De izquierda a derecha, Antonio García Maldonado, María Serrano, Adrien Candiard e Ignacio Carbajosa

Libro del mes. «La urgencia de mostrar la verdadera libertad»

El dominico Adrien Candiard presentó en Madrid el libro del mes, “La libertad cristiana”, un alegato a la amistad libre con Dios frente al moralismo tan arraigado en cierta mentalidad más preocupada por los preceptos
Ignacio Santa María

A menudo recurrimos a frases hechas como “resignación cristiana”, “santa paciencia” o incluso “comulgar con ruedas de molino” que, aunque en su origen significaran otra cosa, se han convertido en expresión patente de una mentalidad profundamente arraigada en nosotros, según la cual el cristianismo no sería otra cosa que una forma de sometimiento a un Dios que nos impone de forma caprichosa preceptos que debemos cumplir o prohibiciones que hemos de observar, reprimiendo nuestros deseos, si queremos evitar un castigo divino. Parece que no hemos avanzado mucho en estos dos mil años, pues ya Jesús corregía a sus discípulos por pensar que, tras el derrumbe de la torre de Siloé, 18 hombres perecieron como castigo a sus pecados.

El libro La libertad cristiana, de Adrien Candiard, llega de forma providencial para demoler los últimos bastiones y argumentos de esa visión moralista de la fe. La principal tesis que el dominico francés destinado en El Cairo plasma en este ensayo de poco más de cien páginas es que el verdadero Dios no es cruel ni vengativo y no inventa reglas y prohibiciones para someternos contra nuestra voluntad. Para poner de manifiesto que fue así desde los inicios de cristianismo, toma como punto de partida la carta de san Pablo a su amigo y discípulo Filemón donde no le “ordena” que libere a su esclavo Onésimo –también converso al cristianismo– sino que se lo “ruega” amablemente, dejando intacta su libertad de optar por el sí o por el no. San Pablo es meridianamente claro cuando dice a Filemón: «Aunque tengo plena libertad en Cristo para indicarte lo que conviene hacer, prefiero apelar a tu caridad (…). No he querido retenerlo [a Onésimo] sin contar contigo: así me harás este favor, no a la fuerza, sino con toda libertad».

En esta perspectiva paulina se apoya Candiard para afirmar que Dios nos ama con amor incondicional, seamos como seamos y hagamos lo que hagamos. No hay méritos ni esfuerzos que nos sirvan para comprar un solo gramo del amor de Dios. Lo único que está en nuestra mano es acoger libremente este amor, esta caridad que brota de Él en nuestros corazones. «La cuestión no es conseguir la salvación sino acogerla libremente; no se trata tanto de hacer el bien como de recibirlo», afirmó el fraile durante la presentación de su libro en el Colegio Mayor Roncalli de Madrid, donde estuvo arropado por el profesor de Sagrada Escritura Ignacio Carbajosa y el periodista Antonio García Maldonado.

El dominico francés es una de las voces jóvenes que está revolucionando el panorama del pensamiento católico con su frescura y su lenguaje accesible a todos los públicos. El autor insiste en presentarnos a un Dios que desea nuestro bien, pero que respeta escrupulosamente nuestra libertad. Por esto mismo, hacer su voluntad nunca puede significar resignación o sometimiento sino que nos ayuda a alcanzar libremente el cumplimiento de aquello que desea nuestro corazón. «Creemos que Dios desea que hagamos lo que Él quiere, pero es al revés: Dios nos quiere libres para alcanzar lo que verdaderamente queremos».

Carbajosa, profesor en la Universidad Eclesiástica San Dámaso, habló de su experiencia de acompañamiento a estudiantes universitarios, de la que ha aprendido el amor a la libertad. «Decir a otro lo que tiene que hacer para evitarle males no vale lo que la experiencia de acompañarlo en su camino de elegir libremente lo bueno o lo malo», señaló. Según García Maldonado, en España mucha gente se ha alejado de la Iglesia porque, durante muchos años, esta ha difundido un concepto equivocado de la libertad. Sin embargo, reconoce que la libertad total es un reto que no muchos están dispuestos a asumir. «Hace poco se hizo una encuesta en la que se preguntaba a la gente si preferían vivir en una dictadura o en la anarquía. Sorprendentemente, en semejante dilema, la inmensa mayoría eligió el yugo de un régimen autoritario», lo cual hace concluir a este periodista que la mayoría de la gente tiene miedo a la libertad. «Es más cómodo que le digan a uno lo que tiene que hacer y lo que no».

Candiard confiensa que es algo frecuente que los feligreses le asalten con preguntas sobre si la Iglesia “permite” esto o aquello, o si “prohíbe” tal cosa o tal otra. Como subraya en su libro, «hay que pensar que la libertad cristiana es demasiado nueva y revolucionaria para ser asimilada o incluso simplemente entendida en pocos minutos por aquellos mismos a los que se dirige. Y, sin embargo, es lo más urgente que hay que explicar a los cristianos de hoy». Siguiendo el camino de conversión de Pablo desde el intento de cumplimiento estricto y celoso de los más de seiscientos preceptos de la ley judía hasta la certeza de la elección de Dios como instrumento para la evangelización de los pueblos, el dominico se mete en la piel del apóstol. «Se preguntaba cómo dejar ya de mirarse a sí mismo y se da cuenta de que es muy sencillo: le basta mirar otra cosa, mirar a Cristo que lo ama. Ha descubierto que la santidad no es el cumplimiento de determinadas consignas imperativas, ni la heroica y agotadora subida hacia desafiantes cumbres de perfección, sino la alianza, la amistad con Cristo, la vida con Dios. La revolución es muy sencilla, pero es una revolución total».

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Para el teólogo francés, la salvación no es la recompensa por nuestra amistad con Cristo, sino que la salvación es esta misma amistad. No obstante, para evitar malentendidos, Candiard se apresura a señalar que esta moralidad que se enraíza en la amistad con Cristo no es menos exigente que la que no pide más que nuestra obediencia a las reglas. En realidad, es más exigente, pues pide la entrega de nuestra persona por entero. Esta apología de la verdadera libertad frente al seguidismo resignado dedica también un capítulo extraordinario a explicar la castidad, entendida no como una simple ausencia de relaciones sexuales, sino como verdadero amor al bien del otro.

En definitiva, la nota dominante de este pequeño ensayo, tan necesario para la Iglesia y el mundo hoy, es anunciar la libertad cristiana como esta capacidad de «hacer lo que verdaderamente quiero, no lo que tengo ganas de hacer en cada momento». Por ello el autor está convencido de que «el Evangelio no es una nueva obligación sino la liberación», como destacó durante el acto de presentación.