© Archivo Chieffo

El cuentacuentos y otras voces

Un doble CD rinde homenaje a Claudio Chieffo, con sus canciones interpretadas por varios artistas en un encuentro que traspasa fronteras
Walter Gatti

Cuando hace un par de años, en abril de 2019, Benedetto Chieffo me hizo partícipe de su idea –grabar un disco donde las canciones de su padre, Claudio, fueran interpretadas por músicos de diferentes orígenes– pensé: «Es una buena idea, pero nunca lo conseguirá». Sin embargo, Chieffo-Charity tribute ha dejado de ser un sueño artístico-filial para convertirse en un objeto musical. Benedetto lo ha logrado y las “oraciones musicales” de su padre (como las llama Paolo Fresu, uno de los músicos de jazz más grandes del momento) se han convertido en patrimonio de otros músicos.

Escuchar las piezas de este doble CD es como ser testigo de una historia que se devana por mil territorios. Veintidós canciones –más una ghost track, Il Cantastorie– interpretadas por artistas conocidos, voces jóvenes emergentes e intérpretes latinoamericanos o de Oriente Medio. Emociona la interpretación de Giovanni Lindo Ferretti, recitando Il Fiume e il cavaliere, como si fuera la banda sonora de una película de Tarkovski, y conmueve la sabiduría con que Giorgio Conte abre el horizonte de Lontano, una canción que contiene todo el universo de la amistad. Luca Carboni erradica cualquier rasgo de autocompasión en Io non sono degno. Mirna Kassis ofrece una versión lírica de Reina de la Paz, mientras que Il viaggio, gracias a Davide Van de Sfroos, navega entre las luces y sombras de una vida en búsqueda.
También están Gioele Dix (La canzone degli occhi e del cuore), Paolo Cevoli (como protagonista de Avrei voluto essere una banda, no podía ser de otra manera), el dúo estelar Aversano-Sparagna (In questa notte splendida), Massimo Bubola (L’aviatore) y Giovanna Marini con una Stella del Mattino que suena como una profecía.

¿Pero cómo han vivido todos ellos esta aventura de reencuentro con Chieffo y sus canciones? «Cuando me invitaron a participar en el proyecto», cuenta Paolo Fresu, «conocía a Claudio de manera confusa, como todos los que hayan ido a la iglesia de pequeños, así que le pedí a Benedetto que me dejara escuchar algo. Y así empezó todo». «Chieffo para mí era solo un nombre», declara Davide Van De Sfroos, «un artista rodeado de un halo misterioso. Cuando me llamaron fue como entrar en una galería de artistas que me sonaban desde pequeño. Al final me conquistó».

Para muchos ha sido así: una llamada, un correo electrónico, un contacto mediante amigos o conocidos. Y luego la elección de la canción, los arreglos y la producción. «Solo grabo la canción de otro autor si me emociona de verdad», señala Fresu, que se puso a escuchar varias piezas buscando un título que pudiera adaptarse a una versión solo instrumental. Al final eligió La notte che ho visto le stelle, que se sitúa en el universo poético de Chet Baker. «El sonido fue creciendo al grabar con Daniele di Bonaventura, que solo tenía que introducir un acordeón y luego también añadió el piano, centrando toda la magia de una partitura que iba ascendiendo minuto a minuto».
«Me propusieron interpretar Il Viaggio», confiesa Davide Van De Sfroos, «y me encontré ante un evento acústico-psicodélico que me trasladó al pasado». En la canción suena la guitarra acústica y el violín, pero sobre todo esa mezcla de italiano y dialecto, de popular y veraz que siempre ha sido la marca de fábrica del autor de 40Pass. «He hecho de puntillas lo que uno puede hacer con el trabajo de otros para seguir siendo tú mismo pero conservando toda la potencia de la canción original».

Entre los que conocían a Chieffo por haber tocado sus canciones en la iglesia, figura Omar Pedrini, guitarrista de Timoria, una de las bandas punteras del rock italiano de los años 90. «Algunos llamaban a Chieffo, en tono de broma, “el cantautor religioso”», recuerda Pedrini, «pero me parece una definición reductiva porque su gama de temas era amplísima. Desde luego era un hombre fuera de serie, muy valiente». El tema de este músico ha sido Favola, la canción del envío paterno hacia la vida, una decisión que implicaba cierto sufrimiento. «Interpretar esta canción ha supuesto una llamada inevitable», continúa el guitarrista. «Soy un padre con una importante cardiopatía y no podía elegir otro tema. Lo he interpretado pensando en mis hijos. En el Bautismo del pequeño canté un Ave María que escribí para él, así que digamos que hablo con conocimiento de causa. Pensar en Claudio escribiendo esta canción para sus hijos me conmovió porque tiene una ternura revolucionaria».

Hay una característica imbatible, que todos señalan: Claudio contaba historias. En sus batallas había hombres y mujeres, esperanzas y pecados, decepciones y amores. «Me gusta imaginármelo como un cuentacuentos de los de antes, ese artista que entra en un local y, cantando, te cuenta lo que ha visto, vivido, amado y esperado», prosigue Pedrini. «No conocí a Claudio, pero era un narrador de raza, uno de esos que cuentan la vida de tal manera que hasta un niño lo puede entender: espontáneo, directo y sin moralina». «Cantaba de manera personal y contundente un viaje de transformación», apunta Van De Sfroos, «esas experiencias fuertes e importantes que te cambian, todo el viaje que es la vida misma. Se centraba en las cosas que hacen vibrar el corazón, como el amor, la enfermedad, la vejez, la juventud. El viaje de Chieffo es como el viaje de los discípulos de Jesús, turbados y arrebatados por alguien que les ofrece una tierra prometida que nunca habrían podido imaginar. Del mismo modo, yo también me siento como un viajante, alguien que experimenta con esa droga llamada vida».

Pero todas estas historias, el rasgo de lo humano y lo divino en sus estrofas, ¿todavía dicen algo a quien las canta y las escucha? «Por supuesto que sí», concluye Fresu. «Todos crecemos y cambiamos, pero esas canciones cuentan historias y mensajes que van más allá de los tiempos. Las canciones de Chieffo tienen una característica que me hace pensar en Guccini o De Andrè: tienen un rasgo de autenticidad».
Country, folk, jazz, rock, sonidos evocadores… todo eso se encuentra en este CD grabado entre la Romagna e Islandia. Pero sobre todo encontramos a Claudio Chieffo. No solo como autor de canciones. De hecho, su voz aparece por sorpresa en la versión de Padre interpretada por Marketa Irglova (los que conozcan la película Once, con la que ganó el Oscar a la mejor canción, la recordarán).

Después de todo esto, de juntarse a cantar y tocar desde cualquier rincón del mundo, de todos estos encuentros reales o que superan los confines del tiempo, resplandecen las palabras de Giorgio Conte, que decía de Claudio: «Podemos encontrarnos sin vernos ni hablarnos. En un lugar donde no existe el tiempo ni ninguna otra dimensión aparte de la música». Allí es donde lleva este disco. A esa dimensión donde encontrarse gracias a la música es el verdadero milagro.