Un momento del congreso.

Cuando el estudio llama a mi puerta

Alessandro Giuntini

«Vale, vamos, nos quedamos un rato y después nos marchamos». Así respondieron Fabiana y Carolina a la invitación de su compañera Maria Sara para ir a un momento de confrontación sobre el estudio que habían organizado unos amigos suyos. Pero al final las dos se quedaron hasta el final, ¿por qué?

Es solo uno de los tantos hechos sucedidos en torno al congreso "Ciertas cosas nos llaman. Cuando el estudio se convierte en conocimiento", organizado por un grupo de Gioventù Studentesca de Módena a mediados de mayo. «Todo surgió de un testimonio que nos dio en abril un estudiante universitario, Paolo», cuenta Maria Sara, de quinto curso en el liceo lingüístico. Durante aquel encuentro muchos chicos quedaron impactados por una frase que una vez le dijo un profesor a Paolo: «Hay dos maneras de acercarse a la realidad: conocerla o encasillarla». Una provocación que poco a poco se fue convirtiendo para algunos en una urgencia que afectaba cada vez más a lo más concreto de su vida: el estudio. Hasta transformarse en una pregunta: ¿cuándo el estudio llega a ser verdadero conocimiento?

En una época del año como esta, cerca del final de curos y de los exámenes, no es obvio que los alumnos se planteen este problema. «Normalmente, la única manera de estar el mes de mayo en la escuela es metiendo en la cabeza el mayor número posible de nociones para sacarlas en el momento necesaria y olvidarlas al día siguiente», dice Emanuele, quinto en el liceo científico. El verdadero desafío para Emanuele, Maria Sara y sus amigos de Gs, era entender cuándo y cómo el estudio puede ser más que una simple acumulación de informaciones. Muchos se dan cuenta de que esto ya les ha sucedido cuando se han encontrado con un profesor que ha revolucionado su manera de estudiar. Así nació la idea de organizar un congreso, un momento de diálogo entre alumnos y profesores para entender más a fondo esta cuestión.

El 14 de mayo el claustro de San Pedro de Módena se llenó con sesenta personas, entre alumnos y profesores. La estructura del encuentro era muy sencilla: intervenían tres profesores y los tres estudiantes que les habían invitado, entre estos Emanuele y Maria Sara. Ella es la encargada de romper el hielo y empieza a contar su difícil relación con el alemán, pero cómo en un momento dado eso empezó a cambiar. Fue con la llegada de una nueva profesora: «A principios de curso la profe nos mandó hacer un análisis de Effi Briest, un texto de Theodor Fontane, muy descriptivo, estático y aburrido», continúa Maria Sara. «Ese trabajo me hizo descubrir muchos aspectos interesantes que me sorprendieron tanto que esa noche, en la cena, les leí un trozo a mis padres». Una sorpresa que contagió a la profesora cuando, en una tutoría con la madre de Maria Sara, se entera de este episodio. «Otro ejemplo de cómo estudiar alemán se había convertido en una forma de conocimiento fue cuando la profe nos puso un fragmento de la obra teatral de Bertolt Brecht Vida de Galileo, y nos mandó analizarlo en casa, dando una interpretación personal del personaje del viejo que gritaba en esa escena». Maria Sara vio el video cuatro veces seguidas: «Intentaba verificar mi hipótesis, que era que el viejo representaba la Tierra». Pero al llegar a clase, la profesora anuncia que no recogerá los trabajos. Maria Sara quería entregárselo de todas formas: «Había descubierto algo precioso y quería compartirlo con ella». Cuando toma la palabra Elisabetta, la profe, describe su sorpresa ante «una clase que está terminando el programa ella sola, profundizando en los temas», y reconoce que ella decidió enseñar gracias también al encuentro con su profesora de francés.

Emanuele, en cambio, había invitado a su profesora de Letras, impresionado por proponer a un autor que normalmente no se da mucho en clase, Pier Paolo Pasolini. «Al principio me sorprendió el interés, no solo literario, de la profe por Pasolini. Un interés sobre todo humano. Un interés que te hacía recordar hasta los pequeños detalles, incluso las fechas exactas». Pero al estudiar al autor le parecía que todo se quedaba ahí, «en algo que percibes que es bonito, pero que luego no te toca», continúa Emanuele. «Pero más adelante, una noche, estando con unos amigos, Pasolini "llamó a mi puerta". Me di cuenta de que me estaba pasando lo mismo que contaba el escritor. Haciendo lo que hacían todos, es decir, pasar una noche más de sábado, yo no era feliz». Desde aquel momento Emanuele se apasiona cada vez más por Pasolini y descubre que comparte esta pasión con su profesora. «Era como si la volviera a descubrir curiosamente, esta vez como "compañera" en algo que nos interesaba a ambos. He aprendido en mis propias carnes que el estudio se convierte en conocimiento cuando genera un cambio».

Los diálogos y los encuentros continuaron los días siguientes. Por ejemplo, «en el congreso estuvieron tres chicas que eran amigas de la hija de una compañera mía», relata Cristina Rossi, responsable de GS en Módena. «Hablando con ellas y preguntándoles qué les había parecido, las tres me hablaron de su estupor ante el testimonio de Marta, una chica que explicó cómo había descubierto que el estudio de Leopardi le ayudaba a juzgar los atentados de París». Siguieron hablando y «me contaron que las tres habían creado hacía unas semanas un grupo de whatsapp dedicado exclusivamente a "por qué se estudia". Y no solo eso. Muchos chicos mostraron su estupor al ver cómo durante aquellas horas habían "caído las barreras" entre profesores y alumnos». Continúa Cristina: «ese día estuvo también un colega mío que había perdido a su mujer hacía poco y se había quedado solo con dos hijos muy enfermos. Vino con los dos y salió contentísimo, diciéndome que necesitaba una belleza así. Al día siguiente, cuando le vi m e dijo: "No tienes ni idea de lo que significa en términos de esperanza ver dentro de la escuela algo así"».