Mônica Salmaso con Marco Montrasi

Mônica Salmaso, la voz de Brasil en el Meeting

La historia de una de las protagonistas de esta edición, artista sudamericana que llega a Rímini por una amistad. La pandemia, el valor del arte y la tradición más auténtica de su país
Paola Ronconi

Mônica Salmaso es una de las voces más conocidas de la canción popular brasileña, un estilo musical que canta la sencillez de la vida cotidiana, la belleza del alma humana en todos sus matices, unida a la poesía y al ritmo tan característico de Brasil. Un estilo poco conocido para la mayoría, pues no es habitual en el mercado musical más global. Pues bien, en esta tradición se enmarca la voz de Salmaso, una voz profunda y potente, dulce, nostálgica y alegre al mismo tiempo. Exactamente igual que el alma de su país, que ha generado una variedad de estilos diferentes, como afro-samba, bossa nova, tropicalia… para expresar todo lo que lleva dentro, desde la famosa “saudade”, la nostalgia, a la alegría.
Mônica dio comienzo a su carrera musical jovencísima (nació en 1971), a finales de los ochenta. Desde entonces son muchos sus discos, premios y colaboraciones. Es una artesana de la canción, una perfeccionista, como se define a sí misma, casi una maniática de un trabajo que le apasiona. «Nací como músico mirando a los músicos con admiración por lo que hacen».

Para ella el tiempo de la pandemia no solo supuso una nueva etapa, única, más o menos dolorosa, como para todos, sino uno de esos momentos de la vida que marca un punto de no retorno. A principios de 2020 empezó a publicar en Instagram videos en los que invitaba (virtualmente) a otros artistas brasileños, amigos suyos, a cantar con ella. Una cita diaria a la que llamó “Ô de casa” (“Ah de la casa”, una expresión popular que se usa al entrar en casa en esos lugares donde todavía se deja la puerta abierta).
Entre sus seguidores estaban Marcela y Marco: «Empecé a ver sus videos en Youtube para ver de quién era esa voz. Era Mônica Salmaso, acompañada de músicos que yo no conocía. Me acompañaba todas las noches, en una especie de terapia para esos días tan difíciles». Para Marco, que había vivido varios años en Brasil, encontrarse con esa belleza supuso un gran impacto y Mônica Salmaso se convirtió esos días en una amiga que entraba en su casa todos los días, y en la casa de tantos, gracias al boca a boca. Marcela se puso en contacto con ella y organizó un encuentro virtual con la revista Passos (la edición brasileña de Huellas) y otro con los universitarios de CL en Brasil.

Para ella, el confinamiento supuso el descubrimiento del silencio. «Es un auténtico ejercicio. Del silencio nacen las cosas, las ideas, la voluntad, los deseos más profundos. Si no, el deseo se reduce a tapar huecos de ausencia y el silencio se vuelve enemigo, como si fuera una situación molesta. Esa es la diferencia entre sentirse solos y estar solos».

Hace poco participó en uno de los episodios de un podcast emitido por un grupo de amigos brasileños y titulado “Vale la pena”. El tiempo de la pandemia «supuso una lucha por la supervivencia. Tuve el privilegio de poder pararme a reflexionar sobre lo que estaba pasando y escuchar lo que la gente tenía que decir. Cuando sientes una vulnerabilidad extrema, como la que supuso el Covid, escuchas de otra manera, puedes entender mejor lo que le pasa a los demás. Pudimos tomar conciencia de que nuestras acciones repercuten en la vida de los demás, para bien y para mal. Además, descubrimos que podíamos vivir con mucho menos, empezamos a dar más valor a lo que es necesario. Me decía a mí misma: ¡guau, todo lo que necesito cabe en una caja de cerillas! Los videos que hacíamos eran un intento de hacer llegar un amor inmenso al otro lado de la pantalla».

Al acabar la pandemia, llegó la propuesta de salir de gira con Chico Bouarque (artista que desde su juventud fue siempre como un faro para ella). «Fue mucho más que un regalo para mi carrera, para mi vida, como el reconocimiento de que había seguido el camino correcto profesionalmente. Pero sin todo lo que aprendí esos meses encerrada, no habría sido igual». Mônica habla también de asombro, una capacidad que volvió a aprender durante ese tiempo tan dramático. «Era como si estuviéramos en guerra. Los planes de toda una vida se vinieron abajo. Creo que ser conscientes de todo esto significó no perder el asombro, en el mejor sentido de la palabra, pero también en el más horrible, el que da miedo hasta la desesperación. Ahora no debemos perder esa conquista, no volver a ser superficiales».

El pasado 23 de junio, el papa Francisco habló a los artistas en la Capilla Sixtina diciendo que los artistas son «centinelas del verdadero sentido religioso… El arte y la fe no pueden dejar las cosas como están: las cambian, las transforman, las convierten, las mueven. El arte nunca puede ser un anestésico; da paz, pero no duerme las conciencias, las mantiene despiertas. A menudo los artistas tratáis de sondear también los inframundos de la condición humana, los abismos, las partes oscuras. Nosotros no somos solo luz, y vosotros nos lo recordáis; pero se necesita arrojar la luz de la esperanza en las tinieblas de lo humano, del individualismo y de la indiferencia. Ayudadnos a vislumbrar la luz, la belleza que salva».
Sobre estas palabras, Salmaso comenta que «las musas fueron creadas por Zeus para recordar a los hombres su naturaleza divina. Por tanto, las artes son esa llama de amor divino que hace que los hombres no olviden su alma más profunda. Podemos decir que el arte no sirve para nada y al mismo tiempo no se puede vivir sin él. Nadie se alimenta de él, pero sin él solo somos cosas. Es “la esencia inútil”».
Otra comparación que le gusta a Mônica es la de El festín de Babette, donde en un pueblo perdido de Dinamarca una cocinera francesa prepara una cena especial para un grupo de religiosos. «Esa cocinera-artista crea con su arte una celebración divina», tanto que al final de la película la protagonista susurra: «Un artista nunca es pobre».

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Ahora Salmaso llega al Meeting de Rímini con el espectáculo “Alma lírica brasileira” y su presencia lo dice todo del lema de este año, “La existencia es una amistad inagotable” porque precisamente la amistad con personas como Marco y Marcela es lo que la ha traído hasta aquí. Junto al flautista Teco Cardoso (que también es su compañero de vida) y Nelson Ayres al piano, será la protagonista de uno de los espectáculos de esta 44ª edición la noche del miércoles 23 de agosto.