“Lo que quiero cada día es Aquello que aquí se nos propone”

Relato de un campamento en Picos de Europa: estos siete días no son el único momento del año en que se puede ser feliz
Redacción

“Parecía que venían de las mejores vacaciones de su vida”. Con esta mirada veía Elena cada a año a los estudiantes “mayores” cuando regresaban del campamento de Picos de Europa. Este año, ella ha podido ir por primera vez.
El comienzo no pudo ser mejor: retransmisión de un testimonio de Enzo Piccinini, editado además en un cuadernillo que retomaron a lo largo de toda la semana. “Fue una bonita forma de empezar, sí, pero pronto me di cuenta de que no me había cambiado, pues yo seguía pensando que al volver no iba a estar tan a gusto como estaba allí”.
Es una de las preocupaciones habituales para todos, igual que para Pablo: “Pero este año he aprendido a darme cuenta de que no sirve para nada vivir estos siete días en Picos como si fuera el único momento del año en que eres feliz”. Y lo ha aprendido precisamente de Piccinini. “Lo que más me ha sorprendido de él es la capacidad que tenía de buscar a Cristo en absolutamente todo lo que hacía, no paraba nunca de buscar y de preguntarse”.
Algo parecido le ha pasado a Cristian, que vuelve contento porque ha podido verificar que los amigos que había hecho el año pasado no se pierden por la distancia del año. “Ha sido la ocasión de crecer juntos en la amistad. He visto cómo las relaciones que comenzaron hace un año con gente de otros lugares siguen creciendo, y ahora sé que la distancia no es una circunstancia que impida que nos acompañemos durante el camino”.
El camino de la vida, que en Picos se aprende en marcha por la montaña, como recuerda Cristina. “Los dos días de marcha son el mejor ejemplo de lo que es la vida: sigues a alguien, y por eso estás seguro de la meta. Ahora lo que yo quiero cada día es Aquello que allí se nos ha propuesto”.
Uno al que seguir, Uno del que hablaba Isabel Almería en su testimonio después de pasar su primer año en Rusia. “Tuvo que alejarse de su familia y de sus amigos para irse a un sitio en el que no conocía a nadie, ¡y no tenía ni idea de ruso! Dependía totalmente de los demás pero estaba contenta porque tenía a Uno que le decía: lo que necesitas soy Yo. Y eso quiero yo, a Alguien a quien decir, como decía Isabel: ‘Yo contigo, Señor, hasta el fin del mundo’”.