"No temas"

Mes de Mayo
Carmen Pérez

No temas. Una de las primeras frases del Evangelio. No temas María. No temas José. No temas ni por lo humano, ni por lo divino. Ante la propuesta de la misión de cada uno, de la vocación, de lo que acontezca en la vida diaria del creyente: No temas. Ni tampoco por la magnificencia, infinitud, sublimidad de Dios. Para lo que no tenemos más referencia que lo que el mismo Dios ha querido comunicarnos a través de los gestos y hechos con los que se relaciona con nosotros, los seres que ha creado a su imagen y semejanza. Los cristianos empezamos el mes de mayo muy bien. Muy entrañable y familiarmente bien. Celebramos a San José Obrero. Y el mes de mayo, para muchos de nosotros, tiene un nombre, mes de María. Y siempre lo celebramos en plena alegría pascual. Realmente para el que tenga razón para pensar, corazón para sentir, ojos para ver, el cristianismo es lo más humano y cercano al hombre. Es para admirarnos de su propia grandeza y sencillez.

No temas, una expresión del comienzo del Evangelio de Lucas dirigida a María. Y del Evangelio de S. Mateo dirigida a S. José. “No temas” ante la llamada y la vida que se te presenta. Todo ser humano ha de arrancar de un reconocimiento de su pequeñez, y de asombro y estupor ante la propuesta de la vida a la que Dios le llama. Jesucristo lo dice constantemente a los que le escuchan: No temáis. El misterio de Cristo, aunque por una parte nos desconcierte y por otra nos exceda en su inmensidad, es también el nuestro. Lo que se realizó en Cristo tiene realizarse en cada uno de sus miembros. Empezando evidentemente por María y José. Encarnación, muerte y resurrección: enraizamiento, desapego y transfiguración. No hay espiritualidad cristiana que no implique este ritmo en tres tiempos, como decía Henry de Lubac. El cristianismo ha de penetrar en lo más profundo de las realidades humanas a través de cada uno de nosotros.

No temas. Es una expresión que nos hemos de repetir en nuestro interior. Así empezó la vida de la primera familia cristiana. A cada uno de sus miembros se le dijo: No temas. Y como Dios viene a salvarnos, a inspirarnos amor, verdad, bien, en su grandeza, se empequeñece. Todo empieza de esta manera tan sencillamente grandiosa y milagrosa para una pareja de jóvenes: María, una desconocida muchacha y José un sencillo trabajador. No temáis, son las mismas palabras que el ángel de la resurrección dirigió a las mujeres en el sepulcro vacío. Palabras que todos reconocemos como lema de Juan Pablo II desde el inicio de su ministerio. Palabras que siempre pronunció plenamente convencido y lleno de firmeza. Lo recordamos. Seis días después de su elección, el 22 de octubre de 1978, el Papa Juan Pablo II celebraba la Misa de inicio de su pontificado. En el corazón de todos los creyentes resuenan ya para siempre sus palabras: “¡No tengáis miedo, abrid, más aún, abrid de par en par las puertas a Cristo!”.

No tengamos miedo ni de nosotros mismos ni de los demás. Convencidos de nuestra pequeñez, de nuestros pecados, sentimos la propuesta como la sintieron María y José, como la han sentido tantos y tantos a lo largo de la historia. Ahí está la Iglesia, pecadora en cada uno de nosotros, pero redentora por su fundador, por Cristo alfa y omega de todo lo creado. No nos asuste tampoco la inconmensurabilidad a la que hemos sido llamados. Así empezó la historia del cristianismo, y en realidad toda la historia humana. No temas María, porque has hallado gracias delante de Dios. José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer, porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo.
Esto acontece una y otra vez en la historia del cristianismo, en cada ser humano puede acontecer. No temas. No temáis. Puede realizarse en nosotros. Esta es nuestra libertad, y para esto hemos nacido para libremente decir cada uno en su situación: hágase en mí según tu palabra. José hizo lo que el Ángel le había mandado, tomó consigo a su mujer y a su hijo y le puso por nombre Jesús. Hay que dirigir la mirada al único horizonte de esperanza que es el Señor Jesús, vencedor de todo mal y de todo pecado, autor de una nueva creación. No tengáis miedo abrid las puertas al Redentor nos sigue diciendo Juan Pablo II, y ahora Benedicto XVI: “¿No es más grande el amor de Dios que todo lo que pueda pasar? ¿Hay alguna situación que no haya sido redimida?”.
Dolor, sufrimiento y reparación por la indignidad de lo que unos y otros hacemos. Alegría y alabanza por las personas en las que Él demuestra su grandeza. No hemos de asustarnos de Dios, no viene a quitarnos nada, a amenazarnos, viene a hacerse uno de nosotros para salvarnos. Por eso empieza así la historia del cristianismo: No temas María, no temas José.