De izquierda a derecha, Costantino Esposito, Marcelo López y Josep Maria Esquirol

Vivir con una ventana abierta

Costantino Esposito ha estado de gira por Madrid presentando su último libro. Uno de sus diálogos más apasionantes lo ha tenido con el filósofo Josep Maria Esquirol
Yolanda Menéndez

El filósofo Costantino Esposito ha estado de visita en Madrid para presentar su último libro, El nihilismo de nuestro tiempo. Una crónica, que Ediciones Encuentro ha traducido al español. Entre los encuentros que ha tenido, nos ha brindado la ocasión de ser testigos de un apasionante diálogo con otro filósofo español, Josep Maria Esquirol, cuyo último libro se titula Humano más humano. A propósito de los retos que plantea el nihilismo a la sociedad actual, tuvieron un intenso diálogo que estuvo moderado por el también profesor de filosofía Marcelo López.

Siendo todos ellos profesores, quisieron empezar aclarando qué significa nihilismo y por qué este concepto nos interesa, desvelando incluso que quizá no sea un aliado tan malo como pudiera parecer. «Hay dos posibilidades de entender el nihilismo que Esposito distingue bien en su libro», empezó diciendo Esquirol. «Como adjetivo de un momento histórico, indica un contexto donde se respira poca vitalidad, cierta decadencia; una época nihilista se encamina hacia la nada, hacia lo inerte, hacia la muerte. Pero también puede ser una experiencia humana fundamental que nos acompaña toda la vida: la decadencia de la propia vida, el envejecimiento, la falta de horizontes. Sobre todo en esta segunda acepción existencial, el nihilismo no se supera, pero sí se puede afrontar, buscando en nuestra vida aquello que realmente tiene sentido y nos abre horizontes, pistas que nos permitan entrenarnos para hacer frente a esa oscuridad y decadencia».

El camino ya estaba trazado y, dicho esto, si todavía quedaba alguien que se creyera libre del nihilismo, Esposito fue aún más radical. «Yo soy nihilista –así se presentó– no porque mi ideología sea destructiva o negativa sino porque el nihilismo es el aire que respiramos, como si fuéramos fumadores pasivos». Pero además quiso precisar que si hay un autor que aborda el problema del nihilismo de una forma moderna es Agustín de Hipona. «La ley de nuestra naturaleza es correr hacia la nada apenas nacemos, como él dice en sus Confesiones. Pero también dice que en cada instante de esa carrera hay una especie de contramovimiento de un Tú que nos arranca de esa nada». En ese tira y afloja consiste la tarea que ambos quisieron proponer a todos: «más que superar el nihilismo, hay que atravesarlo».



Si el nihilismo de nuestro tiempo puede llegar a ser un aliado es porque en este momento no nos enfrentamos a un nihilismo como el que planteó Nietzsche, quien, en un intento por liberar al yo de valores y ataduras, dio paso a un fenómeno que acabó consiguiendo justo lo contrario: «en vez de liberar al yo, lo que hizo fue librarse del yo, lo acabó eliminando. Tanto se debilitó la conciencia de uno mismo, que ahora vuelve a plantearse con fuerza la pregunta sobre el significado», una pregunta que Esposito asegura haber identificado con total claridad en muchas de las expresiones culturales de nuestros días, empezando por las series de televisión, donde «la pregunta por el significado no es una actividad mental sino que coincide con nosotros mismos, cada gesto lleva dentro esa pregunta y atravesar el nihilismo implica reconocer esa pregunta, esa necesidad».

«Tampoco estamos descubriendo nada nuevo», señaló Esquirol al ser preguntado por el valor de esa pregunta existencial sobre el significado de la vida y de las cosas. «La existencia de esa pregunta es algo obvio, solo que vivimos en una sociedad con demasiadas cosas, en una confusión tan colosal que genera una especie de colonización de lo más básico y ni siquiera vemos lo evidente, pero que yo esté aquí puede tener muchas explicaciones de diverso calibre –biológica, histórica, etcétera– y eso es admirable, pero lo más evidente es que nada de eso explica completamente el hecho de que yo esté aquí, que es increíble, una maravilla, un don que no se puede explicarse del todo. Una sociedad que pretenda que todo se pueda explicar estará cada vez más enferma, mientras que una sociedad que no desconecte del misterio de la realidad será una sociedad abierta a la esperanza».

Apertura al misterio y esperanza se abrieron paso entonces en un diálogo que reivindicaba ante todo el uso de la razón, pues «para muchos la pregunta por el significado parece una cuestión emotiva, pero es cognoscitiva», señaló Esposito. «El drama de nuestro tiempo es ver la razón solo como un procedimiento, cuando es una experiencia. Sé que nunca podré alcanzar el significado total, pero el significado total es lo más concreto que existe, es el motivo por el que cada uno de nosotros está en el mundo. Es competencia de Dios, no nuestra, pero no se trata de un más allá imaginado sino de una vibración del conocimiento. De lo contrario, seríamos como los positivistas: el mundo es lo que hay, lo que podemos usar, y nada más». El método del conocimiento coincide con mirar la realidad sin censurar nada. «El significado, si existe, está en la realidad. Si no, no existe. No me lo puedo inventar. Por eso, atravesar el nihilismo tiene un método muy sencillo: prestar atención a las cosas porque el significado está ahí, en las cosas, que esperan a un yo inteligente que lo vea. Como dice Esquirol en su libro, no se trata de un esfuerzo nuestro sino de la fuerza de la realidad».

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Para Esquirol, que reconoció no sentirse demasiado cómodo hablando de “razón”, se trata de algo muy sencillo, casi elemental, de «darse cuenta, con claridad y calidez, esa calidez que Esposito llama afecto y que va unida a un uso de la razón sencillo, porque de lo contrario nos separamos de la realidad y nos volvemos abstractos. Por eso me gusta más hablar de claridad que de razón. En esa claridad y calidez reside una espera, porque vivimos esperando aún más claridad y aún más calidez». Puso entonces el ejemplo de experiencias fundamentales en la vida de cualquiera, como el nacimiento, la muerte o la amistad. «Cuando conozco a alguien y empiezo a confiar en él sucede algo que tampoco tiene explicación, algo imprevisible», que no podemos explicar pero que en cierto modo nos explica a nosotros mismos. «Lo que nos constituye no es no sé qué sustancia rara sino relaciones hondas, que nutren, alimentan y ayudan a mantener abierto el horizonte de nuestra espera. Un encuentro fuerte siempre pide reencuentro, nunca es suficiente, por la fuerza de esa experiencia, de modo que cuando uno encuentra a un compañero, ese compañero acompaña siempre. Advertir eso me nutre, me ayuda, es una manera de vivir con una ventana abierta».