Se hizo chino entre los chinos

CHINA / Exposición
Melita Ramírez

Desde el pasado mes de febrero, se expone en Pekín una muestra dedicada al jesuita Mateo Ricci (1552 - 1610), en el cuarto centenario de su muerte. La muestra viajará también a Shangai, Nanchín, Macao y, finalmente, a Seúl.

Mateo Ricci es uno de los poquísimos extranjeros promovidos entre los padres de la historia china. En el Millenium Center de Pekín, edificio inmenso que celebra las grandezas de la nación, en el gigantesco relieve en mármoles policromos dedicado a la historia de China, desde el primer emperador a los protagonistas del siglo XX, hay sólo dos imágenes de extranjeros, ambos italianos. Uno es Marco Polo en la corte de Kubilai Khan, el otro precisamente es Mateo Ricci, que vestido de mandarín confuciano escudriña el cielo.
A fines del pasado mes de octubre, en la Universidad del Pueblo de Pekín, Mateo Ricci estuvo también al centro del interés de los estudiosos que han tomado parte en un gran congreso internacional de sinología. Es más, se le considera el iniciador de esta disciplina. Yang Huilin ha sido el promotor del congreso, vice-rector de la Universidad del Pueblo y uno de los más férreos estudiosos del cristianismo en China. Han tomado la palabra en el congreso Hans Küng, en cuanto autor de estudios sobre las religiones chinas, y el italiano Gianni Criveller, del Pontificio Instituto para las Misiones Extranjeras, con una ponencia sobre las modalidades adoptadas por los jesuitas llegados a China luego de Mateo Ricci para representar en imágenes la fe cristiana íntegramente.
El congreso de sinología se concluyó en modo emblemático: con una cena en la Ciudad Prohibida, sede del trono imperial pero también epicentro de la obra de numerosos misioneros de los siglos XVII y XVIII. Mateo Ricci, Li Madou para los chinos, está sepultado no lejos de allí.
Cuando Mateo Ricci entró en la Compañía de Jesús corría el año 1571, en año de la batalla de Lepanto, cuando la flota cristiana detuvo el asalto de los turcos a Europa. Pero el espíritu que movió al joven jesuita no fue el de un cristianismo en estado de asedio. Todo lo contrario.

Antonio Paolucci, director de los Museos Vaticanos, habló de la audacia misionera de Mateo Ricci, al inaugurar la muestra en Roma.
«Junto a la buena nueva cristiana Li Madou llevó a China la geometría de Euclides, la astronomía, la mecánica, la cartografía. Llevó el De amicitia de Cicerón trascrito por él en un delicioso librito mandarín dedicado a un alto dignatario un poco confuciano, un poco animista, un poco cristianizante. Llevó pues la cultura de Occidente, significada en la muestra por astrolabios, planetarios, mapas geográficos de la ciudad y del imperio.
Llevó también, naturalmente, la doctrina cristiana. Pero lo hizo usando para allanar el camino a la ciencia y la técnica, patrimonio compartido por Occidente y Oriente, y moviéndose en cada caso con mano ligera, con extraordinaria capacidad mimética, con respeto absoluto y exquisito por la cultura y por las tradiciones del país que había decidido hacer suyo.
Se hizo chino entre los chinos, asumió también en los vestidos la iconografía del funcionario imperial, fue ceremonioso e indirecto, hiperbólico y burocrático, poético y pragmático como la costumbre y la etiqueta lo requerían.
Si no se hubiera comportado en este modo no habría tenido los honores que la China moderna le reconoce y que nos permite colocarlo, de verdad, en las cimas de la historia.
Una historia demasiado interrumpida, pero que hoy, en tiempos de integración fundada en el diálogo y por lo tanto en el respeto y en el conocimiento, parece más que nunca actual». Está abierta la causa de beatificación de Mateo Ricci.



MATEO RICCI
Breve biografía
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(www.jesuitas.es/pages/compaF1EDa-de-jesFAs/jesuitas/mateo-ricci.php)

Mateo Ricci (cuyo nombre chino fue LI Madou) nació en Macerata (Italia) el 6 de octubre de 1552 y murió en Pekín el 11 de mayo de 1610. Nació en una de las familias más destacadas de Macerata y entró en la Compañía de Jesús, pese a la oposición de su padre, en 1571. Después del noviciado estudió matemáticas y geografía en el colegio Romano, bajo la dirección del matemático P. Christophours Clavius, jesuita. Estos conocimientos incluían la astronomía y las ciencias exactas y se interesó por la construcción de relojes mecánicos y de sol, esferas y astrolabios, conocimientos, estos últimos, que le serían muy útiles para llegar hasta el mismo emperador de China. Fue enviado a China donde se establece en 1583, junto al jesuita Michele Ruggieri, en Zhaoqing, construyendo una casa y una capilla, el primer puesto misional jesuita en China.

Fue bien recibido por académicos y eruditos por sus altos conocimientos en varias materias y ganó influencias y amistades. Cuando el tiempo lo permitió abrió en Nanking una residencia. Su deseo era llegar hasta Pekín pensando que la conversión de China debería comenzar por la de Emperador y las clases altas. No sin numerosos problemas, llegaría a ser recibido por el emperador de China, Wan Li, en 1601.

En 1604, cuando la misión de China se hizo independiente de la provincia jesuita del Japón, Ricci fue su primer superior. Sin embargo, su método de adaptación cultural encontró oposición dentro y fuera de la Compañía de Jesús. Para Ricci, la acomodación de las prácticas (que no de la sustancia) de la religión cristiana a las situaciones concretas chinas era algo absolutamente necesario. La desaprobación de su método creció tras su muerte y se llegaría a la que es llamada la “controversia de los ritos chinos”.

Cuando Ricci murió, la misión jesuita de China contaba con 8 misioneros y 8 hermanos coadjutores chinos que trabajaban en cuatro residencias y un puesto misional. Los cristianos de Pekín eran 150 y los de China 2.500.

Llamado por los chinos como “el hombre sabio de occidente” y por importantes historiadores como “el intermediario cultural más sobresaliente de todos los tiempos entre China y occidente”, Ricci compuso unos 20 libros, científicos, de religión y temas morales. Como astrónomo preparó un calendario más exacto, importantísimo en la vida de la nación, predijo eclipses y confeccionó mapas como jamás se habían visto en China. Introdujo grandes desarrollos en matemáticas aplicables a los chinos y en 1600 publicó los primeros mapas de China conocidos en Occidente. Tradujo los Cuatro Libros de Confucio al latín e ideó el primer sistema para transcribir el idioma chino en letras romanas.

Su éxito se debió a sus cualidades personales, a su completa adaptación a las costumbres chinas y a sus conocimientos en las ciencias.