Educar a chavales que abandonan el sistema educativo

Entrevista a Angelo Candiani, presidente y fundador de ASLAM (Associazione Scuola Lavoro Alto Milanese)
a cargo de Lluís Seguí y Jorge Martínez

Entrevista a Angelo Candiani, presidente y fundador de ASLAM (Associazione Scuola Lavoro Alto Milanese), una asociación con varias escuelas profesionales destinadas a formar a chavales que abandonan el sistema educativo para conseguir un trabajo dentro de la industria milanesa. Está casado, tiene 5 hijos. Cree que sin su familia no hubiese podido vivir la responsabilidad de su trabajo y viceversa.

¿De dónde surgió la idea de crear ASLAM?
De la realidad. Muchos creen que estas cosas surgen de un sentimiento bueno o de buenas intenciones como la de acoger a chicos que son expulsados del sistema educativo. Sin embargo, en nuestro caso, partimos de la realidad. Empezamos dándonos cuenta de que en nuestra región había mucha oferta de trabajo desatendida porque el tipo de tareas que se les requería a los candidatos estaba fuera de sus competencias. A partir de aquí nos pusimos manos a la obra.

¿Y ya está, así de fácil, dicho y hecho?
No, las cosas no son tan sencillas. Desde el primer paso de ASLAM hasta el momento en que abrimos las puertas a nuestros alumnos pasaron 10 años. El deseo se cumple, aunque de un modo insospechado y según tiempos distintos de los que uno programa.

¿Qué quiere decir con esto?
Un ejemplo. Antes de casarnos mi mujer y yo, le pregunté si querría tener cuatro hijos. Ella me dijo que sí, y además me dijo, conociéndome, que seguramente quería que fuesen todos niños. Sin embargo, pasó el tiempo y nuestros cuatro hijos varones nacieron. En aquel momento nuestra vida era una locura. Teníamos muchísimo trabajo e íbamos justos de dinero. Y fue entonces cuando mi mujer me dijo que estaba embarazada. La verdad es que la llevé al ginecólogo y, mientras entraba en el hospital, me quedé triste, porque la vi cabizbaja. Sin embargo, una hora después salió con el rostro iluminado y contenta. “¿Qué ha sucedido?”, le pregunté. A lo que ella sonriente dijo: “es una niña”. Del modo más imprevisto había sucedido. Por eso sé que en la realidad está todo lo que necesitamos. Es lo mismo que pienso cuando miro a mi hija.

Hoy aparecen en todos los medios las dificultades educativas. ¿Cómo hacéis para formar a chavales que muchas veces os llegan expulsados de otras escuelas?
Cuando abrimos las puertas de ASLAM, lo primero que recuerdo es el temor que nos invadió ante los chicos que nos llegaron. Aunque, la verdad, no sabíamos que diez años después nos darían todavía mucho más miedo... (risas). Pero ése no es el único problema. No sólo te llegan como te llegan, sino que los empresarios para los que luego van a tener que trabajar quieren sobre todo buenos chicos. En cuanto a lo técnico pueden transigir, porque ellos les pueden formar más, pero tienen que ser buenos chicos. Ésas eran las desproporcionadas dimensiones de nuestra tarea.

Y… ¿cómo lo habéis podido hacer?
Se trata de que haya una propuesta clara y de amar la libertad de los chicos. Se trata de que ellos se percaten del desafío que les lanzamos. Compramos las mejores máquinas para ellos y dan clases en nuestra escuela los mejores empresarios y especialistas, pero sabemos que todo no vale nada sin lograr que su libertad, la de los chavales, se implique. Aunque también es verdad que su libertad sin una propuesta clara no bastaría. Ante una propuesta buena la libertad ya se mueve, en el sentido que sea, y después se entienden las cosas, llegan las razones. Todo esto lo aprendí de don Giussani.

¿Cuál es la mayor dificultad educativa que ve en la actualidad?
Muchas veces el problema está en los padres. Quizás los adultos tendríamos que pedir perdón a nuestros chicos por la falta de seriedad, es decir, de humanidad, de la propuesta que les hacemos, del reto que les lanzamos. A veces los chicos no se creen capaces de un determinado nivel de humanidad, porque están atrapados en el retrato fatalista que sus padres han hecho de ellos. Nadie ha subido la apuesta con ellos. Nosotros no echamos nunca a nadie (a veces son ellos los que deciden irse) pero siempre exigimos más de lo que creemos que pueden dar.

Ha hablado de empresarios que dan clases en su escuela… ¿Cómo consigue que compaginen la preocupación por su empresa y la docencia?
Les doy la oportunidad de comunicar lo que ellos saben y soy muy flexible en cuanto a la dedicación que ellos puedan darme. Algunos sólo dan una hora de clase a la semana. Lo que me interesa es que tengan no sólo un conocimiento técnico sino también una humanidad que ofrecer.

¿Cuál es su proceso de selección a este respecto?
Les conozco, trato con ellos, y siempre pasan cosas que te permiten radiografiarlos. Por ejemplo, uno de mis estudiantes, un marroquí indisciplinado y cargado de problemas que no encontraba su sitio, fue a hacer unas prácticas no remuneradas con un determinado empresario. Resulta que al final de cada semana, pese a que por contrato no debía hacerlo, este empresario le pagó y le animó diciéndole que estaba haciendo muy bien su trabajo. Cuando acabó el tiempo de las prácticas, el chico fue a ofrecerse y a preguntarle a este hombre en cuánto tiempo creía que él podía ser un buen técnico. A lo que este empresario contestó subiendo la apuesta, diciéndole que no se acababa nunca de aprender, pero que si finalizaba sus estudios, para lo que le quedaban dos años, sería muy bueno haciendo su trabajo. Cuando me encuentro empresarios así les pido que trabajen conmigo.

Al salir de su escuela, ¿qué tienen sus alumnos de distintivo?
Ahora podría empezar a hablar de la cantidad de recursos tanto humanos como técnicos de los que disfrutan nuestros alumnos en ASLAM, sin embargo, creo que me dejaría lo más importante. El otro día tuve que dar una conferencia para una asociación de empresarios de mi zona y cometí este mismo error. En mitad del aplauso, se me acercó un empresario que acababa de contratar a uno de nuestros chicos y me dijo al oído: “tendrías que haber dicho que nuestros chicos llevan la luz en los ojos”. Tenía razón. Al día siguiente, cuando fui al trabajo miraba las caras de los chicos y de los que allí trabajan y me di cuenta de que aquello era verdad. Nuestros chicos, como han visto sorprendidos algunos de los asistentes sociales que nos siguen, desarrollan un verdadero sentido de pertenencia y no permiten nunca que se hable mal de nosotros.

Cuéntenos, para acabar, alguna de las últimas conquistas de ASLAM…
Nos sentimos especialmente orgullosos porque hemos abierto un ciclo de formación para mecánicos de aviones en el mismo aeropuerto de Malpensa (Milán). Hemos visto que se necesitan mecánicos, pero que los ingenieros, que en principio serían los mejor cualificados técnicamente para desempeñar esta tarea, no quieren ensuciarse las manos. Por eso nos hemos lanzado a esta aventura apasionante.