Bachilleres. ¿Qué mantiene despierto el corazón?

Más de 1.400 jóvenes celebran la jornada de fin de curso en Milán. Por la mañana, una asamblea con Davide Prosperi y, por la tarde, una gran batalla de “corazones valientes”
Paola Bergamini

Empezaron a llegar en plena ola de calor, llevaban en sus manos una tarjeta del mismo color que sus camisetas, donde podía leerse «El corazón está despierto, ¡despierto!». El domingo 2 de junio era la fiesta de la República en Italia, pero para los 1.400 bachilleres de Gioventù Studentesca de la región de Lombardía, Piemonte y Liguria era la Jornada de fin de curso, es decir, su propia fiesta. A las 10.30h se abrieron las puertas del palacio WJC de Milán. En la fila, un chico se para de repente, hurga en sus bolsillos y se gira: «Profe, se me ha olvidado la tarjeta, ¿qué hago? ¿Os espero fuera?». «Anda… toma el mío de momento».

Mientras los chavales se van sentando por el suelo, el coro entona Michael Row the Boat Ashore. «Tenéis la letra en los avisos que os han enviado por WhatsApp», dice Francesco, director del coro. Todos sacan los móviles y el canto toma fuerza. «Hay un corazón que vibra, igual que le pasó a María. Una explosión de alegría», dice Pigi Banna al introducir el canto del Regina Coeli. En latín. «Baja, está al final de los avisos», le susurra una chica a su amiga.



«Estamos aquí para agradecer el curso que hemos pasado y celebrar el inicio de las vacaciones», empieza diciendo Alberto Bonfanti. «Tenemos la exigencia de juzgar el camino que hemos hecho, que ha tenido su punto culminante en el Triduo pascual. Le hemos pedido a Davide Prosperi, querido amigo y vicepresidente de la Fraternidad, que nos acompañe en esta asamblea».

Matilde se acerca al micrófono. Cuenta que hace un año su padre se marchó de casa. La rabia que ha sentido no le ha llevado a abandonar la compañía de los bachilleres porque ellos «me ayudaban a mantener abierto mi corazón». Pero eso no ha eliminado el dolor, de ahí su pregunta: «¿De qué sirve dejarse sorprender por las cosas bonitas si luego el dolor te ahoga?». «Cada uno tiene sus fatigas y sus dolores», explica Davide. «Y no basta la certeza de que antes o después las cosas se arreglen, porque la realidad es testaruda y vuelve a ponerte delante de otras pruebas». Entonces, ¿es que no hay vía de salida? El camino es otro. Hay que aprender a juzgar las cosas que suceden, reconocer su auténtico significado. «Lo que tienen que ver conmigo. Juzgar quiere decir no rendirse ante el dolor», continúa Prosperi, que en este caso añade: «Hay que aprender a amar profundamente la libertad del otro para poder crecer. Yo perdí a mi padre de pequeño. Sin padre no se puede vivir. Quien te introduce en el significado de las cosas es un padre. No dejes de buscarlo, puede ser una persona concreta o una compañía de amigos».

Mateo ha pasado por la misma experiencia que Matilde y ha intentado “arreglar” la relación con su padre. «Pero siempre tengo la tentación de volver para atrás, estoy perdiendo la confianza en lo que hago». La cuestión es esperamos que las cosas que deseamos se cumplan según los tiempos y formas que tenemos en mente. Incluso en las relaciones, afirma Davide. «Y cuando eso no sucede, a pesar de todo nuestro esfuerzo, nos sentimos fracasados y dejamos de luchar. Reducimos nuestro deseo a una idea». Entonces, ¿es que hay que dejar de desear? «No, hay que desear y amar aún más. Así la vida podrá sorprenderte».



El padre de Aurora murió hace un año, pero ella lo sigue sintiendo presente, aunque de un modo distinto. «Parece contradictorio», salta Prosperi, «pero es así. Que uno esté presente en tu vida no significa que esté a tu lado, codo con codo, y te das cuenta porque tu vida, lo que eres, está determinada de alguna manera por esa presencia». Pero a Aurora le acompaña una pregunta desde el Triduo: «En mi vida, ¿dónde puedo ver la Resurrección?». Davide: «La Resurrección no es un final feliz. Es que la realidad, tal y como es, vuelve a ser positiva, la vives con plenitud. La Resurrección es una experiencia que puedes vivir como significado de las cosas. Aquello que amas no se pierde».

Durante una cena de bachilleres, empezaron a hablar del imprevisto que te despierta del aburrimiento de la vida, pero a Benedetta esto no la dejaba tranquila. «¿Por qué no puedo yo sola? ¿Por qué tengo que necesitar un imprevisto?». Es la lógica de nuestro tiempo: bastarse uno mismo y además no equivocarse nunca. De lo contrario, estás fuera. Davide le pregunta: «¿Qué es más bonito, saber que eres guapa porque te lo dices tú misma, o porque te lo dice el chico del que estás enamorada?». «¡El chico!». «El cumplimiento del gusto de la vida sucede cuando nuestro corazón encuentra una correspondencia. Entonces, el imprevisto es cuando esto sucede, es decir, cuando las cosas corresponden a lo que desea tu corazón, más aún de lo que tú pensabas».

La última en intervenir es Teresa que pregunta a propósito de la preferencia. «Esta manera de ser amada de un modo distinto me gustaría sentirla siempre, ¿cómo es posible?». Davide se pone a hablar de sus cuatro hijos. Según las situaciones, prefiere a uno u otro, y no está mal. «La preferencia que tenéis, por ejemplo, por un amigo o por un profesor no es el horizonte final sino la introducción de tu corazón en aquello que lo satisface. Esa relación de sintonía te abre a la totalidad, y aprendes a amar a quien de otro modo no amarías porque, para qué vamos a negarlo, el otro no es perfecto».



A las 12.30h, la misa. Es el día de la Ascensión.En la homilía Pigi dice que «los apóstoles, después de cuarenta días en su compañía, le vieron subir al cielo. Es la experiencia de la separación, con la certeza del cumplimiento dentro: “Yo estaré con vosotros”. Y se fueron, cada uno por su camino. Él está con nosotros siempre, esto es lo que tenemos que descubrir».

Al salir del palacio, sigue haciendo calor. Adultos y jóvenes se dirigen hacia el parque del Monte Stella para jugar. A lo largo de la pasarela peatonal, un chico pregunta a su amigo: «¿De qué color es tu tarjeta?». «Rojo». «¡Tú también estás en otro equipo! Nos han mezclado a todos. Este año todo es distinto».

Después de comer, en el anfiteatro natural de la Montagnetta empieza el juego. Se forma cuatro equipos por colores: verde, amarillo, azul y rojo. Mateo, responsable de la organización, explica: «En la tarjeta, aparte del color, tenéis un número. Buscad a los que tengan el mismo que vosotros y formáis así los sub-equipos. Elegid luego a un capitán al que le enviaremos un mapa digital por WhatsApp. El mapa sirve para encontrar los lugares donde se harán las pruebas. El que gane dará puntos a su equipo». Después de unos cuantos minutos empiezan a jugar. Dos horas llenas de retos: batallas en lonas jabonosas, tiras y afloja, recorridos llenos de obstáculos diversos según la creatividad de los jueces… Hay de todo, y nadie se salva, ni siquiera los adultos. Al final, los azules van en cabeza, pero falta la última gran batalla. Los cuatro equipos se recomponen para formar una cinta transportadora humana sobre la que tendrán que pasar los más ligeros. Al llegar a la línea de meta, tienen que recoger esponjas de su propio color para llenar unos corazones enormes dibujados en unas sábanas blancas extendidas en una pendiente al lado del campo. Antes de proclamar al vencedor, los equipos se reúnen en torno a sus corazones de colores. Parece la escena de Braveheart antes de la gran batalla: “corazones valientes”. Y la victoria es de los verdes.

Después de los avisos, cantan el Non nobis. «Lo que queda es esta gloria a Dios», concluye Pigi. «Es Otro quien nos devuelve al centro. Como hizo con María. Su alegría es también la nuestra».