La clave de nuestra felicidad

VIAJE A MALTA DE BENEDICTO XVI
Redacción

Tras saludar y mostrar su agradecimiento al presidente de la República y a la señora Abela, a las autoridades y a todo el pueblo de Malta, el Santo Padre señaló que desde su llegada ha experimentado la bienvenida calurosa que sus antepasados dieron al apóstol Pablo en el año sesenta. Refiriéndose a la especificidad histórica y cultural que caracteriza a estos pueblos, ha puesto de relieve el benéfico discernimiento que han sabido ejercer a lo largo de su historia. Acogiendo a muchos viajeros y ofreciendo hospitalidad, en un intercambio de dones, sin olvidar sus propios valores, afianzados en la Iglesia de Cristo y en el Evangelio.
Comentando el episodio del Evangelio de este domingo – cuando los discípulos, pescadores expertos, habiendo bregado toda la noche, no consiguieron un solo pez – el Papa recordó que presentándose en la orilla, Jesús les dijo dónde echar las redes y la pesca fue tan grande que apenas podían sacarla. Abandonados a sí mismos, sus esfuerzos resultaron inútiles; cuando Jesús se puso a su lado, y ellos pusieron su confianza en Él lograron una multitud de peces.
Comentando el naufragio de Pablo en la costa de Malta, el Papa destacó la calurosa acogida que le dispensaron sus gentes. La tripulación del barco, para salir del apuro, se vio obligada a tirar por la borda el cargamento, los aparejos e incluso el trigo, que era su único sustento. Y Pablo les exhortó a poner su confianza sólo en Dios, mientras la nave era zarandeada por las olas: «También nosotros debemos poner nuestra confianza sólo en Dios. Nos sentimos tentados por la idea de que la avanzada tecnología de hoy puede responder a todas nuestras necesidades y nos salva de todos los peligros que nos acechan. Pero no es así. (…) En cada momento dependemos completamente de Dios, en quien vivimos, nos movemos y existimos. Sólo él nos puede proteger del mal, sólo él puede guiarnos a través de las tormentas de la vida, sólo él puede llevarnos a un lugar seguro, como lo hizo con Pablo y sus compañeros a la deriva ante las costas de Malta. (…) Más que cualquier bagaje que podamos tener con nosotros –nuestros logros humanos, nuestras posesiones, nuestra tecnología–, lo que nos da la clave de nuestra felicidad y realización humana es nuestra relación con el Señor. Y él nos llama a una relación de amor».
Durante la Pasión de nuestro Señor, Pedro lo negó tres veces. Ahora, después de la resurrección, Jesús lo insta por tres veces a confesar su amor, ofreciendo así el perdón y la salvación, y confiándole al mismo tiempo la misión, ha recordado Benedicto XVI, añadiendo que el diálogo entre Pedro y Jesús subraya «la necesidad de la misericordia divina para curar las heridas espirituales, las heridas del pecado. En cada ámbito de nuestras vidas, necesitamos la ayuda de la gracia de Dios. Con él, podemos hacer todo; sin él no podemos hacer nada».
Naufragios y traiciones. Benedicto XVI nos enseña que todo es realmente gracia y promesa de curación. También los ataques del mundo pueden servir para «purificarnos de nuestros errores y reforzar nuestras virtudes, de modo que podamos tener vida en abundancia».