Mariella Carlotti.

Somos hijos de uno que entró en la escuela comunicando un método

Mª Carmen Carrón

El sábado 31 de mayo asistimos en Madrid a un espectacular encuentro organizado por la asociación para la renovación cultural y pedagógica (Arcyp) cuya ponente era Mariella Carlotti. Profesora de arte en una escuela de formación profesional en Florencia.
La espectacularidad del encuentro consistió fundamentalmente en tener ante nuestros ojos a una verdadera educadora. Una persona que educa teniendo en cuenta la totalidad de los factores.
El tema que se le había pedido desarrollar a Mariella era la experiencia educativa: ¿se puede educar, es decir, introducir en la realidad total sin que el educando haga una verdadera experiencia? En segundo lugar, ¿qué tipo de adulto favorece esta experiencia educativa?
Y por último, ¿con todas las materias se puede hacer una experiencia educativa o hay materias con las cuales es más posible hacer esta experiencia?

Mariella, que desarrolló su intervención en nueve puntos, partió de un juicio respecto a la enfermedad que tiene hoy la educación, y que expresó así: «desprecio de la realidad como punto de precedencia y de dependencia, reducción del corazón a instinto como criterio de juicio; una concepción reducida de la razón y la imposibilidad de afrontar el sacrificio».

Haciendo una crítica a la escuela conceptualista en la que todos hemos sido educados, pasó a aclarar que la forma de responder a esta escuela es solo la comunicación de un método. Porque «nosotros somos hijos de un hombre que ha entrado la escuela diciendo: “no estoy aquí para convenceros sino para comunicaros un método con el que juzgar incluso lo que yo digo”, don Giussani».

Desarrolló con ejemplos su método, que consiste en la aplicación de las de premisas del Sentido religioso. Después explicó cuál era el test para saber si verdaderamente nuestros alumnos estaban haciendo una experiencia educativa.

En cuanto a los adultos que necesita una escuela conceptualista y los que necesita esta escuela que ella propone son radicalmente distintos, porque educa quien toca el yo del otro, no quien simplemente lo vigila. En este sentido los dos aliados más importantes y entusiasmantes de este adulto son la realidad y el corazón, uno cómplice del otro. Además de lo cual, este adulto debe saber esperar porque las cosas no se dan ni como ni cuando las queremos nosotros.

Concluyó con un juicio que desafía hasta el fondo nuestra forma de estar en la escuela: «el test de mi presencia en la escuela es el interés de comunicar la experiencia a la que pertenezco, aquello por lo que yo vivo».

Lo más apasionante de todo el encuentro fue ver a una persona que hace experiencia: una hija del carisma de Comunión y Liberación. Y no solamente por la relación que tuvo, en su momento, con don Giussani y que tiene ahora con Julian Carrón; sino porque en todo lo que nos puso delante –especialmente, los ejemplos– vibraba la belleza de un afecto al bien recibido; y nos hacía vibrar con ella hasta lanzarnos a verificar si también para nosotros es verdad que el método, del cual ella vive, nos sirve para responder a las exigencias de nuestro trabajo cotidiano.

«Educador es el que toca, mueve el yo del otro», nos dijo Mariella. Es eso exactamente lo que sucedió en el encuentro: Mariella permitió a todos los asistentes hacer una gran experiencia educativa con ella despertando el deseo de trabajar el texto completo que se publicará en breve.