral Terra Santa. “Es una pequeña minoría, frágil y dispersa, pero llena de esperanza. Y la visita del Papa les infundió apoyo y ánimo”. Al volver, Benedicto XVI decidió convocar para el año siguiente una Asamblea especial del Síndono de los obispos de Oriente Medio. Una decisión de la que hoy el padre Pizzaballa habla así: “Es el primer Sínodo no continental, dedicado a una sola región. Es un signo concreto de hasta qué punto la Iglesia es cercana a esta realidad tan problemática. Los cristianos de la región son famosos por el hecho de que, aun siendo pocos, no siempre están unidos. Por eso la comunión podría ser una importante línea de trabajo”. De ahí la idea de organizar, coincidiendo con el Sínodo, una serie de encuentros que no se limitaran a una profundización histórico-geográfica sino que fueran, en palabras de Giorgi, “una ocasión para hacer visibles las piedras vivas que hay en Tierra Santa”. Piedras que, a pesar de las dificultades, no se quieren ir de allí.