Loi, Giussani y «lo que cuenta de verdad en la vida»

Proponemos las páginas de la biografía del fundador de CL que narran su encuentro con el poeta milanés fallecido el 4 de enero, que decía del cura brianzolo: «Te invitaba dentro de sí y te hacía vibrar a su vez»
Alberto Savorana

Franco Loi, poeta milanés, entró en contacto con Giussani por motivos de trabajo: en otoño de 1960, junto a Ferruccio Parazzoli, realizó una serie de encuestas entre exponentes de las organizaciones comunistas, socialistas y católicas. Fundó la revista Ciclostile, con el fin de presentar los resultados de su trabajo. Y precisamente como consecuencia de esta iniciativa Loi conoció a Giussani, «gracias a la amistad de dos dirigentes de Gioventù Studentesca, Cecilia d’Antonio y Paolo Mocarelli». La primera vez que le vio fue en la vía Sant’Antonio, donde Giussani pronunciaba una conferencia sobre la presencia de Cristo en la vida de cada hombre. «Naturalmente no compartía todas sus ideas, encontraba demasiado enfático el modo de exponer la religión y, en general, su pensamiento». Pero esto no le impidió acusar el golpe: «Desde la primera vez que le vi me sorprendió su carisma: emanaba una energía que podías tocar con la mano. Nunca he experimentado con nadie esa extraña sensación de que el cuerpo vibre a la vez que la voz. Había escuchado a muchos oradores extraordinarios –por ejemplo, Togliatti o Terracini, Vittorini o Fortini–, pero ninguno de ellos podía compararse con Giussani». ¿Y por qué? Porque «te invitaba dentro de sí y te hacía vibrar a su vez. Era un verdadero hijo de la Brianza: la voz ronca, una tenacidad testaruda en sostener sus propias convicciones y una absoluta fidelidad a la Iglesia».

En vísperas de la Navidad de 1961 Giussani fue a la casa de Loi, acompañado por d’Antonio y por Mocarelli. Sentados en una larga mesa conoció también a Giulio Trasanna (1905-1962, antaño boxeador, poeta y escritor) y a Eugenio Tomiolo (1911-2003, pintor). «Discutimos sobre diversas cuestiones: la propiedad privada, la virginidad de María, el “Hijo unigénito” y la postura de la Iglesia respecto a la palabra cristiana». Loi y Trasanna reaccionaron contra Giussani: «Aquella noche Tomiolo me hizo rabiar porque parecía tomar partido por Giussani. Solo más tarde comprendí muchas de sus objeciones a mis convicciones marxistas».
Loi precisaba que «a pesar de la gran fascinación que tenía la forma de hablar de don Gius, había en ella, especialmente cuando hablaba a los chicos, algo de aproximativo, de poco convincente y de superficial. Como si apuntase a los problemas sin la lógica necesaria. O quizá era mi excesiva educación filosófica racionalista la que se quedaba desilusionada con sus razonamientos». Por otra parte, reconoce que creció «también gracias a él y a sus amorosas regañinas».

Loi en el Meeting de Rímini en 1998.

Aunque Loi no era católico –en 1954 había dimitido del PCI (era responsable de una sección juvenil de Milán)–, la relación entre ellos se volvió cada vez más intensa. Y fue Giussani quien le insistió para que fuera a conocer a don Lorenzo Milani, el párroco de Barbiana: «Ciertamente había comprendido mi psicología y mi ateísmo ingenuo, pero también había comprendido mi pasión social, y don Milani le parecía el sacerdote adecuado para mí».
Loi recuerda un episodio que se refiere a Trasanna, que en esa época se profesaba ateo. Al comienzo de 1962 descubrió que tenía cáncer y terminó en el hospital. «Naturalmente estuve muy cerca de él en ese periodo. [...] Una vez fui con don Giussani. [...] Sé que después Giussani fue a verle otras veces y que hablaron de religión y espiritualidad. Probablemente a Giulio le impresionaron mucho los razonamientos de don Gius».
Después de una de estas conversaciones, Trasanna le confió a Loi: «¿Sabes?, estaba equivocado sobre la religión y sobre la fe». «Se había convertido», observaba Loi, y continuaba: «Giussani tenía la capacidad de poner al hombre frente a sus propias responsabilidades, de tomar su mano y conducirle frente a las cosas últimas, a lo que cuenta de verdad en la vida». De él le sorprendía el acento que ponía en la conciencia que el hombre llamado a tener de sí mismo: «Decía ya entonces, y siempre ha repetido después, que no se comprende a Dios si no se comprende hasta el fondo lo que es el hombre. [...] Parece una cosa obvia, y no obstante es el punto crucial porque la cultura dominante siempre se ha acercado al hombre tratando de desmantelar en él la conciencia de sí mismo».

Loi era poeta. ¿Y Giussani? «Poeta [...] lo era íntimamente. La palabra era fundamental en él: usaba la palabra de manera poética, no intelectual. En lugar de usar términos difíciles y decir cosas que son producto de la lectura de libros, Giussani hacía que brotara lo que decía de sí mismo y de su experiencia de vida. Poiein, en griego, es hacer. El hacer de Giussani era poético porque era un obrar espiritual [...]. Educaba a los jóvenes en la libertad. Por esto faltó a veces una sintonía en cuanto al método, entre él y la Iglesia de su tiempo».

(“El poeta y el boxeador”, en Luigi Giussani. Su vida, pp. 270-271)