Ecumenismo real

Giovanna Parravicini

El encuentro celebrado en el Meeting bajo la provocadora cita de Dostoievski, “Un hombre culto, un europeo de nuestros días, ¿puede creer, creer verdaderamente en la divinidad de Jesucristo, el Hijo de Dios?”, ha resultado ser mucho más de lo que se esperaba, más que un interesante encuentro cultural o una estimulante confrontación entre dos formas diferentes de vivir la tradición cristiana.
Ha sido un acontecimiento conmovedor porque, más allá de la riqueza de las intuiciones y reflexiones expuestas por los dos protagonistas del encuentro, el metropolita Filaret, exarca patriarcal de Bielorrusia; y el cardenal Peter Erdö, primado de Hungría y presidente de la Conferencia Episcopal Europea, ha puesto delante de miles de personas con una claridad desarmante el hecho inaudito, milagroso, de la unidad que ya existe en Cristo.
Una unidad que no teme la fragilidad humana, ni el peso de las incertidumbres o las dudas que nos acompañan, así es el “intelectual moderno”, tan finamente descrito por el cardenal Erdö, que no se detiene ni siquiera frente a la posesión diabólica que parece afectar a la humanidad actual, según la imagen de la parábola evangélica elegida por el metropolita Filaret para ilustrar la condición de la conciencia europea de nuestros días.
«“Todo es posible para el que cree” y “¡Creo, Señor! Ven a ayudarme en mi incredulidad”: esta provocación de Dios al hombre y esta respuesta del hombre a Dios representan el modelo universal de la relación con Dios», ha afirmado el metropolita Filaret. Un encuentro conmovedor y lleno de estupor entre el hombre y Dios porque, como ha subrayado el cardenal Erdö, “lo que menos nos podíamos imaginar es que Dios se hiciera carne, que tomara forma humana para que nosotros lo pudiéramos encontrar de la forma más adecuada a la capacidad del ser humano”.
Filaret y Erdö, dos hombres que hasta pocas horas antes de este encuentro no se conocían y que pueden estar muy distanciados entre sí, por su historia, por su formación, por su mentalidad, pero su actitud ha sido otra, han pasado de ser dos altos representantes de dos iglesias con una historia convulsa en sus relaciones ecuménicas pasadas, a ser dos hombres profundamente unidos, amigos, simplemente porque están apasionados por Cristo y por su tarea misionera.
Al recorrer el inmenso salón donde más de 11.000 personas se dieron cita para recibirle, conmovidas y en pie, el metropolita se ha dirigido al cardenal diciéndole: “Si me preguntan qué es la unidad, de ahora en adelante responderé: ¡id a Rimini, al Meeting, y la veréis!”.
Publicado en Il Sussidiario