El Triduo pascual de GS en Rímini.

El faro y el TomTom

Paola Bergamini

«Profe, ¿ha madrugado mucho?». La profesora en cuestión se gira: «Hola. Efectivamente, he tenido que cruzar toda la ciudad. ¿Entramos? Ya son las diez». Es domingo 8 de mayo. El madrugón no es para ningún partido final de campeonato, ni para estudiar porque se acercan los exámenes de final de curso. Setecientos chavales se han levantado temprano un día festivo para verificar juntos si el fuego que prendió en ellos las palabras de Pigi Banna en el Triduo Pascual sigue vivo.

A las 10.15h el auditorio del instituto León XIII de Milán está lleno. El responsable de GS, Alberto, sentado en el escenario al lado de Pigi, va directo al núcleo de la cuestión: «Lo sucedido en el Triduo generó un gran entusiasmo. ¿Se ha convertido en un camino? Ahora que estamos a final de curso y nos volvemos cosas por la cantidad de cosas que tenemos que hacer, ¿nos sostiene, tiene que ver con nuestra vida? Adelante, quien quiera que intervenga».

En un par de minutos se forma una fila en el micrófono. Parecen no tener miedo a hablar de sí mismos. Lo que hay en juego, por otra parte, es mucho. El periódico estudiantil, la discusión con un amigo, una excursión al lago con amigos desconocidos, el estudio en soledad... Hablan de ejemplos concretos. «Cuando tuve que desarrollar un tema sobre la adolescencia, me vino a la mente el ejemplo que nos puso Pigi. Uno no se va al mar con los esquíes, aunque todo el mundo los lleve», dice Andrea. «Allí entendí que me he encontrado con gente que no me traiciona, ¿pero cómo puedo estar seguro de que ellos son Cristo?». Pigi da un salto en la silla: «Calma. ¿Qué es lo primero? ¿Cuál es tu necesidad? Cuando vas en coche por la noche, antes de partir enciendes los faros. ¿Cuál es nuestro faro? Os lo pregunto a todos. ¿Qué os ha traído aquí? El faro es tu corazón».

Teresa está en quinto, tiene que elegir la carrera que quiere hacer. «Yo sé con quién quiero estar, esa es la certeza que tengo, porque aquí puedo ser más yo misma. ¿Pero cómo puedo saber cuál es el proyecto de Dios para mí, mi vocación?». Hace falta paciencia para comprender qué es lo que corresponde, seguir lo que el faro ilumina. La alternativa es dejarse llevar por el frenesí de querer saber antes cómo acaba la historia. Como cuando uno se enamora, continúa Pigi. «Te gusta un chico, empiezas a estar con él, te encuentras bien y además es guapo. Y una noche, al volver a casa, ¿qué empiezas a pensar?: "¿qué dirán sus padres?, ¿y mis amigos?, ¿qué marca de lavavajillas compraremos?". O bien: "con él podría irme a África, estar juntos para siempre"». Esto es la paciencia: poner una tesela después de otra, día tras día. Hasta que un día, al levantar la cabeza, puedas decir: ¡qué imagen tan bonita! Se necesita la paciencia y la fatiga de obedecer a la realidad, a la verdad». Pero a Teresa todavía hay algo que no le cuadra: «¿Y la decisión de la universidad?». Pigi le devuelve la pelota: «¿Qué hay detrás de la decisión?». «¿Algo que me haga feliz?». «Ok. ¿El estudio te hace feliz? No me refiero al estudio en sí sino a tu deseo de infinito. Así uno puede ser libre e incluso un poco irónico, y quizás un año después entender que ese no era tu camino y que tienes que cambiar de carrera».

Alberto interviene: «Como dice mi amigo Giorgio Vittadini, "Dios es como el TomTom: si te equivocas, recalcula una nueva ruta. No te deja tirado"». Carcajada general. «Pero hay que pedírselo, y luego él actúa». El ejemplo vale para todos.

En el Triduo, Pigi dijo que no podemos renunciar al mar infinito que somos, y que el grito del corazón por esto nos hace sufrir. Solo Cristo responde. «¿Pero no se puede saltar el sufrimiento? ¿No hay otro camino?», pregunta Martino. Otro camino para el que no quiera sufrir. «Quien te diga que es posible, quiere que te olvides de un trozo de ti mismo. No te fíes, eso es la homologación. La fatiga se puede abrazar, hasta el sufrimiento, cuando estoy con alguien que me ama por entero», afirma Pigi.

De vez en cuando, a Simone le parece que en los encuentros del radio se habla de cosas un poco rebuscadas. «Yo no veo a Dios por todas partes y me siento un poco diferente al resto. ¿Qué hago para "sentirme" como ellos? ¿Qué me falta?». Nada, solo una pregunta que está antes: «¿Qué deseas para que la vida sea algo único? Tú deseas ser feliz, más que ver a Dios en los árboles, ¿no?», insiste Pigi. «Pues no te desplaces de ahí. Yo todas las mañanas empiezo así: ¿qué es lo que deseo?». Nada de recetas, la partida siempre abierta. Y sobre todo, el faro encendido.

Después de dos horas se pone el punto final a las intervenciones, aunque todavía hay una larga fila en el micro. Durante la homilía, Pigi lanza una propuesta: «Intentemos repetir todos los días: "Busco tu rostro, Señor". Al que lleva encendido su corazón el Señor le da todo su ser, también delante del estudio, del profesor, del compañero». Terminan rezando el Regina Coeli para que la Virgen nos haga de intermediaria.

A la salida, Francesca, con casi treinta años de enseñanza y de GS a sus espaldas, comenta: «Hoy me siento afortunada. Los chicos nunca te dejan tranquila. Es una sorpresa continua».