«Mi amigo Dante»

Para muchos, el confinamiento ha sido una selva oscura. Otros lo envidian porque encontró la felicidad. ¿Qué dice a los jóvenes este gran poeta?
Luca Fiore

«Un chico que está cuadrado, en forma, uno de esos que no te gustaría encontrarte por la noche… Después de ver en clase el Canto de Paolo y Francesca me persiguió por el pasillo para preguntarme: “Pero profe, ¿es que salir con las chicas como hacemos nosotros está mal?”». Stefano da clase en Scandiano (Reggio Emilia), en un instituto público profesional. Dirección de mantenimiento y asistencia técnica. Dice que sus alumnos nunca han leído un libro de principio a fin, en toda su vida. Tampoco tienen ni idea de lo que es el cristianismo. Pero al empezar el cuarto curo, después de estudiar el Infierno, ellos mismos piden seguir adelante con el Purgatorio. «Reaccionan inmediatamente a lo que leen. No tienen ninguna preocupación intelectual, como los alumnos que tenía en el liceo. No son capaces de quedarse callados y te preguntan: “¿Por qué se puede acabar en el infierno por amor? ¿Es que la violencia con los demás también me puede hacer daño a mí? ¿Por qué algunos asesinos tienen castigos más leves que los mentirosos? ¿Mentir es peor que matar? ¿Es cierto que la verdad tiene que ver con el valor?”. Descubren una manera totalmente distinta de concebir la vida».

Dante sigue hablando a los jóvenes. No es un eslogan docente para celebrar el séptimo centenario de un poeta que es supremo por definición. No habla a los jóvenes porque lo digan los seguidores de Roberto Benigni en la televisión ni porque sea uno de los padres de la patria italiana. Sino porque lo hemos visto hablando con ellos. Hemos ido a verlos, con la reserva propia del periodista escéptico con la ceja arqueada. Hemos hecho esta visita en el marco de la vigésima edición de los Coloquios Florentinos, este año dedicados (¿acaso podía ser de otra manera?) justamente al gran poeta, con un título que, durante estos meses tan marcados por el Covid, a muchos podría parecerles una tomadura de pelo, “Mas por tratar del bien que allí encontré…”.
Los Coloquios Florentinos son una manifestación que, si no existiera, uno nunca lo creería. Más de tres mil chavales de toda Italia que, fuera del horario escolar, libremente, se ponen a leer, por pequeños grupos, a un autor de la literatura italiana y escriben una tesina. Luego, durante un fin de semana de marzo (al menos antes de la pandemia), se juntan todos en el Nelson Mandela Forum de Florencia para escuchar conferencias sobre dicho autor y asistir a la entrega de premios para los mejores trabajos. Podrían dedicarse a hacer otras cosas. En cambio, hasta el confinamiento las cifras no dejaban de crecer. Este año se ha celebrado todo online, con la final y los premios del 18 al 20 de marzo. En estos veinte años han hablado de Montale, Pavese, Leopardi. Pero también de Verga, Pirandello, Foscolo. El método es muy claro: nada de manuales, se trabaja con los textos. Se trata de encontrarse con la obra de arte tal como se presenta. Sin demasiadas simplificaciones. No se trata a los chavales como lectores de serie B.

Ilustración de Gabriele Dell’Otto para el primer Canto del Paraíso de Dante Alighieri, en la edición comentada de Franco Nembrini que Mondadori publicará en septiembre

Hemos intentado hablar con algunas de estas rara avis, aunque tal vez no sean tan raras. Por Zoom, obviamente. Hemos pedido un último sacrificio a estos chavales en un momento en que probablemente les apetece cualquier cosa menos otro encuentro más online. Pero han aceptado. La pregunta era sencilla: «¿Cómo habla Dante a tu vida? ¿Qué has aprendido este año de trabajo sobre su obra?».
Giulia, Chiara y Matteo estudian en el liceo clásico Mariano Buratti de Viterbo. Giulia, que está en cuarto, dice: «Me gusta que Dante logre perdonarse a sí mismo. Solemos ser demasiado duros con nuestras debilidades. Pero el perdón es necesario para decidir ponerse en movimiento y cambiar. El año pasado todo me parecía un obstáculo insuperable. Hoy lo es menos». Cuando hablan de “el año pasado” es fácil entender que se refieren al confinamiento. Es un tema recurrente en nuestras conversaciones. Para estos chavales es imposible no ver en la “selva oscura” una imagen de estos meses en casa con todo a distancia. Dice Chiara: «En este tiempo vuelve a mi mente el “miserere di me” que Dante grita cuando se pierde en la selva. Es difícil fiarse. Necesitamos sentirnos comprendidos y a salvo. Recuerdo esas palabras cuando creo que el mundo entero está en mi contra». A Matteo, en cambio, la lectura de la Divina comedia le ha ayudado a reconocer cuáles son los deseos que vale la pena perseguir, cuáles son las cosas que importan, las amistades verdaderas, el contacto humano. «Ahora yo también puedo usar con Dante las palabras que él dirige a Virgilio: “Me ha llenado de bríos tu relato, siento mi corazón fortalecido”. Con tus palabras, has dispuesto mi corazón hacia el deseo». Al otro lado de la pantalla, los chavales aluden a sentimientos personales de los que no se atreverían a hablar con un desconocido. Solo puedes imaginar qué será lo que sucede en su corazón, encerrados en casa, con el mundo entero ahí fuera.

Noha está en cuarto curso del liceo lingüístico Rosmini de Grosseto: «Me siento un poco como Ulises. Durante estos meses de aislamiento he intentado afrontar mis problemas yo sola y he naufragado. A veces pienso en los juncos de los que Dante habla al final del primer Canto del Purgatorio. Son plantas humildes, que se pliegan con el roce del viento. En cambio yo, como no me quiero plegar, me rompo». Silvia es una compañera suya de clase a la que también le está costando este curso. «Espero que en medio de todo este mal que nos está causando el Covid, podamos encontrar algo positivo. No quiero rendirme. Cada vez que me siento mal, aparece este verso que me persigue: “Mas por tratar del bien que allí encontré”. No es solo por el Covid. Hay algo que toca una parte de nosotros mismos que habíamos olvidado. Si de verdad nos paráramos a pensarlo, creo que nadie podría contener las lágrimas». Andrea es una chica de tercero que últimamente ha hablado mucho de estas cosas con su compañera Lisa. «Dante se ha hecho amigo mío. Me ayuda en momentos de dificultad porque sabe más que yo. Se parece a mí en algo: es muy curioso. Quiere conocer la historia de todos los que se encuentra por el camino. También me gusta porque nunca juzga antes de escuchar». Lisa añade: «Dante transmite muchas emociones. Me encanta la dulzura con que habla de los dolientes, la pena que siente por ellos». Lo compara con un episodio de su historia personal. «Me impresiona cómo habla de Brunetto Latini, su maestro. Yo me crie con mis abuelos y ese encuentro me recuerda cuando, hace un par de años, fui a visitar a mi abuelo al hospital. Estaba semidesnudo, demacrado, casi irreconocible. Dante reconoce a Brunetto solo por su mirada. Y le dice: “Si pudiera cumplirse mi deseo, aún no estaríais vos de la humana natura separado”. Dante vio lo mismo que yo vi, y eso me lo ha hecho sentir más cercano».
Eleonora, de Pescara, hizo la selectividad hace unos años, pero ella también ha querido colarse en uno de estos encuentros por Zoom. Quiere contar lo que Dante ha supuesto para ella, e indirectamente también por quién ha llegado a amarlo tanto. «En tercero suspendí, y con el curso perdí también un trabajo que me interesaba mucho. Dante me enseñó cómo afrontar una crisis. Él aceptó pedir ayuda, se dejó guiar y descubrió que había algo más que aprender. Leyendo la Comedia también aprendí a estudiar. Ahora sé que incluso detrás de una ecuación hay algo para ti. Si aceptar el reto, con el tiempo, las cosas te empiezan a hablar».

Sara, que estudia cuarto en el liceo científico Galileo Galilei, cuenta cándidamente que «antes de leer a Dante era una persona muy pesimista». Y añade una afirmación muy fuerte: «Ahora ha cambiado mi manera de ver la vida». Pone un ejemplo relacionado con su vida cotidiana. «Antes, si me salía mal algo en clase, siempre era culpa del profesor. Ahora me pongo en cuestión y pido ayuda. Sé que hay una vía de salida, aunque no sea siempre la que tengo en mente. En este sentido puedo decir que la Comedia me ha enseñado qué es la esperanza». Giulia también va al mismo liceo, estudia tercero de Ciencias aplicadas. «Casi todos los días me siento como Dante. La vida es una selva. A veces florecida, otras veces es oscura, y resulta muy fácil perderse. Me llama la atención que Dante no sea el único que aprende. Virgilio también descubre nuevos aspectos de sí mismo. Es lo que me pasa con mi hermano pequeño o con los niños a los que doy catequesis. Yo pienso que tengo que enseñarle a mi hermano cómo es la vida, pero es él quien me hace crecer cuando caigo en la cuenta de su sonrisa».

El encuentro más duro es con tres alumnos de quinto en el liceo científico Galilei de Macomer, en la provincia de Nuoro. Mandaron a los Coloquios Florentinos una tesina que al leerla cuesta creer que la hayan escrito unos chavales de 18 años. El trabajo se titula “Necesidad le trae, no complacencia. El conocimiento de otro Deseo”. En su diálogo no dejan de referirse a Leopardi. Intentamos provocarles: «¿Pero vosotros estáis con Dante o con Leopardi?». El discurso supera con creces los límites de sus obligaciones académicas. Giacomo explica que «siempre me he definido como ateo, materialista. Y me llama la atención que Dante y Leopardi, desde dos extremos opuestos, convergen en la misma concepción del deseo. Para ambos, desear no era solo querer poseer las cosas. El deseo no acaba nunca. Es el deseo de lo Absoluto. Dante habla a un ateo como yo porque duda. Pero para mí sigue siendo un misterio. No puedo evitar preguntarme cómo alcanzó la felicidad. No es algo que puedan decir muchos». ¿Y tú?, le preguntamos, ¿cómo ves la felicidad? «No puedo decir si soy feliz o infeliz, tampoco sé decir qué es la felicidad». Andrea, antes de descubrir sus cartas, explica que ahora, siempre que estudia algún autor, acaba comparándolo con Dante. «También pienso en él cuando escucho la música que me gusta. La primera vez que me pasó eso fue con la canción Bring me to life de Evanescence, que dice: “Call my name and save me from the dark / Save me from the nothing I’ve become” (pronuncia mi nombre y sácame de la oscuridad, sácame de la nada en la que me he convertido, ndt.)». También con él hablamos de la felicidad. «Dante entiende qué es la felicidad cuando ve a Dios. Creo que la felicidad solo la conocemos cuando la alcanzamos. Lo que me duele es que yo todavía no sé qué es lo absoluto para mí. Esa insatisfacción de Leopardi la siento en mí. Todo me deja insatisfecho».

Para Michele, Dante también ha pasado de ser un tema del libro de texto a un aguijón que le atormenta. «Me da rabia porque es feliz. ¿Cómo se atreve a decirnos que ha encontrado la felicidad? Un ateo que no se pregunte si Dios existe no es un ateo de verdad. Y un creyente que ante el mal no duda, ¿qué tipo de creyente es? Dante duda. Cristo duda en la cruz. No, yo no soy feliz». ¿Por qué no lo eres? «Porque no consigo confiar en Dios. No entiendo por qué Dios nos pide esperar a algo que va después y no ahora. Eso me turba. ¿Por qué me da la vida si no puedo estar satisfecho en ella?». Pero Michele no solo se enfrenta a ese Dios en el que no cree, también se enfrenta a su instituto, donde no siempre siente que le tomen en serio. Dice que estos Coloquios, fuera del horario escolar, le han mostrado una manera más interesante de abordar lo que uno estudia por obligación. Pero al volver a clase ha sentido como si diera un paso atrás. «Lo que más me molesta es que uno descubre esta fascinación por Dante y cómo tiene que ver con tu vida, pero luego, en clase, cuando te preguntan, solo importa si has hecho bien el ejercicio. ¿Eso es lo único que les interesa de mí en clase?».