El descubrimiento de Jimmy

Un excelente estudiante de 16 años, que no siente ninguna necesidad más allá de las cosas tal como son, busca a su profesor…
Andrés Bello

Jimmy es un excelente estudiante de 16 años. Todos están contentos con él por su buena actitud en clase y en familia. Siempre le estoy oyendo decir que él no siente ninguna necesidad, ninguna exigencia más allá de tomar las cosas tal como son. Para Jimmy la vida está bien tal como es. Cuando me dice esas cosas yo me sonrío mirándole a los ojos y él instantáneamente siempre me retira la mirada.

Un día me dice: «Profe, ten paciencia conmigo, me he acostumbrado desde niño a censurar todo cuanto me podía herir. Para mí la vida consistía en responder a todo lo que me pedían mis padres o mis profesores para que estuvieran contentos conmigo». «Tienes todo el tiempo que quieras, y piensa en que cada paso que des es como un punto de certeza sin retorno», le aseguré yo.

Un año después de esta conversación, Jimmy se me acerca y me suelta sin más preámbulos: «Necesito confesarme». Le provoco: «¿Y qué extraña necesidad es esa que tienes? ¿No será que estás deprimido o con gripe?». «Necesito ser perdonado y no me basta con el perdón de los demás, ni consigo perdonarme a mí mismo».

«Jimmy, ahora ya has comenzado a reconocer la Presencia de Dios, porque la grita tu humanidad; te sientes herido, vulnerable, frágil y experimentas tu verdadera necesidad: ser afirmado incluso más allá de tu error, ser amado por ti mismo y no como resultado de hacer las cosas bien o como los demás lo esperan de ti. Por eso no vienes a mí para hablar un rato de tu vida, vienes a pedir lo único que ni tú ni yo podemos darnos a nosotros mismos: ser perdonados, para volver a nacer de nuevo de Uno que sigue afirmando tu ser instante a instante».
Quedamos para confesar al día siguiente. Ahora sí que me mira fijamente a los ojos.