El hombre, es decir, el método de la paz

A finales de noviembre, fui con dos alumnos al centro cultural islámico A-Rahma ("Misericordia") de la localidad milanesa de Abbiategrasso. Tomamos esta decisión después de haber hablado en clase sobre los atentados de París, con una gran discusión sobre la religión islámica, sobre si venía o no del Corán la incitación a la violencia.

Teníamos muchas preguntas que plantear, pero lo que sucedió nos ayudó más que las respuestas que nos dieron sobre cómo interpretar los pasos del Corán o cómo analizar el fenómeno del Isis. ¿Y qué es lo que pasó? Llegamos al centro islámico y nos reunimos con las personas que nos recibieron. Como luego nos dijo uno de ellos, ya el apretón de manos lo dijo todo, porque cuando uno te estrecha la mano afirma que tú existes, que estás presente ante él.

Eso es lo que percibimos desde el primer momento: que nos acogían personas que tenían un interés por nosotros, que nos miraban con una gran simpatía y no con la desconfianza que en cambio suele determinar este tipo de relaciones. Nos sentamos a la mesa y empezamos a hablar de lo que había pasado en París, de las preguntas sobre la religión islámica que habían surgido en clase, de la exigencia de entender el origen del terrorismo, de la urgencia de resolver tantas y tan dramáticas situaciones en Oriente Medio. Cuanto más entrábamos en los problemas, más evidente se hacía que todos teníamos la misma preocupación por buscar un punto positivo que nos permitiera encontrar la solución. Hasta que uno de ellos hizo una observación decisiva: «El hecho de que hayáis venido aquí y que os hayáis movido es ya la mitad de la solución de los problemas que están poniendo el mundo patas arriba».

Una observación que me impresionó mucho, porque identificaba el valor que tiene hoy un gesto humano, es decir, que un problema grave solo se puede afrontar en virtud de un gesto humano. Haber encontrado personas de fe islámica, haber hablado con ellos de terrorismo y de Dios, de Cristo y de Mahoma, nos ha hecho entender que la cuestión no es hablar del islam sino encontrarse con la persona que tiene fe en Alá. Nosotros simplemente hemos hecho esto, nos hemos encontrado con las personas, hemos tomado con ellos un té y un trozo de tarta, hemos estado con ellos mientras rezaban a su Dios. Nos hemos encontrado con ellos y ellos con nosotros. Y hemos descubierto que tenemos las mismas preguntas y el mismo deseo de vivir.

Ha sido conmovedor encontrar en ellos los mismos porqués que nosotros, haber descubierto que nos une una tensión incontenible por encontrar el sentido de la existencia. Esta exigencia de significado es el punto fuerte de nuestra humanidad, y por tanto de la suya. En este reconocerse juntos podemos encontrarnos en perfecta sintonía y empezar a dar, hoy y en todo el mundo, pasos concretos de paz. En este gesto tan humano, de encontrarnos como hombres que somos, está el método de la paz. Es verdad que la solución de esta tercera guerra mundial a trozos depende totalmente de apostar por el hombre, por ese corazón que quiere la paz y no la guerra.
Gianni, Abbiategrasso