¿Qué significa enseñar?

Francesca Zanelli

Casi trescientos profesores procedentes de toda Europa se dan cita para responder a la provocación que Julián Carrón les lanzó en 2008. Un trabajo que continúa y que permite volver a descubrir la grandeza de una profesión que supone un desafío y una ocasión de encuentro.

«¿Pero nosotros alguna vez nos preguntamos qué significa verdaderamente enseñar? ¿Qué es verdaderamente conocer?». Con estas palabras, Carrón, en una reunión en 2008, desafiaba a los profesores de CL sobre el problema del conocimiento y la educación. Ahora, después de un camino de cinco años, para muchos de nosotros estas preguntas resuenan con más intensidad, encarnan la esencia de eso que don Giussani llama “yo”. Alberto Bonfanti ha vuelto a proponer esta provocación a 260 profesores de Italia, España, Francia, Bélgica, Portugal y Lituania reunidos en Pacengo el primer fin de semana de septiembre.

Entrar en clase puede ser una gran ocasión para quien se pregunta sobre sí mismo. Y entonces puede suceder que un director de colegio, al sentir vibrar su propia humanidad con esta autoconciencia, llegue a enfrentarse a una cierta idea de lo que son las reglas cuando estas, como expresión de una vida, se convierten en «un sistema de protección ante la sacudida de la realidad», como testimonió José Medina al relatar su experiencia educativa en Estados Unidos, su urgencia por ensimismarse con los chavales, con lo que ellos ven y comprenden, «porque lo que a mí me interesa es la vida, porque es dentro de la vida donde puedo aprender quién soy yo». El privilegio de poder estar con los jóvenes, para Medina, es que uno se encuentra continuamente delante del misterio del Ser.

Así, incluso en las circunstancias más dramáticas, uno empieza a no dar por descontado nada, empezando por el hecho de que el otro existe y tiene algo que decir: «Dios me da a las personas para que yo pueda entender quién soy yo y quién es Él»; para que yo pueda decir, con el tiempo, “soy hijo” con una certeza sobre mí mismo y sobre la realidad que se afianza en la experiencia. De hecho, continuó Medina, sólo en la carne se entiende de verdad que la vida es don. Por ejemplo, cuando las cosas no van según lo previsto y uno se siente traicionado, y sin embargo descubre que es posible amar sin esperar nada a cambio, porque abrazar el Misterio en la persona que te es dada supone ya la mayor ganancia: estar en Presencia de Otro y por tanto ser una presencia capaz de entrar en relación con todos.

«He sido fiel a la inquietud que tenía en mi corazón», responde Medina a Marco cuando le pregunta cómo ha aprendido a mirar a los chicos como presencia del misterio. Cinzia se quedó impresionada por la afirmación de que la persona no es lo que hace y por tanto lo que facilita el afecto a uno no es censurar el malestar, sino vivirlo como una ocasión que el Misterio ofrece. A Cristina le llamó la atención el hecho de que normalmente proyectamos sobre nuestros fundamentos habituales lo que encontramos en la literatura, y eso nos deja insatisfechos, mientras que la experiencia de la alteridad como Misterio permite encontrarse hasta el fondo con los autores, como le sucedió a un grupo de profesores que este verano han trabajado con Tatiana Kasatkina. Sucede entonces que todo se convierte en ocasión para despertar la propia humanidad, porque nada de lo humano nos es ajeno.

No es un problema de temperamento. Un yo que pertenece es capaz de desafiar la libertad de cualquiera cuando toca su corazón, que, irreductible a los esfuerzos del poder, siempre late. Esta es la cuestión. Si Cristo no tiene que ver con las exigencias del corazón, termina siendo algo lejano e incomprensible.

Alberto Savorana contó, en su testimonio del sábado por la tarde junto a Carlo Wolfsgruber, que a los trece años Giussani, en el seminario, “huye” con Leopardi, al que define como «su compañero más sugerente» en su itinerario religioso, demostrando que Cristo no acalla las preguntas sino que las hace más profundas; por el mismo motivo, al recordar “el gran día” en que, al leer el Evangelio de Juan, Cristo se revela como presente al hacer vibrar su humanidad, don Giussani llega a decir: «El instante dejó desde entonces de ser banal para mí».

Como recordaba Wolfsgruber, Julián Carrón, dirigiéndose a don Giussani el día de su funeral, nos habló de Cristo no como algo que se puede transmitir sino como una experiencia que te transfigura: «Es Él quien da forma a la mirada con la que nos hemos sentido mirados por ti».

Nosotros, para vivir, necesitamos seguir esta mirada en los que son aferrados por Él, para ser sostenidos por su Presencia ahora, esa es la consistencia de nuestro yo. Enseñar, en este sentido, lleva dentro de sí el horizonte de GS porque, como afirmó Medina, es ser amado y amar, ser generado y generar: el resto es una consecuencia absolutamente necesaria para verificar en la experiencia.