Un lugar que sólo ocupa el Señor

PATERNIDAD / 9. Hay un cierto enigma en la relación con Jaime. Pero, su vida le va planteando cuestiones concretas a las que hay que responder.
Andrés Bello

Jaime es de los alumnos que siguen con mayor atención la clase. Es hijo de inmigrantes americanos. Sin embargo noto que hay un cierto enigma en nuestra relación, como una distancia. Al salir del instituto me pide que le acerque en coche al lugar donde trabaja su padre. En el trayecto va fluyendo la conversación y, en un momento dado, me revela su pequeño enigma: en realidad pertenece con su familia a una comunidad cristiana Pentecostal. «Mis padres no querían que fuera a clase de religión por miedo a que dejara nuestra comunidad». «Y tú, ¿por qué sigues asistiendo a mis clases después de tres cursos?», le pregunto. «Porque me ayuda a comprenderme a mí mismo y me muestra qué tiene que ver la fe con mi vida. Eso me gusta, me ayuda, y se lo repito a mis padres que siguen un poco preocupados».

De nuevo volvemos a encontrarnos a la salida del instituto. Me estaba buscando: «Tengo un problema que hablar con usted». «Hace tiempo que estoy saliendo con una chica y me doy cuenta de que los domingos cuando nos despedimos hasta la semana siguiente siento una tristeza enorme». «Eso no es nada malo, ¿no?», le pregunto. «Es que a mí me han enseñado que el Señor es lo primero y ahora tengo miedo a que ella ocupe el lugar que sólo es del Señor». «Jaime – le digo –, la tristeza que sientes los domingos por la tarde es la prueba patente de que el Señor es uno solo. La tristeza que sientes es el síntoma de que te falta algo, de que hay un vacío que ella no puede llenar. Ella es un signo – ahora el más potente en tu vida –que Jesús te pone delante para que tú le reconozcas a Él. En Jesús el Misterio infinito de Dios y el signo coinciden. Cuanto más la mires a ella por lo que verdaderamente es, como un signo que te remite a Otro, tanto más te adherirás al Señor que aparece en tu vida de este modo y la querrás a ella más verdaderamente. Si la miras bien, ella no puede separarte de Jesús, al contrario, a poco que seas leal, te conduce a Él».

Cuando nos despedimos siento que se va respirando. Rezo un Memorare por él y me doy cuenta de que yo no decido dónde debe estar cada uno, que Jaime debe verificar la tradición en la que ha nacido para poder ver por sí mismo a dónde el Misterio bueno de Dios lo conduce.