El viernes Paxon hizo pellas...

PATERNIDAD. Juzgar lo que se vive es el comienzo de la liberación. Por ejemplo, hace que el dolor no sea la última palabra.
Andrés Bello

A todos mis alumnos, cuando se fugan de clase, les pido que hagan un breve trabajo, un juicio sobre por qué se fugan, qué es lo que buscan y si ha merecido verdaderamente la pena perder la clase e irse por ahí. Si lo hacen y me lo entregan, incluso les sube la nota aunque hayan faltado a clase sin justificación.
Paxon es una alumna de bachillerato. El viernes ha hecho novillos. Cuando volvemos a vernos en clase, le pregunto qué ha hecho el día de su fuga, cómo ha pasado su tiempo, si ahora está más contenta. Le recuerdo que me tiene que entregar escrito su juicio sobre su experiencia en ese día.

Hoy, al terminar la clase, Paxon me entrega un folio escrito a mano, explicándome que el juicio lo ha hecho sobre otra cosa que le ha sucedido después. Llego a la sala de profesores y comienzo a leer. Un amigo de la pandilla de Paxon ha tenido un accidente en la autopista, está muy grave y su pronóstico es incierto. Al final de la carta escribe: «Me siento tan mal que es ahora, Profe, cuando me paro y pienso que si yo no vivo en primera persona y soy leal conmigo misma, nadie lo va a ser en mi lugar. Tengo que darte las gracias porque sin tus clases nunca hubiera podido ser tan leal con mis cosas, nunca las habría mirado a la cara».
Quedamos en que la próxima vez que nos veamos tendremos que mirarlo juntos y enjuiciar las cosas tal como son. Pero, por primera en su vida, el dolor para Paxon ya no es la última palabra.