La escuela vuelve a aprender a educar

La emergencia sanitaria ha cerrado las clases pero no las ha parado. En un encuentro organizado por el Centro Cultural de Milán, profesores y directores de centros educativos cuentan sus sorpresas y problemas de estas semanas
Luca Fiore

Unos setecientos mil entre profesores y personal educativo, ocho millones y medio de estudiantes, 17 millones de padres. Son casi la mitad de la población italiana los que se ven afectados directamente por el cierre de los colegios debido a la emergencia sanitaria. Pero la vida de alumnos y profesores no se ha parado. El término “clase a distancia” ya ha entrado a formar parte de las rutinas de la cuarentena. Aunque ha supuesto muchos problemas, sobre todo al principio. Hay quien se ha movido con rapidez y quien ha necesitado más tiempo para ver cómo hacer. Ahora quedan las preguntas sobre el futuro, el más próximo y el que vendrá después del verano.

Es prematuro hacer balances, pero es bueno empezar a reflexionar y mirar lo que está pasando. Es lo que ha querido hacer el Centro Cultural de Milán, proponiendo una mesa redonda con profesores y directores de centros, bajo el título “La educación que no te esperabas. La escuela que hay – Descubrimientos y expectativas en tiempo de coronavirus”. Un encuentro online moderado por Andrea Caspani, con Eraldo Affinati, escritor y profesor, fundador del centro educativo Penny Wirton; Ezio Delfino, presidente nacional de Disal (asociación de directores de centros libres y autónomos); Ludovico Arte, director del instituto técnico Marco Polo de Florencia; Gilda Esposito, directora del círculo didáctico “Eduardo De Filippo” Santa Maria La Carità de Nápoles; y Paola Fantolini, profesora de la Fundación Sacro Cuore de Milán.



«La respuesta a la emergencia ha sido inmediata en todas partes», señaló Delfino. «La primera necesidad fue la de volver a comprender que, antes que los aspectos organizativos y burocráticos, hay un presupuesto educativo, que es la exigencia de los jóvenes de ser educados. Lo segundo es una nueva toma de conciencia de que el rol del educador es total y personal, generado por un movimiento de la libertad». Para el presidente de Disal esta es la auténtica novedad que ha tenido lugar en la educación estas semanas. «Una movilización libre, que no parte de un modelo prefijado ni de un orden establecido. La demostración está en el hecho de que las indicaciones del Ministerio de Educación llegaron poco después de que cada instituto ya hubiera vuelto a funcionar de alguna manera». Estos días, según Delfino, se ha descubierto la autonomía como recurso y las nuevas formas y dinámicas organizativas de la enseñanza a distancia podrán volver a ser útiles en el futuro.

Affinati, que en el Penny Wirton imparte italiano a inmigrantes en diversas ciudades italianas, afirma que su centro también ha empezado a ofrecer cursos a distancia. «Estamos en una situación de fragilidad. Todos estamos heridos. Sabemos que la verdadera educación no es esta», dice el escritor. «La educación es mirarse a los ojos. Es la sonrisa, la palmadita en el hombro. Pero precisamente porque ahora nos falta todo eso, si ahora nos damos cuenta de que es así ya habremos obtenido un fruto de esta crisis que estamos atravesando». Affinati subraya otro aspecto: «Esta situación también está poniendo de manifiesto que muchos no tienen acceso a internet y no pueden asistir a esta manera distinta de hacer escuela. Eso es muy grave, lo más preocupante». El escritor señaló también la diferencia entre los adolescentes, que están experimentando con estas nuevas soluciones para su aprendizaje, «una generación de vanguardia», y los niños pequeños, que necesitan más manualidades y movimiento.

Por su parte, Ludovico Arte señaló que en un primer momento hubo una gran desorientación. La institución educativa carecía de referentes, sobre todo burocráticos: ¿control de asistencia?, ¿programa?, ¿notas? «El primer trabajo que hubo que hacer fue quitar de encima de la mesa estas preocupaciones y caer en la cuenta de que los parámetros de la normalidad ya no valían. Hemos tenido que apelar a la responsabilidad de cada uno y hacer lo que se puede en estas condiciones». Ha sido una jugada no solo educativa sino también humana y social. «Hay profesores que están viviendo este aspecto con gran pasión y los alumnos se dan cuenta. Algunos se fijan en que ciertos profesores empiezan la clase preguntándoles cómo están. Es una pregunta “minúscula”, pero expresa una preocupación que en la vida normal se suele escapar». Paradójicamente, «en la distancia se está creando una mayor cercanía humana».

Para Gilda Esposito la escuela italiana se ha mostrado mejor de lo que se podría pensar. «No he visto los problemas que tantas veces nos supone tener una reunión más, media hora de trabajo más… Profesores y personal administrativo parecen no cansarse nunca estos días. Ver todo eso me da mucha confianza, sobre todo si no dejamos caer esta actitud». La otra observación de la directora napolitana fue que la alianza entre escuela y familia, de la que tanto se habla y se escribe, se puede vivir y es un recurso real. Sobre todo en las situaciones más complicadas. «Hay familias con graves problemas de organización. Muchos padres trabajan todo el día y dejan a sus hijos pequeños con sus abuelos, que no saben usar la tecnología. Luego están los alumnos con discapacidad, para los que en esta situación no podemos hacer más que ofrecer un apoyo humano, a ellos y a sus familias».

Muchos alumnos de la profesora Fantolini en el instituto Sacro Cuore están pasando por situaciones muy dramáticas. Los padres de algunos de ellos son médicos que trabajan con pacientes Covid, otros tienen a sus abuelos muy enfermos… «La experiencia de la fragilidad hace que las preguntas de estos chicos sean más claras. Eso nos obliga a los profesores a centrarnos en lo esencial. También desde el punto de vista existencial. Hay que ofrecer algo que esté a la altura del drama que están viviendo». Como ejemplo, contó una conversación con algunos de sus alumnos que tienen que elegir carrera universitaria para el año que viene. «Lo que está pasando, para algunos, les ha reabierto los ojos. Ahora ven más claro que el desafío es entender cuál es nuestro papel en el mundo. Entonces uno se plantea esta decisión de manera distinta». Otro aspecto, según Fantolini, consiste en ofrecer un horizonte de positividad, fundado sobre la certeza de un destino bueno para cada uno, dentro del cual poder vivir el drama sin quedar paralizados.

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Esto no solo vale para la educación, pero ahí es especialmente verdadero. Nadie sabe cuándo acabará esto ni cómo serán los próximos meses, son más las preguntas que las respuestas. Pero lo que ha pasado estas semanas, en positivo y en negativo, es un dato de la experiencia con el cual, en todo caso, es mejor no dejar de medirnos.