El desafío de mirar al otro hasta el fondo

Carlo Di Michele

El Congreso 2016 de Diesse, asociación de profesionales de la educación, que se celebra cada año en Bolonia, ha congregado en un fin de semana a 800 profesores procedentes de casi todas las regiones italianas, situando el trabajo educativo dentro del contexto de los desafíos actuales, que son muchos: políticos, organizativos, culturales, didácticos. Sin contar los impactos de las circunstancias históricas actuales, que parecen desestabilizar a un mundo que hasta ahora se consideraba seguro y que siempre terminan afectando de una manera u otra a la labor en la escuela: inmigración, pérdida de evidencias morales que hasta ayer eran indiscutibles, la necesidad de redefinir el papel de la educación...

En este contexto líquido y agitado, el pueblo de Diesse ha mostrado un anclaje seguro, representado sobre todo por el juicio cultural que sobre los diversos aspectos de la realidad han desarrollado los grupos de trabajo denominados Talleres del Profesor y Team Work, los primeros más estables y activos durante todo el año, y los segundos más puntuales pero no menos llenos de sugerencias y prácticas útiles para los docentes. Durante el congreso se celebraron en este sentido más de una veintena de itinerarios formativos, tanto disciplinares como transversales, de la lengua a las matemáticas, de la evaluación a la educación física. Ciertos ámbitos llevan años ya consolidados, otros son nuevos y están por experimentar, pero todos pueden enriquecer la oferta formativa que Diesse dirige al universo de la escuela italiana.

Si bien el núcleo de la asociación son, como puede parecer evidente, las laboriosas comunidades de profesores ya en marcha (tan implicadas que el fin de semana parecía demasiado poco tiempo), la novedad de este año fue la postura asumida ante la realidad que es la escuela. Como si dijeran: tenemos los navíos y las velas, pero sobre todo debemos saber hacia qué meta queremos navegar. ¿Y cuál es? Ante todo, el bien de los alumnos, que coincide con la hipótesis positiva de un sentido de la realidad vista por el profesor.

Desde este punto de vista, este congreso ha avanzado siguiendo el camino indicado por Julián Carrón en su intervención del año pasado. Según decía Carrón, los adultos hemos reducido el yo a sus factores antecedentes, de tipo psicológico, sociológico, cultural, histórico, etc. Por eso, en cierto sentido, "medicamos" la educación. No caemos en la cuenta de la persona del alumno, todo él, entero, solo de sus problemas. El verdadero desafío, continuaba, es una mirada que lo perciba según toda su naturaleza real, es decir, con todas sus exigencias y evidencias elementales. La cuestión de la mirada fue por tanto el tema centras de los momentos de asamblea de la edición de este año.

Han resultado de gran ayuda voces cualificadas, como las de Esposito o Vittadini entre otros, con los que se ha podido hablar a fondo para llegar a una renovada conciencia de la propia tarea. En la escuela italiana, como en toda escuela en general, hacen falta medios, financiación y estructuras, pero todo eso no basta. Hacen falta sobre todo hombres que sepan mirar a los estudiantes tal como son, permitirles sentirse objeto de una mirada llena de interés por sus vidas y sus historias será el eje central para emprender la trama del aprendizaje.

Si bien el año anterior se sembró en profundidad, el espectáculo de este año ha recogido por una parte una conciencia más madura, reforzada por el parangón con la experiencia, y por otra parte la laboriosidad de educadores que han aportado su grano a los molinos del conocimiento donde se madura la personalidad de los alumnos. En última instancia, se ha hecho más evidente la conciencia de que la originalidad e iniciativa de los chavales, el despertar de sus intereses y su capacidad para adaptarse a las incógnitas de la globalización, incluso de cara a sus decisiones futuras, se dan en la medida en que adulto está dispuesto a "descentrarse", es decir, a reinventar continuamente la materia que imparte, sin reducirla, para hacer del otro un sujeto activo y partícipe de ese viaje extraordinario a través de todas las expresiones de lo humano que pasan entre los pupitres. Se trata, en definitiva, de un camino de la mirada que pone en juego sobre todo la conciencia que cada uno tiene de sí mismo, esto es lo que hace posible el nacimiento y desarrollo de una posición capaz de hacer emerger las preguntas, y de abrazarlas.

En este sentido, el congreso también ha supuesto un punto de inflexión respecto al valor de hacer-con: no es un problema de agregación o de estrategia, es el descubrimiento de la amistad como esa fuerza que puede representar el eje de la historia y del cambio.