A la izquierda, la profesora Wakako Saito.

«Ante la belleza todos somos uno»

Salvatore De Mauro

La profesora Wakako Saito, budista de tradición Shingon Mikkyo y profesora de lengua y cultura italianas en la Universidad de Nagoya, nunca habría podido imaginar que lo que le sucedió en el lejano 1987 le llevaría un día hasta Catania a contar su historia. Un nutrido grupo de estudiantes de un instituto se han dado cita para escucharla y dialogar con ella sobre las cuestiones más importantes de la vida, como el sentido del dolor y de la muerte, la búsqueda de la felicidad y la apertura al Misterio.

Profesora, ¿cómo nació este vínculo tan fuerte de amistad con Italia?
Durante la Semana Italiana del Centro Internacional del Ayuntamiento de Nagoya tuve que organizar una conferencia sobre Italia y me planteé cuál debía ser el tema central sobre el que partir en el debate. ¿La cocina? Pero la cocina italiana es muy conocida, hasta los japoneses hacemos pizza y espagueti, aunque vosotros sois insuperables. ¿La moda tal vez? Pero tampoco me satisfacía porque quería hablar de algo que expresara la raíz profunda de la cultura italiana. Pensé entonces que podría buscarla en el cristianismo, porque es precisamente de ahí de donde nace la cultura de Italia. Entonces una amiga italiana me sugirió la idea de invitar a un tal mons. Luigi Giussani, que daba clase en la Universidad Católica de Milán, para hablar de cristianismo. Le invité pero nunca pensé que vendría: estaría demasiado ocupado con sus jóvenes, Japón está demasiado lejos… ¡Pero aceptó! Aquel día nació una gran amistad con los monjes budistas del monte Koya y en particular con Shodo Habukawa, mi maestro.

Una amistad que la ha llevado hasta aquí…
Sí, nunca habría imaginado que un día vendría desde Japón hasta Sicilia para ver tantas cosas hermosas y encontrarme con tantos jóvenes. No estaba en mis proyectos, pero el Misterio, gracias al cual sucede todo en mi vida, me ha traído hasta aquí.

Usted usa la palabra Misterio, ¿pero qué es el Misterio para la tradición budista?
En el budismo existen muchas divinidades distintas, mediante las cuales podemos encontrar al Misterio. Además, según nuestra tradición, la contemplación de la riqueza y de la belleza de la naturaleza nos permite abrazar cada vez más al Misterio.

Dos de las cuestiones que con más evidencia plantean los jóvenes son las que se refieren al sentido del dolor y la búsqueda de la felicidad. Los occidentales pensamos que para el budismo la felicidad implica huir de la realidad, ¿es así realmente?
¡Para nada! El budismo no es una religión que contemple la huida de la realidad. Nosotros, budistas, aceptamos la vida con sus dificultades, sus sufrimientos, y también nosotros buscamos la felicidad como vosotros, cristianos. Los japoneses, por cultura y educación, están acostumbrados a no manifestar externamente sus sentimientos, pero son muy sensibles al dolor y a la muerte. Cuando se produjo el gran terremoto de 2011 con aquel tsunami terrible, yo estaba en Italia y lloré muchísimo al ver aquellas escenas horribles de muerte y devastación. Mis amigos italianos me llamaron rápidamente para animarme y me preguntaban qué podían hacer para ayudarme. Recuerdo que hicimos un momento de oración en una escuela con niños que luego hicieron dibujos para enviárselos a niños japoneses, y se rezó por Japón en el Duomo de Milán. Para nosotros, budistas, además de la oración es importante la acción. De vuelta a Japón les pedí a mis alumnos su disponibilidad para organizar obras caritativas para apoyar a gente que lo había perdido todo. ¡Esto es algo que yo he aprendido del método cristiano!

¿Qué es lo que más le llama la atención de la tradición cristiana?
Profundizando en vuestra cultura, me he dado cuenta de cuántas afinidades tiene con la cultura y la tradición japonesa. Los monjes cristianos crearon la cultura italianas igual que los monjes budistas crearon la cultura japonesa. El fundador del Budismo Shingon Mikkyo, el más difundido en Japón, fue el monje Kobo Daishi, que vivió entre los siglos VIII y IX después de Cristo, que se instaló en el monte Koya, una especie de Tierra Santa japonesa, y fundó una universidad para los más pobres. Los años pasados en Italia también me ayudaron a entender qué es el ecumenismo: no una tolerancia abstracta según la cual, si veo que eres diferente de mí, para salir a tu encuentro debo modificar algo de mí, y entonces podemos ser amigos. ¡Nada de eso! Para poder ser amiga de personas que son distintas por lengua, tradición y religión, lo primero que tengo que entender mejor es quién soy yo. ¿Quién soy yo como japonesa? ¿Quién soy yo como budista? Cada uno de nosotros debe ir hasta el fondo de su experiencia personal y de sus raíces culturales y religiosas. Al venir a Italia, pude ver por todas partes la belleza del cristianismo, y eso me ayudó muchísimo para ir más al fondo de mi experiencia budista. No en vano a mis alumnos de Cultura italiana le hago leer a Dante. En él se expresa toda la belleza del cristianismo. No os olvidéis de esta belleza, porque ante la belleza todos somos uno.

(La Sicilia, 21 de marzo de 2014)