Franco Nembrini con Lorenzo Ornaghi, presidente del jurado (Foto: Andrea Mariotto)

Franco Nembrini. «Premio a una historia viva»

El profesor que se hizo famoso por sus comentarios sobre Dante ha recibido el Premio Internacional de Cultura Católica en Bassano del Grappa. «Es la segunda vez que se otorga a don Giussani...»
Luca Fiore

Franco Nembrini ha sido muy claro: este es el segundo Premio internacional de Cultura católica concedido a Luigi Giussani. El primero, en 1995, se le entregó en vida, y el de este año, en su memoria. De hecho, en el registro de reconocimientos promovido por la Escuela de Cultura Católica de Bassano del Grappa se va a incorporar el nombre de este profesor de Bergamo, director escolar, divulgador y apasionado de la Divina comedia. Durante la ceremonia de entrega de premios, el viernes 4 de noviembre en el Teatro Remondini de Bassano, él mismo admitió que, si no fuera por la paternidad de don Giussani, sería imposible creer que su nombre pudiera compartir esas páginas con Augusto del Noce, Joseph Ratzinger, Giacomo Biffi, Eugenio Corti, Riccardo Muti, Angelo Scola, Romano Scalfi y otros.
Pero más allá de las reticencias de Nembrini, fueron muchas las autoridades civiles y religiosas que quisieron estar presentes en el homenaje, con mensajes o con su presencia: Angelo Scola, Camillo Ruini, Kevin Farrell, Andrea Monda, Massimo Camisasca, Antonio Spadaro, Davide Prosperi o Julián Carrón, así como la alcaldesa Elena Pavan y la consejera de Educación del Véneto, Elena Donazzan. El cardenal vicario de la ciudad de, Angelo de Donatis, que durante años ha encargado a Nembrini los encuentros cuaresmales en San Juan de Letrán, envió a su secretario.
También se dieron cita la familia y amigos de Nembrini que, al ver el teatro lleno, dijo conmovido: «En esta platea está toda mi historia. Este premio también es para esta historia». En las motivaciones del galardón, puede leerse: «Así como para su maestro don Luigi Giussani, y para don Didimo Mantiero, inspirador de la Escuela de Cultura católica, también para Franco Nembrini la educación es un compromiso que, teniendo como objetivo esencial el de testimoniar y transmitir lo verdaderamente bueno, bello y verdadero de la vida, implica la propia existencia personal entera». Un compromiso que va mucho más allá del ámbito de Comunión y Liberación, llegando a muchísima gente a través de sus comentarios a la Divina comedia, que han llegado a ser un auténtico best seller, o sus retransmisiones televisivas dedicadas a Dante, seguidas por miles de personas en el canal TV2000. Pero también con una escuela que nació a iniciativa suya en Sierra Leona gracias a un hermanamiento con el colegio que él dirige desde su fundación, “La Traccia”, o un instituto ortodoxo en Kemerovo (Siberia). Sus libros han sido traducidos al ruso por un editor ucraniano.

¿En qué momentos has visto más claramente que lo que has aprendido de don Giussani es para todos?
Hace años fuimos con mis alumnos a representar Crimen y castigo a Kemerovo. Vino a acompañarnos el que era entonces responsable de la comunidad de CL en Novosibirsk. Recuerdo que se acercó para decirme que el telediario regional de Siberia quería entrevistar al joven que había interpretado el papel de Raskolnikov. Estaba emocionado porque decía que por primera vez se iba a oír la voz de CL en toda Siberia, y así se lo dijo al chico. Pero aquel alumno no solo no era de CL, sino que ni siquiera iba a misa los domingos.

¿Qué hiciste?
En aquellos días tan intensos nunca pensé en intentar convencer a nadie de pertenecer a nada. Sencillamente me dejaba tocar por lo que sucedía, que para mí ya era fruto del carisma. Estábamos en Rusia mostrando nuestra manera de vivir y concebir la educación, nuestra forma de “sentir” a un autor como Dostoievski.

Entonces, ¿el amigo de Novosibirsk tenía razón o no?
Tenía razón, pero yo no habría hablado así a ese chico porque no lo iba a entender. Es Dios quien hace las cosas, de hecho aquel joven en la universidad entró a formar parte del movimiento.

Franco Nembrini y Francesca Meneghetti, presidenta de la Escuela de Cultura Católica de Bassano del Grappa

¿Pero qué tiene que ver este episodio con una apertura a todos?
Mis amigos albañiles de Bergamo, cuando se publicó la biografía de Giussani, con más de mil páginas, me preguntaron si de verdad alguien pensaba que ellos iban a abrir un libro como ese. Les respondí: «Leed lo que pone en la portada, aprendedlo de memoria y usadlo como oración diaria». Esto es lo que ponía: «Para mí todo se ha desarrollado con la más absoluta normalidad y solo lo que sucedía, mientras sucedía, suscitaba estupor, ya que era Dios quien lo llevaba a cabo haciendo de ello la trama de una historia que acontecía –y acontece– ante mis ojos». Para Giussani, el movimiento era algo que sucedía delante de sus ojos. Pero como sabía perfectamente que la fe hay que educarla y alimentarla, se dotó de ciertos instrumentos para que permaneciera en el tiempo lo que veía suceder. No es un problema asociativo u organizativo: se trata de sostener la permanencia del inicio en el tiempo. Esta dinámica es lo fascinante, no si tenemos el carnet o no. El problema es aprender a mirar la realidad. Si aprendes, empiezas a ver que la realidad te llama. La vida se convierte en vocación: responder a esa llamada.

En el último Meeting de Rímini, el padre Massimo Granieri, crítico musical de L’Osservatore Romano, dijo que su vocación sacerdotal fue salvada por la lectura de tus libros sobre Dante y por ciertas canciones de Brunori Sas…
Él no me conocía. Después de leer mis libros quiso venir a darme las gracias. No le bastaba con leer lo que había escrito sobre Dante, sino que quiso ir hasta la fuente de aquellas palabras. Luego pasó lo contrario, fui yo a verle y cuando me vio en el aeropuerto se preguntó qué me había llevado hasta allí y creyó realmente que podíamos recorrer juntos un tramo del camino. Casi siempre me pasa igual en mis encuentros. También me sucedió con el escultor Adelfo Galli, que realizó una enorme escultura sobre el encuentro de Dante con Beatriz, que ahora está en los jardines vaticanos, y con Gabriele dell’Otto, un gran diseñador de Marvel que ha ilustrado la Divina comedia que Mondadori publicó con mis comentarios. Ha sido un encuentro. Ellos han venido a mí, y yo a ellos.

Pensando en estos dos nombres, da la impresión de que lo que importa no es tanto el contenido que transmite vuestro trabajo, sino la amistad de la que nace.
Después de esos encuentros que tuve en el Meeting con Adelfo y Dell’Otto, y luego con Fabio Volo o este año con Brunori, mucha gente se ha acercado a decirme: «se nota que sois amigos». Pero a Brunori le había visto solo una vez en una cena unos meses antes. Me pregunto entonces por qué dicen eso, y creo que en cierto modo es porque vivo del carisma de don Giussani, que consiste en ser verdaderamente amigo hasta del último que te encuentras por la calle. Cuando veías a Giussani en acción, te dabas cuenta de que habría dado la vida por el que tenía al lado. Eras testigo de una amistad viva, que tal vez la otra parte no entendía, que quizás no era correspondida. Pero él era así. Y yo, en mi pequeñez, intento hacer lo mismo. Me acerco a esas personas para ver más, para ver más de mí mismo y para ver más del mundo.

¿Qué significa este premio para ti?
La confirmación de lo que nos dijo el Papa en Roma el 15 de octubre: «El potencial de vuestro carisma está todavía en gran parte por descubrir» y es un don para toda la Iglesia. Después de cien años desde el nacimiento de don Giussani y cincuenta desde mi encuentro con él, la noche del premio pude ver una historia viva. Lo percibo como un punto de partida, no como un punto de llegada. Todavía hay muchos encuentros por hacer…